21 de junio de 2018

La pifia de Jorge Salán

Durante mucho tiempo me resistí a escuchar al guitarrista Jorge Salán, cuyo inflado currículum incluye “colaboraciones” con Carmine Appice, James Christian, Miguel Ríos, Avalanch, Robin Beck, Mägo de Oz y Jeff Scott Soto entre otros.

Las razones eran muchas: su saturada presencia en la prensa musical me daba desconfianza, el que cante en un idioma diferente al suyo me generaba suspicacia y su exagerada pose de rockero estilizado (copiando al guitarrista Lance Lopez), me parecía fingida, ¿pero esos argumentos no eran prejuiciosos y podrían impedirme reconocer su versatilidad?

La oportunidad llegó con “Graffire”, publicado en 2016, el cual me agradó por la destreza que mostraba este madrileño de 34 años que dejaba patente la influencia de músicos como Gary Moore, Steve Vai, Santana, Rick Parfitt, y por supuesto, Stevie Ray Vaughan y Lance Lopez.

Tras oír el resto de su discografía constaté que Salán tenía algunas virtudes, como lo demuestra en el CD “Madrid-Texas”, aunque por momentos asomaba la sombra por la que durante años me mantuvo alejado, algo no terminaba por encajar, no le di mayor escucha a sus discos y sólo regresé un par de veces a “Graffire”.

En 2018 lanza “Live In Madrid”, en el que deja mucho que desear en calidad, ejecución, originalidad y honestidad musical: el CD-DVD pone sobre la mesa los defectos y carencias que pudiera tener un guitarrista ególatra que piensa que su música es única (y que acaba de descubrir el blues eléctrico), cuando lo que ofrece es un proyecto débil, repetitivo y banal.


Destaca en primer lugar su deficiencia como cantante (bien ocultados en el estudio de grabación): no tiene voz y ello se nota en su carencia de rango vocal, potencia y tesitura: todas las canciones las entona igual, en la misma modulación y tras dos temas aburre.

Si bien es un buen ejecutante, sus solos están llenos de lugares comunes, con la misma pirotecnia, riffs y técnica escuchados desde que se inventó la guitarra eléctrica: sé que tiene mérito tratar de imitar a Gary Moore, George Thorogood, Billy Gibbons y Angus Young, pero copiar sus requintos (a los que sólo les cambia el ritmo), es una tomada de pelo.

El grupo de base se limita acompañarlo para que dé rienda suelta a su ego, sonando fríos y como mero “adorno” (curioso que los tres tengan una imagen de aburridos empleados de mostrador que contrastan con el “look salvaje” de Salán), a lo que deberían agregarse los arreglos musicales forzados que caracterizan sus presentaciones en vivo.

El audio y video son deficientes y reflejan las obsesiones de Jorge: el sonido es en exceso compacto y habla de su manía controladora, el volumen de la guitarra y la voz está por encima de los demás instrumentos, las cámaras se limitan a enfocar sus poses de macho alfa, el público indiferente y apretado (se grabó en la Sala Changó de Chamberí, ante unas 700 personas) y el repertorio alterna canciones propias con excesivos covers que ningún favor le hacen a los originales.

En suma: “Live In Madrid” es irritante, sólo para fans de Jorge Salán, sugerido para aquellos con gustos nada exigentes… o para neófitos musicales.

11 de junio de 2018

Ogunda oyeku: Toyale y Orisha tutelar



para sarahy

Recordemos: quien se inicie en la religión Yoruba vive los aspectos positivos y negativos del toyale, aunque venga en iré u osogbo: la diferencia es que unas aristas le afectarán más que las otras: Ifa es destino y es obligación vivirlo.

1.
En el tema del oddun en la Mano de Orunla suele cometerse el error de creer que sólo importa lo que diga el toyale, los dos testigos, y si el religioso es inteligente incluirá el signo secreto, sin embargo, la mayoría omite el vínculo que hay en un ita con el Orisha que iría a la cabeza en las subsiguientes pláticas sobre los signos con el iniciado.

En este sentido el Orisha tutelar viene hacer frente para sacarlo adelante en su evolución espiritual, más se deja de lado que las deidades yoruba tienen virtudes pero también defectos que serán asumidos por el recién iniciado y que le van a beneficiar pero también a perjudicar al grado de convertirse en un severo obstáculo en la vida.

2.
Cualquier signo que incluya Ogunda está condenado a padecer maleficios y Ogunda oyeku lo confirma, de ahí que se deba colocar una ada a Oggun, montar un inché para defenderse de Mayomberos, previene sobre amarres de amor, Shangó requiere un garabato de ayúa para enfrentar sus batallas y se debe realizar obras en el río para que se lleve brujería y enfermedad.

Entrando al tema del vínculo en el toyale y el Orisha, Ogunda oyeku es un buen ejemplo para analizarlo, pues en este oddu nace la vagancia, porfía, altanería, desobediencia, necedad, malicia y ambición, actitudes negativas producto del carácter inestable: un reflejo de Obatalá.

No se piense que por lo anterior se está enjuiciando a quienes tienen esta combinación, al contrario: la intención es dejar claro que su trabajo espiritual en su actual reencarnación requerirá de un doble esfuerzo en todos los sentidos para evitar hundirse en el caos, pues este signo advierte de pocos momentos de estabilidad y muchos tropiezos en su vida.

3.
Veamos un par de aspectos a detalle.

a. Es un signo de las enfermedades llamadas “silenciosas”, ya sean internas (útero, endometrio y ovarios que pueden provocar ciertas deformaciones en un embarazo, o en el extremo, producen esterilidad), dolencias (pies, piernas, cabeza), infecciones (oído, riñones), y en general males físicos e infecciones que la persona desconoce que padece, lo cual le vincula directamente a Obatalá para solventar la parte de la salud, y por lo mismo, nunca se le puede quedar a deber nada.

b. La muerte siempre rondará a la persona (y a su pareja), ya sea por un embarazo riesgoso, accidentes, alcoholismo, brujería, operaciones mal hechas, envenenamiento (incluso de manera circunstancial) y por sus enemigos; pero en el extremo este es un signo muertero, y por lo mismo, se debe practicar el espiritismo ya que el Eggun ancestral le ayudará a defenderse de sus enemigos y le sacará de apuros.

Volviendo a la combinación de oddus y Orishas: si la persona es hija de Obatalá le hará necio, inestable, desobediente e irresponsable (esos son los osogbos del signo), lo que complica la evolución espiritual; si se trata de Shangó le hará violento, promiscuo, prepotente, borracho y hacer de su pareja su peor enemiga; en el caso de Oggun se padece brujería y va a prisión por trampas, falsedades y traiciones de la familia (son su peor enemigo).

Por este signo se padece de la vista (hay amenaza de ceguera), habla de que negocios y asuntos importantes deben atenderse de noche, advierte que la persona es traidora, malagradecida (textualmente el oddu dice: La persona no agradecerá nada de lo que se hace por ella), sufrirá brujería y será manipulada por su pareja. Si bien es cierto que le hace frente Shango (mas cuando desobedece le da la espalda), también ayudan Obatala, Oshun, Oggun y Oya, quienes pueden hacerle ver su suerte, sobre todo si quien lo porta es mujer.

Ogunda oyeku pide no vivir de ilusiones y desconfiar de todos, requiere ebboses para sortear sus aristas, pero tratándose de Obatalá, para seguir con el ejemplo, son varias obras las que nunca deberá dejar de hacer toda su vida: rogaciones de cabeza, baños con omiero, tener siempre flores blancas en la casa y vestirse de blanco lo más que pueda.

La persona es presionada para coronar Santo: los hombres deben pasar a Ifa (recordemos que en “Ogunda” Orunmila selecciona a los sacerdotes de Ifa) y las mujeres jurarse como Apeteví para recibir la bendición de Orunla, pero ello no los salvará de que la maldad y traición que hagan la pagarán doble y aunque traten de ocultarlas serán descubiertos.

4.
Aún con todo lo anterior: hay signos como Ogbe she y Ejiogbe en el que la persona debe mantener un perfil bajo para evitarse problemas, mas en Ogunda oyeku ello no sirve de nada, pues aunque viva solo, sin amigos, con la familia lejos y sin ser entrometido, los problemas llegarán hasta la puerta de su casa.

No se piense que es un oddu exclusivamente de desgracias, ya que en la parte del iré habla de la presencia de dinero, tener una mascota da mucha suerte (siempre que sea bien atendido), si su ética está basada en la paciencia y la honestidad tendrá suerte, se tienen ganancias en la lotería, recibir y ayudar y alimentar a una persona en el hogar le trae buena estrella, pese a sus interminables guerras verá morir a sus enemigos antes de fallecer.

Irónicamente, por otro lado, si no se da ayuda conservará su suerte (no es lo mismo recibir a alguien en su casa que encontrarse en la calle a una persona en desgracia que pide auxilio, incluyendo indigentes), cuando llega la prosperidad será generoso y vivirá con comodidad siempre y cuando nunca haga dos cosas a la vez, se consigue matrimonio duradero y lo fundamental: debe recibir Olokun, Ibeyis, hacer su Misa de investigación y coronación espiritual y montar su Bóveda espiritual.

1 de junio de 2018

Si lo ves, agárralo (santero cabrón)

1.
En esto de ser lector he aprendido algo: si te atrae un libro, cómpralo en ese momento (o cárgalo bajo el brazo mientras ves el resto de los anaqueles) y entonces decide si te lo llevas, pero si optas por el “luego regreso” atente a las consecuencias.

Lo anterior es flexible en una librería pues siempre tienen unos 10 ejemplares en bodega, así que si alguno nos interesa se puede ir a curiosear y de regreso ahí seguirá o se le pide al encargado, pero no sucede lo mismo en las Ferias de libros o en las Librerías de usados: si lo ves, agárralo.

2.
J se considera a sí misma como “una mujer más allá de la locura, tripolar, libertaria e intoxicada por una sustancia de origen extraterrestre” (bueno, esto último lo dije yo mientras tomábamos unas cervezas, le provoqué un ataque de risa y desde ese día lo incluye en su currículum).

Es poeta, violinista, pintora, feminista, se autodefine como bipolar y se declara “trisexual” (a saber qué significa), trabaja en una ONG ayudando a mujeres maltratadas y disfruta de una beca de CONACULTA para escribir su quinto libro de poesía influenciado por el infrarrealismo.

J puede desaparecer por años, cuando regresa me invita a tomar un café y platicamos como si nos hubiéramos visto hace un mes, como acaba de suceder: un sábado llamó por teléfono y me citó en el “Café La Habana”, más de última hora pidió vernos en el Zócalo. Conocedor de su bipolaridad no cuestioné el cambio y acudí a la cita a la que tan obsesiva como es llegó 10 minutos antes.

- vengo de Surinam – anunció – y en unos días parto hacia Micronesia.
- tú y tus giras por países raros – me burlé.
- ya sabes cómo soy – dijo encaminándonos a la entrada del metro.
- deberías aprovechar esas visitas y buscar un brujo… de esos que hacen trabajos imposibles: igual y consigue hacerte sentar cabeza o te pone unas cachetadas, te enamoras, tienes hijitos y ya te tranquilizas.
- al único al que le dejaría ponerme la mano encima sería a ti – dijo con la ambigüedad sexual que le caracteriza.
- gracias por la deferencia – me burlé – pero no hago exorcismos.
- cómo va tu esposa? – preguntó tras fulminarme con la mirada.
- bien, hoy y mañana estará en un curso sobre merkabas.
- cuídala, no te la vayan a robar… es muy guapa.
- no creo que alguien pueda.
- suenas muy seguro – dijo de una manera que decidí no descifrar.
- le llaman “vidas pasadas” – señalé y solté una carcajada.
- en esos terrenos nadie te la va a ganar, ni siquiera yo - dijo lasciva.
- qué haremos? – cambié de tema al pasar por los torniquetes del metro.
- vamos al “Paseo por los libros”: debo llegar con un regalo a Micronesia, luego iremos a La República por unas cervezas y si te descuidas te cogeré.
- eso último nunca sucederá – sentencié.
- ya sé… pero por lo menos debo hacerte sentir incómodo.
- eso tampoco ocurrirá… y a mi edad, menos.
- no te hagas el viejo – afirmó.
- no son los años - sentí que reiniciaba su (frustrada) intención de acostarse conmigo - pero a mi edad se hace uno selectivo… hasta para el sexo.
- cabrón, miedoso!... no serás invertido? – soltó y por alguna razón su tono me irritó, pero decidí desquitarme más tarde.
- qué buscas exactamente? – pregunté para tenerlo claro.
- algo raro de poesía o cuentos, ya sabes, raro – dijo y tomó por su lado.


- encontraste algo? – me interrogó luego de una hora.
- no – dije y agregué – bueno, sí… vi un libro de cuentos de Anaïs Nin, la primera edición de “Delta de Venus”, pero no creo que valga la pena.
- cabrón! – gritó – los cuentos de Anaïs Nin? sabías que esa edición es inconseguible?... dónde la viste?
- en el local 16… en uno de los “montones” de editorial Alianza.
- mierda – gritó, salió presurosa y divertido fui tras ella.

Llegamos al local donde había personas hurgando en el montón, J preguntó a un empleado por el libro, atrajo la atención de los clientes y se afanaron en la búsqueda: me imaginé lo que vendría.

- localizalo! – ordenó J y pensé que era improbable que los demás también lo buscaran, se coló a codazos y se abalanzó sobre el cúmulo de libros - dónde estaba? – gritó.
- por ahí – señalé cualquier lugar.
- cabrón! – repitió; tras varios minutos los buscadores desistieron mientras J arrojaba libros hacia cualquier lado – en dónde? – chilló.
- por ahí – repetí.
- carajo! – gruñó levantando los ojos hacia arriba.

3.
Minutos después el dependiente avisó que la librería cerraría, J lo fulminó con la mirada, él la ignoró, apagó la luz, hizo una señal a la cajera e intentaron bajar la cortina, mi amiga los encaró, amenazaron con llamar a la policía y desistió. Volvimos al Zócalo: ella frustrada y furiosa caminando hacia Los Portales, mientras yo veía hacia la plancha y recordaba el concierto que ofreció el grupo de rock chicano Los Lobos, un lluvioso marzo del 2001, donde hicieron un inolvidable jam con La Negra Graciana.

Ignoré a J y decidí disfrutar del paisaje nocturno que daba “La Catedral”, pero ella no pensaba darme paz: regresó y me jaló del brazo.

- por qué no lo compraste… o te lo robaste… o algo?
- Anaïs Nin? – dije con sorna e hice una mueca de desprecio.
- fue esposa de Henry Miller – gritó.
- ya lo sé – dije – y también era bisexual como tú.
- yo soy trisexual – clamó.
- lo que seas – le di por su lado y le propuse burlón – vamos por las cervezas, es temprano.
- ni pienses que te voy a coger – amenazó.
- eso nunca sucederá – reiteré.
- eres un cabrón – chilló.
- algo así – concedí.
- vete a la chingada: busco ese “Delta de Venus” desde hace años – reclamó.
- me imagino que era sexo puro.
- tú qué sabes de sexo? – cuestionó.
- menos que tú – me burlé – soy muy normalito en esos temas.
- chinga tu madre – escupió.
- sí, te doy las gracias de parte de la que ya sabes que está tirada en una cama desde hace siete años – contesté.

Se arrepintió por instantes, pero luego me miró con odio y repitió - chingas tu madre, pinche-santero-cabrón… invertido – dio media vuelta y se fue.

4.
Me quedé un rato paseando por el Centro Histórico (no me gusta hacerlo pues abundan los desencarnados que buscan conversación), me comí unos esquites y cuando me aburrí tomé un taxi para regresar a casa. Cuando llegué mi esposa ya estaba ahí, le conté lo sucedido, se rió largo rato y me sugirió regresar por el libro. Así lo hice al siguiente día: llegué y pedí al encargado me entregara el ejemplar de Anaïs Nin que había apartado la noche anterior.