4 de noviembre de 2016

Bernardo Esquinca: Carne de ataúd

“la comunicación con los muertos funciona mejor con el
estómago lleno: ellos comen a través de nosotros. ¿No
se trata de eso la celebración del 2 de noviembre?”
(fragmento)

Nadie se pone de acuerdo con el género: negra, sobrenatural, thriller, esotérica, histórica, macabra, policiaca, terror o ficción, el caso es que Carne de ataúd, el nuevo libro de Bernardo Esquinca, lo consolida como uno de los escritores más creativos dentro del literatura nacional.

Nacido en Jalisco en 1972, ha publicado: Demonia (cuentos), Belleza roja y Los escritores invisibles(novelas) y Ciudad fantasma(antólogo), etc… en 2011 puso en circulación La octava plaga y tras aparecer Toda la sangre se convierte en la saga “de la familia Casasola, una estirpe periodística dedicada a los temas sobrenaturales”, y en el que Carne de ataúdes el tercer texto de la serie.

La trama gira alrededor de dos personajes: Francisco Guerrero Pérez, mejor conocido como “el Chalequero” (un asesino serial de prostitutas, contemporáneo de “Jack El Destripador”, cuyas fechorías ocurren en el gobierno de Porfirio Díaz poco antes de ser derrocado), y Eugenio Casasola, periodista perjudicado por las andanzas del criminal.

Sobre la etapa en que sucede la trama, Esquinca dice: “El Porfiriato es una época particular porque por un lado ha sido muy estudiada, pero no muy reproducida en la ficción… que yo sepa no había una novela policiaca situada en el Profiriato”… y acepta: “me preparé mucho para esta novela, hice una investigación muy seria porque para situar a mis personajes en estas calles primero me tenía que situar yo”.

Así, se describen con maestría rumbos como Salto del Agua, el Centro Histórico, Tlalpan, la Alameda central, Peralvillo y el Manicomio La Castañeda, escenarios en los que se realizan las investigaciones tras brotar en Río Consulado los cadáveres degollados atribuidos a “El Chalequero”, un zapatero del que como todo asesino serial los móviles de sus asesinatos tienen una tendencia misógina.


Aparte del dictador Díaz, personajes reales como el pintor Julio Ruelas, el periodista Irineo Paz, el militar Sóstenes Rocha, el revolucionario y espiritista Francisco I. Madero, el ocultista Aleister Crowley y el detective Carlos Roumagnac se mezclan con Eugenio Casasola, su amante Murcia Gallardo (prostituta asesinada por “El Chalequero”) y la espiritista Madame Guillot, a quienes se une la ambigua presencia de “La Llorona”, “La Bestia” y “La Alfajorera” (una asesina más perversa que “El Chalequero”), para dar tétrico equilibrio a la trama.

Destaca la manera en que Bernardo aborda el espiritismo: ni lo enfatiza ni reduce, le da igual peso que otras artes (como la maldad, la mentira o el miedo en los protagonistas), mostrando con esa objetividad que sabe de lo que habla y como ejemplo está Madame Guillot (enamorada de Casasola), y esa perversa escena en la que la médium permite que el espíritu de Murcia la posesione para tener sexo con Eugenio.

El libro también es una feroz crítica a la represión, a la manipulación del gobierno para desviar la atención de asuntos graves, a la corrupción en la policía y el ejército, a los excesos del gremio periodístico y sobre todo al pueblo: esa masa embrutecida por el alcohol y drogas que se deja ningunear de acuerdo a las necesidades de los poderosos… Esquinca se queja de que un siglo después el mexicano sigue igual: “parecería que estamos en un café, sale en el televisor rodeado de moscas un conductor hablando de una atrocidad en algún lugar del país, lo oímos y después pedimos otro café: estamos acostumbrados a eso”.

Estructurada sin dejar cabos sueltos, llena de ironía, sin descripciones innecesarias o dando detalles si lo amerita, Bernardo desarrolla una historia con impecable ritmo narrativo y bastos recursos literarios que describen una tenebrosa personalidad de la sociedad mexicana inmersa en asesinatos, sesiones espiritistas, borracheras, impunidad, pesquisas policiacas, mensajes de ultratumba, corrupción y una incipiente rebelión que se convertirá en ese fiasco llamado “la revolución mexicana”, lo que hace de Carne de ataúd uno de los mejores libros de 2016.

Bernardo Esquinca, Carne de ataúd, 290 páginas, Editorial Almadía, 2016.

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