25 de agosto de 2019

Desencarnados prometen tesoro y sólo provocan muerte


De los siguientes sucesos fue testigo mi mpangui
Julio Rocha, Awo OmOlokun Osafun, quien a su vez
me compartió la anécdota y el material fotográfico

1.
G y E son de origen campesino, están casados, cuentan con bajos ingresos y poseen escasos estudios. Viven en un poblado del Estado de Guanajuato, en el centro-norte del país, en una zona donde el clima es cálido y templado en primavera, en verano abunda la lluvia y en invierno el frío y las afiladas corrientes de aire, y por lo mismo, abunda el desempleo y la violencia está al ras de la tierra.

Cuando comenzó esta historia G trabajaba en labores del campo en el rancho del suegro de J (Julio), mientras E se dedicaba al hogar (en aquellos rumbos las diferencias sociales son patentes). Al morir el anciano (cuya enfermedad mermó considerablemente los ingresos de toda la familia), siguió laborando bajo las órdenes de H (cuñado de J).


E desde niña veía desencarnados y vivió extrañas situaciones, como por ejemplo: seguido se le aparecía en la casa de su abuela una anciana que le pedía se acercara a una habitación en un alejado rincón, más al contarlo a sus mayores nadie le creía… fue hasta que un tío demolió el cuarto y en las excavaciones encontró dinero que le creyeron.

En otro suceso ella caminaba en compañía de su mamá y una tía, vieron “algo parecido” a un perro sobre un muro, la tía les dijo que “era un ser del mal” y con furia le lanzó piedras: al sentirse agredido el animal chilló y se esfumó entre las grietas de la pared, fue cuando ella reconoció su error, lo bautizó como “el borrego del tesoro”, le pidió perdón y en vano le rezó para que volviera. Días después el dueño tumbó la tapia y desenterró un tesoro con el que cambió de lugar de residencia, construyó una gran casa y se hizo socio de una línea de autobuses local.

2.
Una noche E le confió a su esposo que veía siluetas en una casa abandonada cerca del rancho de H y que al hacer camino por ahí le lanzaban piedras. Uno de sus hijos también veía las sombras y extraños destellos, pero por miedo a que los creyeran locos no lo comentaban con los vecinos ni con la familia.

Siendo la región famosa por el hallazgo de tesoros, G decide investigar y con ayuda de J escarban por los alrededores sin hallar nada. E señaló que percibía sombras que transitaban por la casa en ruinas (pero no oía lo que le decían). Escarbaron en diferentes lados, pero pararon todo cuando un cuñado de H fue asesinado a tiros de forma poco clara.

3.
Tiempo después una médium amiga de J platicó con E sobre el tema, invocó a las sombras que arrojaban las piedras, las percibió pero no pasó de ahí; así que puso a E en trance, le abrió el oído y los fantasmas dijeron: que nunca iban a “montarla” para hablar a través de ella, todos excavaban en el lugar incorrecto, el tesoro era para H, formaban parte de la familia de su esposa y lo entregarían sólo a él.



Siguieron hurgando en diferentes lados hasta que en una excavación hicieron un gran agujero, más extrañamente esa tarde cayó un torrencial y todo se inundó. Uno de los días señalado por las sombras para dar el tesoro, condicionaron a que E no estuviera presente: ella se alejó, pero escuchó reclamos que le hicieron los muertos a H por no hacer lo que le habían pedido… y no entregaron nada.

Con el tiempo E vio a uno de sus hermanos en el suelo y sangrando, al poco murió atropellado, luego reparó en un par de ancianos en una carretera cargando barreños, pero dijeron que no podían entregarlos y también descubrió cómo han muerto familiares cercanos a los interesados en obtener la fortuna escondida (algunos asesinados). En el rancho de H aparecieron otros espíritus y dijeron a E que para poder descansar todos tenían que entregar los tesoros que cuidaban.

Seguían cavando y apareció un desencarnado que le dijo varias cosas a E: era bisabuelo de H, de origen español, tenía “cosas” que entregarle, advirtió que los otros muertos estaban jugando con ellos y aunque tenían mucho por entregar, no lo harían pronto. Regresaron al rancho de H y el bisabuelo dijo que no era necesario hacer escarbar profundo para sacar los tesoros: no dio detalles, pero tampoco se le presionó más sobre el tema. Mientras, ante tanto movimiento, los vecinos se dieron cuenta que H y su familia estaban buscando dinero enterrado.

En ese lugar fueron apareciendo diferentes desencarnados: una mujer, los padres de H, una familia, un indígena, un varón con un niño, una pareja, 4 hombres y un ángel (se identificó como “Ángel de Jesús”), y todos afirmaron también que tenían “muchas cosas” que entregarle a H.

4.
Sucedieron hechos extraños: mientras explotaban los bancos de arena del rancho, una excavadora encontró una olla (que vendieron en 50 dólares) y E dijo que era propiedad del indígena desencarnado, sugirió buscar vasijas, pero no hubo más. Curioso: E movió arena con sus manos y encontró un cuenco con monedas de euros (divisa inconseguible en esos rumbos).



G iba por delante en las excavaciones hasta que hizo un agujero de forma horizontal, E le dijo que se metiera y que buscara un rosario, pero él no encontró nada, así que hizo más ancho el hoyo, ella se introdujo y sacó una cruz de cera con una olla de barro.

Impaciente, H le dijo a E: “tome tres monedas de cada caja, si ya son mías, como han dicho ellos, entréguemelas”… a lo que ella respondió “aún no me dan permiso, dicen que no se desespere”. E veía cosas, las tomaba y las regresaba para que no se molestaran, le advertía a los espíritus que con oraciones se les tapan ojos, boca, se les manda al lado oscuro y se materializan cosas (a manera de amenaza para presionarlos, pero sin conseguirlo) y afirmaba que los muertos viajan debajo de la tierra, pero se cuidan de que las raíces no los atrapen.

5.
Cierta noche el hijo peleaba con su esposa, E intentó calmarlo y él la rechazó con violencia, se cayó y se lastimó, J iba pasando por ahí y la llevó al hospital donde le diagnosticaron una costilla rota y golpes en la cabeza: los médicos dijeron que la trasladarían a otra ciudad para atenderla, más ella se negó y J la llevó a su casa descansar.

Al siguiente día J fue a verla y se encontró a sus hijas llorando y agobiadas porque E no despertaba. Luego le mostraron una libreta donde a nombre del “Ángel de Jesús” se les pedía no moverla ni despertarla y no se asustaran de lo que vieran, asegurando que su madre sanaría. Más tarde E despertó, pidió le pusieran ungüentos, se volvió a dormir, vieron cómo la piel de la espalda se movía y luego encontraron otro recado, anotado por un médico espiritual, con más instrucciones. A los 3 días ella reaccionó y regresó optimista al rancho asegurando que era hora de sacar el tesoro, pero nada apareció.



Hay otras anécdotas: los muertos pidieron a G dejar de beber alcohol (y así lo hizo)… el “Ángel de Jesús” envió a E, G y H a misa en la iglesia del pueblo y al terminar el cura dijo con cierta envidia a E: “¿dónde encontraste a tu Ángel? préstamelo para que me ayude”… el Ángel pidió llevar a bendecir una casa del rancho del suegro de J, pero ya ahí el sacerdote bajó corriendo desde la planta alta y huyó en su auto... se han puesto cajas donde se supone los muertos entregarían el tesoro, E ha intentado mostrar monedas de diferente denominación, tamaños y antigüedad a H, pero al acercarse le ve las manos vacías.

Una fría madrugada, mientras todos rezaban en el rancho, E pidió dos botes, los pusieron en el suelo y uno explotó. Ella dijo: “no aguantó, tráete otro”, le echaron agua bendita y los muertos dijeron que ahí pondrían el tesoro, todos se alejaron y oyeron monedas al moverse, más al revisarlos no había dinero.

Poco después los desencarnados fijaron otra fecha para la entrega. Ese día todos se presentaron, pero E les transmitió un mensaje: los desencarnados “fueron al cielo a informar al Creador que ya están entregando”, pero también les advirtieron que un espíritu en especial está bloqueando todo.

En aquella época hubo una coincidencia: mientras una hermana de H coronaba Santo en Cuba, durante la misa espiritual y sin que conocieran sobre el tema, la espiritista dijo que si su padre “hubiera encontrado lo que hay en sus tierras, ella viviría como reina”. Agregó: “sus padres están con otra persona cargando algo, pero no pueden caminar porque tienen sus piernas quebradas… no te apures que todo llegará para ti y tu hermano” (contradiciendo la afirmación inicial de que el tesoro sería entregado exclusivamente a H), y agregó que algunos espíritus no son familiares suyos, pero tienen “cosas” que proporcionarles.

6.
De cierto tiempo a la fecha E ha manifestado que ya no desea colaborar en la búsqueda del tesoro, aunque G y H le dicen que debe seguir, sin embargo, cuando se anuncia una nueva fecha para hacer la entrega, los desencarnados le dicen que ya no quieren que participe.

Ella nunca ha exigido ni condicionado algo a cambio por comunicar los mensajes de los muertos, G y H siguen acudiendo en la madrugada a la casa abandonada (en la que comenzaron las manifestaciones), donde ven sombras entrar y salir pero los ignoran; todos sacan vasijas llenas de tierra cada vez que escarban donde les señalan o cuando ellos buscan por su cuenta basados en sus corazonadas.


7.
- ¿qué puedes decirme de todo esto? ¿qué necesitan los espíritus? – me preguntó Julio tras narrar estos sucesos y solicitar mi intervención para negociar  con los muertos.
- no te busques problemas – le dije tras investigar largamente – no te ayudaré: los muertos están jugando con la codicia de H para orillarlo a aceptar lo peor donde hay ambición no me involucro aunque haya mucho dinero de por medio.
- ¿qué pedirán a cambio? – me interrogó.
- la vida del más pequeño de la familia para un canje de almas.

Julio se desentendió sabiamente del asunto, han pasado 12 años (sí, doce) y H sigue intentando complacer a los desencarnados con todo lo que piden (desde misas, veladoras, camisetas, telas, flores y calcetines hasta pasteles), pero siguen sin entregarle el tesoro.

19 de agosto de 2019

Rocha

Seguramente a pocos le sonará el nombre de Roger Rocha, pero si lo asociamos al grupo 4 Non Blondes y su disco “Bigger, Better, Faster, More!”, podríamos recordar quién es, y si agregamos que su líder fue la controversial Linda Perry, entonces ya sabemos de qué va el tema.

Rocha sustituyó a la guitarrista original Shaunna Hall en uno de los principales grupos alternativos de los 90’s, conocidos por su sencillo "What's Up?", el cual fue primer lugar en varios países… y luego se desbandaron. Perry hizo fama como compositora para artistas pop de dudosa calidad como Gwen Stefani, Pink, Courtney Love, Christina Aguilera y Roger inició una interesante carrera solista.

Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en su disco “Roger Rocha has the blues!”, en donde el guitarrista, como lo dice el nombre, irrumpe en el blues con 18 canciones en las que deja claro que conoce los secretos de este género musical, en general, y de la guitarra en particular.

Rocha nació en California, es de ascendencia mexicana y proviene de una familia de artistas (pintores y escritores), de ahí que su inquietud creativa lo llevaran a grabar con Bernie and the Believers, Mockingbirds, Dolorosa, The Goldenhearts, The Blue Swamis, El destroyo y solista. Vive en San Francisco y da conciertos por la bahía forjando fama en el circuito de clubes y reiterando con ello su negativa de volver a formar parte del mainstream musical (para ejemplo de ello véase el desastroso manejo de sus redes sociales).

Habituado a tocar géneros disímbolos como alternativo, psicodelia, folk y garaje, Rocha da una voltereta, se mete al blues y sorprende la facilidad con la que sus dedos pasan del blues rural al urbano, mientras comparte las intrincadas emociones que caracterizan ese ritmo.

Si bien los puristas podrán cuestionar que este tipo de incursiones son innecesarias, considerando que para escuchar blues se puede tomar cualquier disco de un guitarrista de color, es justo señalar que Roger no se limita a copiar músicos negros: expande su sonido más allá de los doce compases y le da un matiz personal que lo diferencia de muchos intérpretes “blancos” como un tal Eric Clapton.

Destacan los temas “Fine Woman Blues”, “Dog Blues”, “Taklin' about My Baby” y el exquisito “Midnight”, donde contó con la ayuda de músicos locales, aunque en algunos tocó todos los instrumentos (bajo, piano, harmónica y batería), alcanzando gran calidad interpretativa, lo que deja al disco con solo una crítica negativa: su portada, pues si bien consta de una excelente fotografía, su diseño deja mucho que desear. 

Es una lástima que por ser una autoproducción, la distribución de “Roger Rocha has the blues!” sea tan limitada y ello lo haga uno de los discos más subvalorados en las escena independiente del blues yanqui, así que si lo ven adquiéranlo sin dudarlo.


11 de agosto de 2019

El asesinato de Laura Olivo


La literatura peruana nunca desilusiona: desde que compré “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa (cumplía mis 15 años), todo autor inca que lea me sorprende gratamente aunque no es que los busque de forma obsesiva: sus libros me llegan al azar y pueden pasar años sin que descubra a otro de sus grandes autores (se me viene a la memoria la Santiago Roncagliolo y su excelente novela “Abril rojo”).

Esta vez se trata de Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964): autor de más de 10 libros, estudió Derecho, dictó talleres de literatura y escritura, fue periodista y colaboró en revistas como “Renacimiento”, “Babelia” y es de los pocos que no se dejó seducir por diarios nefastos como “El País” y “La Razón”.

Se dio a conocer con “Los años inútiles”, ganando los galardones “Premio José María Arguedas”, “Premio de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro”, el “Premio Nuevo Talento FNAC” y el “XIX Premio de Novela Fernando Quiñones” por “El asesinato de Laura Olivo”: una novela negra sobre la relación entre la temida agente literaria que da nombre al libro y la periodista Lucía Luján, donde Laura es asesinada y su novia acusada del crimen.

Más cerca de “Opiniones mohicanas” de Jorge Herralde y “Musa” de Jonathan Galassi (que describen los sinsabores del mundo editorial), el libro desmenuza la banalidad y la prepotencia que caracteriza a escritores de los que podemos ser asiduos lectores sin saber que en la vida real son unos patanes, pone en evidencia las miserias del mundo literario a través de las relaciones malsanas entre autores y sus agentes literarios, y demuestra que el racismo en España está a flor de piel.

El protagonista es “Colorado” Larrazabal: un expolicía peruano (negro de origen vasco), exiliado en Madrid tras dejar Lima luego de enfrentar un caso de corrupción, sobrevive trabajando para un abogado paisano suyo (a la postre asesinado), tiene un romance con una joven musulmana e intentará demostrar la inocencia de Lucía a petición de su casera, quien le ofrece: si saca a su sobrina de prisión le regalará el cuarto que le renta y por el que él sufre para pagar la mensualidad.

Dice el autor que el protagonista: "surge de nuestra realidad, de esta época globalizada en el que la emigración ha reconfigurado el mapa no sólo geográfico sino también mental de lo que entendemos por nuestro espacio nacional o vital".

A partir de ahí Benavides evidencía a escritores plagiadores, apoyados por negros literarios (autores anónimos que escriben para otros), favoritismos en la entrega de galardones, ladrones de manuscritos, corruptelas y editoriales deshonestas, todo ello mientras desfilan Carlos Fuentes, Jorge Edwards, Bryce Echenique y se hace alusión a leyendas de literatos ficticios como Marcelo Chiriboga.

Sobre por qué la trama en el medio editorial, señala: "es un mundo de muchos egos y de fragilidades, de relaciones sujetas a muchos vaivenes emocionales y también a grandes decepciones, de manera que hay muchos elementos interesantes para novelar", agrega: "los escritores con más ego suelen ser los que menos éxito han tenido", y aclara que la novela no es una venganza pues el medio editorial lo ha tratado bien.

Con personajes aludiendo a escritores reales, una estructura coherente, el mundo literario retratado con ironía, una trama llena de sorpresas, interesantes subtramas, diálogos dinámicos y un desenlace impecable (tras mantener la tensión hasta el final), “El asesinato de Laura Olivo” es una gran novela negra (quizá una de las mejores de 2018 escritas en español), que deja un sórdido mensaje: en el medio literario se es capaz de robar y hasta matar con tal de obtener poder y fama.

Jorge Eduardo Benavides, El asesinato de Laura Olivo, 323 páginas, Alianza, 2018

1 de agosto de 2019

Los desencarnados se quedan donde empiezan a morir


1.
Mi esposa quedó de ir a tomar un café con V, una Santera hija de Obatalá a la que no soporto, mas su cita coincidió con una invitación que me hizo un Mayombero para vernos y platicar, por lo que le propuse el mismo centro comercial (Plaza Ermita Iztapalapa), al que iría mi mujer con su amiga: era 2 de noviembre.

B fue de las primeras “amistades” que hice tras montar el blog Basurero de almas, luego de que me mandó un mail planteando ciertas dudas, mismas que ofrecí responderle en una cafetería, conversación tras la cual seguimos en contacto y con el tiempo lo fui incorporando al círculo de religiosos con los que convivía en aquel entonces.

Por iniciativa suya comenzó a consultarse con un Babalowo del grupo, quien le entregó una dudosa Mano de Orunla (que él defendía a capa y espada) y con el tiempo lo rayó con un amigo que por desgracia le fundamentó perfectamente su Nganga. Se supone que B tenía camino en la Osha, pero desconozco el motivo por el cual no ha coronado.

A mi esposa nunca le cayó bien B... y a mí tampoco me convencía que rondara en mi vida, pero dado que en un Itá se me manda a “tolerar” a la gente difícil, tuve contacto con él varios años al grado de que ha sido de las pocas personas a quienes, irónico, he dejado entrar a mi casa.

Varios detalles de B no me gustaban: era un lambiscón profesional, halagos que rayaban en la declaración de amor (algo contradictorio pues era Palero, pero dadas las modas en méxico ahora se raya a los gays), además era indiscreto, obsesivo, pendenciero, vanidoso (al final hijo de Oshun), no duraba en sus trabajos, el subconsciente lo traicionaba y me trataba como si fuera su padre y había acumulado tres divorcios, lo que le hacía padecer sobredosis de odio contra todo.

Como sea, con videncia me quedó claro que era gay de clóset… y de los obsesivos. Sí, pero Orunmila pedía “ser tolerante con la gente difícil”.

2.
- B quiere verme – comenté con mi esposa…
- ¿y ahora qué busca? – cuestionó con la eterna irritación que le causa oír su nombre.
- chingar – aseveré – escribe seguido por el whats o llama por teléfono para insistir que lo reciba en la casa.
- ¿a qué quiere venir? – inquirió.
- a chingar – repetí – de él jamás se puede esperar algo bueno… pero si piensa que lo dejaré entrar está pendejo.

3.
Llegamos luego de lidiar con el tráfico y ser atormentados por el seco calor del verano. Tras estacionar el auto mi esposa se encaminó a “Cafetería Sole” y yo al “Café Chic”, donde cada uno había programado su cita, quedándonos de ver tres horas después.

Llegué 15 minutos tarde y B ya estaba ahí, acomodado en una mesa para vigilar la entrada y montar su cara de desprecio (por mi retraso), en cuanto me viera aparecer.

- lo siento – ofrecí – pero el tráfico es un desmadre…
- exageras – escupió.
- no lo hago – señalé sentándome frente a él – llegar a esta Plaza es de lo más complicado.
- por afirmar que el tráfico es difícil tus padrinos los quieren matar a ti y a tu esposa – insistió belicoso – esa manera de pensar en la que a todo le encuentras el lado negativo es por lo que ustedes no “levantan”.

Habría pasado de su comentario si no hubiera incluido a mi esposa (quién en días pasados vivió un conato –más- de accidente), pero expresarse con esa simpleza de las brujerías que esos cabrones hacían para asesinarnos, sabiendo cómo nos las veíamos para salvarnos de cada intento, me sonó a festiva ofensa.

- ¡ándate a la mierda, pendejo! – le grité poniéndome de pie, lo que le asustó, se echó hacia atrás y cobarde se cubrió la cara con las manos. Salí de la cafetería cuando la mesera llegaba a tomar la orden.

Mientras me alejaba por uno de los pasillos de la plaza, evitando a la gente que salía de las tiendas tras hacer alguna compra, recordé el gusto de B por la venganza con su Nganga, por lo que invoqué a mi muerto y le pedí se hiciera cargo de cualquier pendejada que cruzara por su cabeza.

Seguí caminando hasta que llegué ante un complejo de cines en el que en una de sus salas se exhibía la perturbadora “Ex Machina”, del escritor y director Alex Garland: consulté la hora y calculé que bien podía entrar a verla y salir para encontrarme a tiempo con mi esposa. Entré.

4.
Me acomodé en los asientos centrales (obvié las golosinas pues aún estaba molesto por las pendejadas de B), y en un principio la penumbra y el aire acondicionado de la sala, además de la falta de cinéfilos, me inspiró cierta paz.

Cerré los ojos para terminar de relajarme mientras comenzaba la proyección, por lo que no percibí el momento en que un niño se sentó en la fila de adelante, a tres lugares a la derecha del mío, ni mucho menos en dónde podría estar el adulto que le acompañaría para ver una película no apta para menores: aquello me pareció incorrecto, pero elegí no meterme en asuntos ajenos luego de lo sucedido con B: los reveses (primero el tráfico y luego el pendejo de B), son señales del mundo espiritual de que las cosas pueden empeorar. Sentí frío.

Al poco llegó un hombre y se sentó a lado del niño (le calculé 9 años), se apagaron las luces, cerré de nuevo los ojos e intenté olvidarme de ellos, más fue imposible: se proyectaron las primeras imágenes en la pantalla, el adulto comenzó a llorar y el niño a murmurar mientras ambos se ignoraban.

La película avanzó, el frío se intensificó y de pronto escuché el típico hablar pausado y hueco de los desencarnados, con tono infantil, al tiempo que el niño volteaba hacia donde me encontraba.

- aquí fue… – dijo mentalmente (la manera común de los desencarnados para comunicarse conmigo), buscando mi mirada y mientras el llanto del adulto se desbordaba.
- ¡mierda, eres un desencarnado! – me quejé – y él es tu padre...
- … más o menos a esta hora la bala entró por la parte de atrás de mi cabeza, de lado izquierdo, y…
- no me interesa – dije, me puse de pie y salí molesto: no era mi día.

5.
De vuelta a los pasillos de la plaza opté por buscar “Sanborns” (tiendas con farmacia, pan, perfumería, dulcería, electrónicos, restaurant y hasta bar), para curiosear en su sección de libros: si bien son comerciales, sirve para darse una idea de por dónde van los tiros con las editoras que monopolizan la literatura en español.

Mientras hojeaba libros me rondó la cabeza no la presencia del pequeño desencarnado, ni la del adulto chillando a su lado, sino el origen de la llegada de ambos al cine (en una fecha en que se festeja a los muertos en méxico), tomando en cuenta lo que me dijo el niño, “más o menos a esta hora la bala entró por la parte de atrás de mi cabeza”: algo me hacía ruido, era una noticia de la que trataba de acordarme, pero sin conseguirlo.

Deseché la opción de seguir perdiendo el tiempo, entré a la cafetería y conecté mi teléfono a su red para comenzar mi búsqueda en san google, misma que me arrojó 14,000 resultados: mierda, el desencarnado era HC y nunca supo quién lo mató, por eso sigue ahí... y su padre no lo ayuda mucho lloriqueando cada año en su aniversario luctuoso.

En ese momento entró un mensaje en el whats: era mi esposa y me pedía le llamara por teléfono.

6.
Durante el trayecto de regreso a nuestra casa, ella me explicó.

- V estaba insoportable con su Osa-obara, por eso te pedí me llamaras y dijeras que habías llegado antes a recogerme: no podría haber aguantado un minuto más con su inestabilidad – explicó
- ya lo sabemos: sus maromas obataleras la hacen insoportable.

Luego me preguntó por mi café con B, le expliqué lo sucedido, le dije que me había dado el pretexto para bloquearlo (en mis correos y las redes) y cortar de tajo cualquier intento de contactarme en el futuro, le conté lo del desencarnado en el cine y rematé con mi descubrimiento de su origen en internet.

- ¿HC? – quiso saber más – me suena el nombre…
- olvídalo – pedí – pinche día…

* se trata del famoso caso de un niño de 10 años asesinado de un disparo en la cabeza, en el complejo de Cinépolis de Plaza Ermita, el 2 de noviembre de 2012… los interesados por el detalle pueden consultarlos en la web.