23 de abril de 2019

Aniversario en un templo de Curanderos


1.
La historia de H sería extraña a los ojos de un practicante de la religión que se les ocurra, pues desde la perspectiva de una creencia, su “fe” se debate peligrosamente entre la línea que separa el dogma del fanatismo.

Nos conocimos en un Templo Espiritual buscando respuestas a nuestros respectivos problemas, pasamos de pacientes a aprendices y después a iniciarnos como Curanderos, luego a Paleros y Santeros (resultó hijo de Ogun), y hasta donde me enteré se juró como Babalowo en la corriente (¿eso existe?) de Wande Abimbola.

H como Curandero era bueno y durante años lo demostró, primero ante nuestro padrino, luego cuando recibió “su bendición” para trabajar por su cuenta, pero sin renunciar al templo. Tenía un pueblo nutrido hasta que mezcló Curanderismo y Santería, revoltijo que si bien le hizo perder pacientes, también le llevó a granjearse nuevos feligreses y hasta tener un programa de radio.

Los dos admitíamos que los caminos de la evolución espiritual no tienen banderas, pero sus inventos rompían las fronteras espirituales y carecían de coherencia: analizando sus mezclas vi que nada tenían que ver con energía Curandera y de Osha, aunque ambas manejaran elementos de la naturaleza.

Un ejemplo: cierta noche en que llegué a su Templo él estaba terminando un amarre con un pescado murciélago, mas al terminar la obra hizo pasar a la paciente ante Oshun para realizar otra ligadura de amor con un nabo que consideré innecesaria.

2.
Tras aquello marqué distancias de su obra espiritual, pero respetando la amistad que nos unía, hasta que ante la proximidad del tercer aniversario de su Templo me pidió tocara El Caracol: un ceremonial prehispánico que se practica para dar por iniciadas las festividades de un Santuario, solicitud que acepté, llegando temprano ese día para participar en las obras previas a la celebración.

Saludamos a los Curanderos y Chamanes conocidos, nos presentaron a los desconocidos (y a algunos Santeros), nos purificamos en el primer patio del Templo (usando incienso, mirra, alumbre, copal y hierbas), e invocamos a nuestros Guerreros indígenas para efectuar el protocolo que nos “obliga”, entre otras cosas, a crear un círculo de protección para el recinto y los asistentes durante la celebración.

Luego vinieron los disparates: H cumplió con las ofrendas para Ahuiateteo, Ixtlilton, Mictlantecuhtli, Coatlicue, Yacatecuhtli, Quetzalcóatl y Xiuhtecuhtli, pero incluyó atenciones a Supay, María Sabina, Hela, Sejmet, Pachita, Kali y otras entidades que no forman parte de nuestra guía espiritual, pero apenas y entramos al segundo patio…

3.
… carajo.

4.
… había un altar con ofrendas para Oggun (con plátanos verdes, aguardiente, jutía, manteca de cacao y corojo, melones, pescado ahumado, tabaco, maíz tostado, ñame y mucha nuez de kola) y fruta para los demás Orishas, lo que me llevó a cruzar miradas con mi esposa y ponernos alerta pues aquello no sería un festejo de Curanderos y podrían surgir problemas.

Nos quedamos al margen viendo a los demás rendir honores a las deidades Yoruba: algunos asistentes entendían qué hacía esa ofrenda ahí y los Santeros asumieron una actitud más relajada al sentirse en su ambiente. Al tiempo que todo ello sucedía, H explicó:

- en mí Templo conviven Deidades y Orishas: todos son dioses y ellos nos escuchan… ustedes son bienvenidos y estarán cobijados por ellos desde su llegada y hasta que lleguen a sus respectivos hogares – y ante el silencio general, agregó – siendo todos los dioses festejados, no habrá pleitos ni recelos.

Y así siguió. Nuestro padrino aún no llegaba y comprendí que H tenía su misma tendencia a mezclar religiones por su ignorancia y falta de entendimiento del mundo espiritual.

Chamanes y Curanderos subimos al Sagrario del Templo (esta vez fue imposible que los Santeros participaran: era un asunto de Espiritualistas), para los últimos rituales, entre ellos desangrar la "Corona Crística", limpiarnos con una gallina negra, destazarla y meter sus trozos en cuatro bolsas de tela negra, junto con otros objetos y de las que fui el responsable de salir a la calle a dejarlas en las cuatro esquinas.

5.
Cuando los Chamanes y Curanderos regresamos al primer patio, en la calle ya había gran cantidad de feligreses pidiendo a los Santeros abrieran la puerta: unos con ofrendas, y otros con dos y cuatro patas, puestos a entregarlas a las entidades o deidades para quienes tuvieran agradecimientos.

H me pidió sonar el Caracol para dar entrada de un grupo de percusionistas y danzantes: cumplí solemne con el ritual durante varios minutos, después los indígenas tocaron y bailaron ritmos prehispánicos para las deidades, se depositaron las ofrendas y mi amigo inició “La Cátedra”, que duró casi dos horas, luego invitó a todos pasar al segundo patio para que un grupo de tamboreros tocara a los Orishas.

Al terminar el güiro H nos pidió inmolar los animales: decliné y prudente no me cuestionó, mientras los demás Santeros iniciaron con el sacrificio que a mi gusto, dada la cantidad, se convirtió en una masacre (de la que si bien tomé fotos con mi celular, con el tiempo se perdieron).

6.
Lo que siguió fue un ramplón festejo a la mexicana, alguien montó un sonido durante la matanza y al terminar sonó música tropical: la gente empezó a brincotear y devorar la comida y bebida que algunos feligreses aportaron.

H me pidió lo acompañará a comprar cerveza y bolsas de hielo. Fuimos en mi auto, agregué un par de cajas que pagué aparte, hicimos algunos comentarios que nada tenían que ver con la mescolanza y volvimos. Minutos después, sin saber el origen, vi circular botellas de ron. Al poco mis invitados llegaron, coincidiendo con mi padrino, su mujer, hijos y unos Babalowos.

Fue así que me encontré conviviendo entre Tarotistas, Reikisitas, Sanadores y demás practicantes que solían consultarse con H, quienes se sumaron a la mezcla energética de Curanderos, Chamanes, Santeros y Babalowos que pobló el festejo, aunque yo no terminaba por sentirme a gusto.

7.
Conforme avanzaba la tarde la esposa de H, una Curandera tramposa, mentirosa y promiscua (hija de Oshun), comenzó a repartir dulces y juguetes entre los niños, a los que agregaba cervezas si se trataba de adultos, todo lo cual decliné a recibir pues sabía de sus artes brujeriles para endulzar a hombres y mujeres por igual. Al desechar el juguete, se quejó:

- es para que se lo pongas a Eleggua… él quiere que dejes salir tu niño interno y te diviertas – todo acompañado con esa lascivia que tanto me irritaba desde la primera vez que se me insinuó.
- pues que me disculpe Eshu – avisé inclinándome al suelo para golpear tres veces con cierta parte del dedo índice, un truco para avisarle a Eleggua que alguien está poniendo una trampa en su nombre – pero hoy estamos celebrando a los depositarios de la vida en tierras mexicas…
- tú te lo pierdes – dijo, regresó el cacharro a la bolsa y se fue agitando sus caderas para repartir más brujería.

La observé de lejos y vi que rebuscó demasiado en la bolsa tras llegar ante mi esposa, quien también rechazó el juguete y ante lo que “la madrina” repitió la partida con exagerada coquetería.

8.
Llegó la noche y la música tropical sonaba insistente: el pueblo comenzó a despedirse y el festejo se concentró en el primer patio, ante las Deidades Prehispánicas, y principalmente entre lo más allegados a H. Fuimos por más cervezas, acompañados por un par de sus ahijados. Pagué otras dos cajas.

Ya de regreso al Templo, rumbo al baño, me encontré con un Mayombero amigo mío (a saber a qué hora llegó), plantado a lado de una tina que contenía hielo y las cervezas, así que opté por quedarme a su lado y dejar de poner atención a tanto disparate.

Pasaron las horas, tomé varias cervezas (en realidad fue mi Guía Espiritual, porque al llegar la hora de irnos no estaba alcoholizado), mientras a veces mi esposa se aparecía, divertida, observando el grupo de religiosos que se había formado a nuestro alrededor y atento a las bromas de mi amigo.

Al rato se oyeron risotadas en el segundo patio y varios fueron a buscar su motivo, descubriendo que el motivo era un ahijado, que se creía galán, bailando sensualmente reggaeton sobre las piernas de otra ahijada de H, de quien todos en su templo se burlaban por ser una solterona.

El escarnio por aquello me resultó grotesco, así que terminé mi cerveza, avisé a mi esposa que era hora de huir, propuse al Mayombero acercarlo a su casa (casi éramos vecinos), nos despedimos y salimos dejando ese aniversario al que no le vi pies ni cabeza.

En el trayecto mi amigo comentó de una pelea a golpes entre Aleyos hijos de Oggun y Shangó, ahijados de H, a las puertas del templo, lo cual no me extrañó pues algo tenía que provocar las burdas mezcolanzas de H.

9.
Las últimas veces que hablé con H fue vía telefónica meses después: en la primera me quejé de las incongruencias de Eleggua. No supe el motivo, pero a las pocas horas su programa de radio versó sobre mi reclamo, done repitió mi posición ante los Orishas y me puso como ejemplo de lo que NO debe hacer un Santero.

Ni que decir que en cuanto terminó su transmisión le hice la segunda y última llamada para reclamar su falta de respeto a la privacidad de nuestra conversación, esgrimió torpes argumentos hasta que, “amistosos”, colgamos sin que él supiera que era la última vez que cruzábamos palabra… y luego me enteré de esa iniciación como Babalowo al estilo Wande Abimbola.

15 de abril de 2019

La asamblea de los muertos



Cualquiera diría que por ser “labor de gente culta”, el medio literario (escritores y editoriales) es más honesto, pero no: es igual de mentiroso que la publicidad que trata de convencerte que un jabón para ropa te dejará ciego por la blancura, que un candidato de la oposición en campaña o que una pasta de dientes evitará el mal aliento.

Lo anterior es por el cinismo con el que Editorial Salamandra trata de convencer a los lectores que un libro con el título de “La Asamblea de los Muertos”, del cuestionable Tomás Bárbulo, va de “sorpresa en sorpresa, con un ritmo trepidante, unos diálogos descarnados y un afilado sentido del humor … conduce al lector hasta un asombroso final que otorga a la historia una dimensión insospechada”.

Es sabido que alrededor del periódico español “El País” existe una mafia que abre puertas a todo el que acepte vender su pluma para criticar a Cuba, Irán, Venezuela, Siria o Rusia, a los pobres, a los desempleados, a los viejos y hasta a la gente fea: esos enemigos del neoliberalismo que el poder económico ha condenado a la miseria, los jodidos que por algún momento de claridad mental dan señales de rebelión.

Un ejemplo son los colaboradores de ese diario: Ibsen Martínez, Wendy Guerra (asidua a este blog), Alfredo Meza o Tomás Bárbulo, publicitados como mentes lúcidas que analizan la realidad actual (sic), y a cambio de su mezquindad reciben apoyos, publicidad para sus blogs y facilidades para editar libros que no son otra cosa más que pasquines ideológicos cargados de desprecio, burla y racismo contra el tercer mundo.

Tomás Bárbulo (España, 1958), es de los recién premiados en esa camada de golpeadores a sueldo de la corona española: considerado especialista en temas del medio oriente, ubica su primera novela en Marruecos, misma que ha recibido acusaciones de plagio, de parecer una película de Quentin Tarantino, de haber copiado un texto del mismo nombre de la escritora Julia Escobar y de calcar a detalle el modus operandi de Carlos Iglesias, un ladrón conocido como “El Robin Hood de Vallecas”.

Ante estos señalamientos, cómo adquirir un texto que huele a vulgar remedo? gracias a mi demonio sumerio preferido no lo compré, pese a que en mi visitas a las librerías aparecía en las mesas de novedades: me fue regalado y agradezco que no fue mi dinero el que permita alimentar a una suerte de sicario verbal (sic), cuyo mérito es despreciar a la raza árabe, haciéndola ver como “salvaje, misógina, corrupta, ignorante, subdesarrollada, violadora… y sucia”.

La trama: a un delincuentucho apodado “Guapo” le proponen robar un banco marroquí donde el botín serán cuantiosas joyas; acepta con la condición de que sus secuaces participen (Chiquitín, Yunke, Chato – vaya con la originalidad de los apodos de los delincuentes – y sus respectivas novias), para lo cual simularán realizar un viaje de placer en un minibús desde Madrid hasta la frontera entre Marruecos y Argelia.

Bárbulo desarrolla una historia plagada de lugares comunes, el ritmo decae numerosas veces, carece de la narrativa básica y las reacciones de los personajes son previsibles, a lo que se agrega que su falta de pericia le llevan a usar un lenguaje elemental que raya en lo anodino: no se trata sólo de los escuetos diálogos entre los personajes, sino que en términos descriptivos el vocabulario del autor se limita a 10 palabras (exagero: llegará a lo mucho a 7).

Aparte de que el previsible final deja más dudas que certezas en el ámbito de los malos, la novela ni siquiera llega a la anécdota del turismo criminal y se convierte en un ideario de desprecio, clasismo, misoginia, burla y racismo contra los árabes y el Islam. Podría entrar en más detalles acerca de las injurias, sobre todo tras la amenaza del autor de publicar una segunda parte, pero mejor les advierto: léanlo bajo su propio riesgo.

Tomás Bárbulo, La asamblea de los muertos, 383 páginas, Salamandra, 2017




8 de abril de 2019

Nfumbe contra Nfumbe


1.
Creo que todos en algún momento hemos tenido problemas con un jefe o compañeros de trabajo, dando pie a relaciones tirantes en las que si no se actúa con cautela los conflictos pueden llegar al odio recalcitrante.

Todo se complica cuando la contraparte es Santero o Palero (no se diga un Babalowo), que sintiéndose dios en la tierra, usan la religión para joder al prójimo. Me sucedió tras ser reubicado en una Subdirección donde por capricho del destino convivo (hasta hoy), con gente mezquina, entre las que destacan religiosos por su funesta actitud.

Fue con un hijo de Eleggua adscrito a otra área, cuya prepotencia era igual a su obsesión por el sexo ajeno: prestaba su oficina a una pareja (ambos casados), para ver cómo se metían mano o se paseaban semidesnudos mientras él los filmaba y/o fotografiaba).

Por alguna razón tuve que requerirle información, misma que condicionó para que una compañera de mi área se la pidiera, y dependiendo lo cariñosa que fuera con él, me la entregaría sin mayor complicación.

– dile a H que venga – me dijo ante a sus subordinados – y me explique qué necesitas, pero que traiga su minifalda negra.
– ¿y qué te parece si la falda se la pone tu jefe y venimos a exigirte que me des los datos que tengo un mes solicitándote? – lo reté.
– no eres mi tipo – trató de hacerse el simpático.
– yo no, pero quizá tu jefe sí.
– no te pongas celoso – insistió.
– eso que pretendes hacer se llama “extorsión” – agregué.
– si te estás acostando con H me la compartes – insistió ignorando mi comentario – y luego nos arreglamos con esos datos…
– mejor lo arreglamos con nuestro Subdirector – avisé, me puse de pie y salí de su oficina. Cuando llegué a mi escritorio la información ya estaba en el correo electrónico.

Al poco una celosa esposa descubrió fotos en el celular de su marido con su amante, mismas que envió al Subdirector, quien a su vez exigió la renuncia de ambos y del perverso mirón (luego, en los pasillos de la Subdirección, extrañamente se puso a la venta una usb con videos y fotografías de la pareja filmados por el hijo de Eleggua en su oficina).

2.
También sucede que los jefes piden favores sexuales a cambio de una mejora salarial al “él o ella” que lo convenza de que es lo mejor, tal como pasó con un Palero que quería promover a su amante (mujer que le vendió sus encantos para bloquear a quienes aspirábamos a una promoción), lujuria que lo llevó a trabajar con su Nganga para convencer al jefazo de que su candidata era la adecuada.

Sucedió lo obvio y en el proceso de selección los arrumacos y cariñitos entre ambos eran obvios: se les veía salir de la oficina del Palero despeinados y agitados, o regresaban tarde de comer pasados de copas.

Mientras el Mayombero apoyaba a su amada, una noche, al pie de mi cama, una sombra puso en alerta a mi muerto y se enfrascaron en una pelea que requirió la presencia de mis Guerreros para ganarla. Al siguiente día me encontré al Palero en el elevador, nos saludamos, use mi videncia y descubrí el origen de la agresión: su Nfumbe.

El resultado, tras semanas de exámenes, fue que ella tuvo el aumento, pero después vinieron discusiones entre ellos, luego las distancias y al final el odio que les ha llevado a desprestigiarse uno al otro.

3.
Aún y entregado el aumento a su novia, el Mayombero persistió en sus ataques (otros aspirantes tuvieron percances, menos yo): no se trataba de declarar una guerra, pero la violencia se desbordaba, lo que coincidió nuestra asistencia a un Cajón de Muerto en casa de una Santera–Palera hija de Oya, semanas antes de festejar el cumpleaños del Subdirector.

Portentosos los güiros que ella organizaba y ese no fue la excepción, mas con una sorpresa: un cubano, cuya Prenda 7 Rayos ya era famosa en el medio, fue montado por su Nfumbe y al pasar junto a mi me quitó mi botella de ron y el habano, bebió el contenido, fumó el puro dos de veces, se lo metió a la boca y lo tragó; luego recorrió la casa con violencia y en plan retador con quien se cruzara por su camino, luego se paró frente a mí, me tomó del brazo y dijo:

– esa guerra que tú tienes va a terminar mal…
– yo no la inicié – justifiqué…
– lo sssseeeeé, pero eso no evitará que todos salgan mal…
– ¿quién diablos preguntó tu opinión? – me quejé.
– cabrón, caaaabrón – gritó el Nufumbe y soltó varias carcajadas…
– cabrón tú – reviré y rió mientras arrancaba de las manos de un desconocido otra botella de ron y la bebía de un trago.
– cabrón, caaaabrón – clamó, se acercó y me dijo al oído – cuando vayas al cumpleaños de tu jefe, siéntate al lado del mayombito y dale vino… luego pintas esta firma con tu pie debajo de la mesa, pides un ron, lo tiras al suelo y pides a su muerto se presente para negociar – y con las uñas dibujó en mi brazo (sin dolor) la patipemba, luego el cuerpo del cubano se agitó y se alejó para seguir bailoteando.

No lo tomé en serio, pero tras varios días, conforme se acercaba el festejo vi que la firma en mi brazo seguía ahí: si bien no me dolía, no me molestaba, por lo que la consideré no una advertencia, sino una señal de que el Nfumbe estaría en esa comida; decidí seguir su consejo, aunque dudaba de que todo se hiciera como lo sugirió.

Una tarde llegué a casa, tiré chamalongo ante mi Lucero y reconoció que la Nganga del Palero era fuerte: me inquieté, consulté con mi muerto y lo confirmó, le pregunté si la marca en mi brazo eran señal de que debía seguir el plan y lo confirmó. Relajado busqué la firma en mis tratados de patipembas más nunca la encontré.

4.
Llegué al restaurant “Rioja” y una edecán me condujo al salón donde había unas 60 personas (la plantilla de la Subdirección era de 126), dejando clara la antipatía por el jefazo. Pese a intentarlo, no conseguí lugar a lado del Mayombero (se coló al lado del Subdirector para adularlo), así que me conformé con quedar frente a él.

La comida ocurrió sin sobresaltos y con vasto alcohol. En un principio mantuvieron una actitud sensata con la bebida, lo que me desalentó, pero tras comer el Subdirector se esmeró en echar trago, todos lo secundaron y en dos horas todos estaban alegres.

Los aduladores se acercaban al jefazo cada que una silla se desocupaba, por lo que temí que solo podría acercarme al Palero si me quedaba al final de la parranda, más una hora después me di cuenta que sería imposible y lo asumí como una derrota, pero se me ocurrió que al estar frente a él podría intentarlo, así que pedí el ron, hice el trazo con el pie, vertí el licor sobre la firma… y esperé.

Al poco el Mayombero comenzó a frotar su rostro confundido, se rascaba la cabeza y veía nervioso hacia todos lados, lo que interpreté como una señal de que estaba alcoholizado hasta que se puso de pie, señaló con el dedo índice a cada uno de los jefes y les gritó:

– váyanse a chingar a su madre – después, dirigiéndose al Subdirector, soltó con rabia – tú, gordo de mierda, también vas y te la cojes, pero antes todos van a saber que eres un corrupto, prepotente, inepto, maricón y culero… en resumen: un grandísimo come mierda!

Tras los insultos algunos se alejaron y otros trataban de tranquilizarlo, pero lo mejor vino después: cuando uno de los jefes quiso sentarlo, el Palero le dio un puñetazo en el rostro, lo que derivó en empellones que requirieron la intervención de elementos de seguridad para sacarlo. Fue cuando entendí que el plan del cubano: me mintió para distraer a su Nfumbe con mis intenciones, poniéndolo alerta para negarse hacer un trato cuando el propósito era otro.

Al siguiente día, incrédulo y con resaca, el Palero presentó su renuncia tras escuchar en voz del Subdirector una serie de gritos y amenazas que desde su oficina se oyeron hasta los pasillos (contó una secretaria). Esa mañana también descubrí que la firma en mi brazo desapareció.

5.
No volví a ser molestado por el Nfumbe, la novia del Palero permaneció en el área, siguió “ofreciendo sus encantos” a los demás jefes y acumuló otras promociones que con la edad fueron relegadas por la llegada de jovencitas más audaces con los jefes.

2 de abril de 2019

La muerte en vano de Armando Vega-Gil


1.
Desapruebo tajante, y lamento hondamente, la salida que escogió mi amigo Armando Vega-Gil para hacer frente a la crisis por la que atravesaba su vida pública y privada: no lo reprocho por las contradicciones éticas que encierra el suicidio, ni siquiera por dejar atrás una viuda y huérfanos, no, mi cuestionamiento es al motivo por el cual se quitó la vida: una calumnia.

2.
No hay mayor argumento contra la absurda acusación que la carta de despedida que publicó Armando en twitter horas antes de quitarse la vida colgándose de un árbol:

“Buenas noches a todas y todos. Hace unas horas, en la cuenta de twitter #MeTooMusicosMexicanos, una chica me acusa de abuso y acoso. Ella narra que el episodio ocurrió cuando tenía 13 años lo cual hace que esto se vuelva grave, muy grave. Bien, lo afirmo categóricamente, dicha acusación es falsa. Soy una persona pública y constantemente recibo gente, muchas menores de edad, en mi casa para entrevistas, talleres, o simplemente en charlas con algunas de estas muchachas y muchachos que siguen mi carrera, y mantengo comunicación con ellas y ellos. Uno de mis oficios más importantes es escribir y cantar para chicos, además soy padre de familia. Siempre me he esforzado por la defensa de los derechos universales de los niños, estoy en contra de su explotación y maltrato, del abuso físico y sicológico contra ellos, y con mi quehacer de músico y escritor trato de alegrarles sus vidas".

La respuesta de las integrantes de #MeTooMusicosMexicanos, en el mismo twitter, al suicidio y carta póstuma, es más que elocuente:

“Su carta fue un acto para difamar al movimiento”… “ha sido jugar a la víctima para desacreditar al movimiento… “la supuesta carta de suicidio es un chantaje mediático para que las víctimas sigan calladas, porque él construyó su carrera con mentiras” … “No nos vamos a callar, ahora más que nunca seguiremos en apoyo.

Odio puro, acompañado de feminismo recalcitrante que no oculta el placer que les provoca esta muerte en vano, porque déjenme decirlo: tras muchos años de experiencia religioso-espiritual he aprendido que el peor error que puede cometer una persona es morir por otra, en cualesquiera que sean las circunstancias… sí, morir por uno de nuestros congéneres es algo que NO vale la pena, nunca.

3.
Originalmente esta entrada se iba a llamar “feminazis contra machos”, pero tras leer el comunicado de prensa del Fondo de Cultura Económica (FCE), el cual señaló que la muerte de Armando debía ser un recordatorio "para que las justificadas denuncias de acoso, machismo y violencia en contra de las mujeres no se conviertan en una persecución irresponsable”, decidí ser más ecuánime y dejar mi dolor (y rabia) para las horas de soledad de la madrugada.

Sigo pensando que “feminazis contra machos” es un buen título para despotricar contra la mezquindad humana, pero creo que ello me pondría al mismo nivel retrógrada de las fascistas #MeTooMusicosMexicanos, así que es mejor hacer un llamado a la reflexión sobre hasta dónde puede ellgar el odio y la cobardía, avisarles que “el pueblo vencido jamás estuvo unido” y recordarles que alguien se tomó la molestia de hacernos pelear, con excelentes resultados para sus perversos intereses, como sucede entre obreros contra patrones, feos contra guapos, amantes de gatos contra adoradores los perros, adultos contra niños, altos contra chaparros, blancos contra negros, homosexuales contra heterosexuales, ignorantes contra inteligentes, ricos contra pobres, gordos contra guapos, perfectos contra discapacitados, caciques contra campesinos, hombres contra mujeres, humanos contra animales… y así.

Funcionó exacerbar el odio entre los congéneres, entregándonos las mejores armas, las más eficientes y baratas, para destrozarnos entre nosotros: el anonimato de las redes sociales y la cámara del teléfono celular.

4.
Armando Vega-Gil no sólo era un excelente músico y cantante (fue fundador del legendario grupo Botellita de Jerez), un preciso fotógrafo,  un observador de la idiosincrasia mexicana, un atinado director de cine y un excelente literato (como narrador, poeta y ensayista), también era un hombre perceptivo, solidario, cálido, altruista, respetuoso, noble, divertido y todos aquellos calificativos que pudieran encontrase para definir su grandeza espiritual, por las mismas que sé que era inocente, que él nunca sería capaz de acosar ni abusar sexualmente de nadie, mucho menos de una niña de 13 años (que hoy presume de ya tener 23): creo y defiendo su inocencia no porque él lo negara en la carta previa antes de suicidarse, sino porque durante años demostró ser una persona con un corazón inmenso y una infinita calidad humana.

La sensibilidad de su alma queda manifiesta en otra parte de su carta de despedida cuando señala:

“Aunque se supiera la verdad y se aclarara, incluso penalmente, ya me hicieron polvo, ya no tengo credibilidad como músico y fotógrafo y como escritor, que a parte, la mayoría de las cosas que hago son para niños ¿no? y adolescentes, entonces, me voy a quedar sin trabajo. Tarde o temprano la gente va ir abandonándome, porque una editorial no va a publicar un libro mío no porque crea que soy un pederasta, sino porque a la editorial no le conviene tener alguien que está en entredicho”.

5.
Para la ausencia de Armando Vega-Gil siempre nos quedará el consuelo recordándolo en sus discos, libros, películas o programas de radio, cualquiera de los cuales seguramente nos sacará alguna risa en medio del llanto, pero para la desquiciada mujer que nunca se puso a pensar en las consecuencias de sus mentiras, o para las iracundas integrantes de #MeTooMusicosMexicanos, deben saberlo: cargar con la muerte de una persona a sus espaldas, es el peor de los karmas que un ser humano debe purgar a nivel espiritual.