Hay muertes de escritores o pensadores
(procuro diferenciarlos, aunque los medios se refieran a ellos como
“intelectuales”), fallecimientos que terminan por doler pues ahora ¿quién
pensará por nosotros?
Una de ellas fue el escritor mexicano
Carlos Fuentes, si bien sus primeros libros son fascinantes, a partir de los
años ochenta se vuelve insoportable, pero su lucidez para viviseccionar a
méxico fue tan brillante que llegó a tutearse con el sobrevalorado Octavio Paz,
más ahora debemos incluir otra ausencia, la de Ramón Chao, que también duele… y
harto.
Ramón Chao Rego (nació
en Villalba en 1935 y murió este mayo a los 82 años en Barcelona), fue un
periodista, locutor, músico y escritor español, publicó más de 20 libros y como
mucho europeos, encontró “su verdad, su lugar” en Francia, más allá de la
hipocresía intelectual española.
Su
linaje incluye otras personalidades: a sus hijos Antoine y Manu Chao
(fundadores de la banda Mano Negra) y a su hermano Xosé Chao, teólogo y
escritor cuyas propuestas rompieron en Europa los conceptos tradicionales
de la antropología social.
“Le Monde”, el crítico diario francés
cuyo origen se remonta a las últimas batallas de la Segunda guerra mundial
(1944), fue la tribuna desde la que Chao llamó nuestra atención hacia temas
cargados de mordaz humor. Ramón era un escritor perspicaz al que durante años
seguí a través de sus textos en “Le Monde diplomatique”, mismos que me ayudaron
a entender actitudes humanas que antes de leerle descalificaba como
“ignorancia”.
Ramón
Chao ganó el Premio de Virtuosismo de Piano, participó en el Servicio de
Lenguas Ibéricas, escribió en Triunfo, Le Monde y La Voz de Galicia, fue
designado Caballero de las Artes y las Letras de Francia, mas destacaré su
libro, “Un tren de hielo y fuego”, que durante años busqué y que tras poder
leer (pagándolo muy caro a una librería chilena vía internet), reafirmé que su lucidez estaba más allá de cualquier frontera delimitada
por lenguaje y banderas, pero también en contra de maliciosos intereses que a
punta de “futbolazos” y “tele dramas” nos han hecho olvidar que tenemos derecho
a la igualdad social.
Ramón
Chao presentó “Un tren de hielo y fuego” así:
"En este libro
cuento las vicisitudes del viaje en el tren de hielo y de fuego. Así le
llamaban porque arrastraba un vagón lleno de bloques de hielo para llevar a
Aracataca (el pueblo natal de Gabriel García Márquez; recuerden el principio de
"Cien años de soledad", cuando el gitano Melquíades les hace
descubrir el hielo a los niños de Macondo); y gracias a un sistema infernal iba
echando llamaradas de fuego durante el camino.
(…)
La
experiencia vivida será irrepetible: convivencia y promiscuidad,
descarrilamientos, enfermedades, acogidas entusiastas, despedidas tristes y
emotivas, problemas humanos, financieros, internos en el grupo. Una estancia
mágica en Aracataca, los encuentros con los guerrilleros, las reacciones
populares tras la muerte del narcotraficante Escobar... Este libro es un diario
y casi una novela que relatan el asombroso experimento realizado con la
realidad misma.
No
entiendo el karma de Colombia… bueno, tampoco es que comprenda el de méxico ni mucho menos el de Latinoamérica ni mucho menos el de África (salvo mi afirmación de que nuestras desgracias son responsabilidad de la obsesión de los europeos y los yankis de robar nuestros recursos naturales a costa de hundirnos en la ignorancia y de llenarnos de tecnología desechable), es más, hice ya muchas preguntas a mis hermanos colombianos sobre el tema cuando estuve con ellos (uno de los países más bellos que he visitado y del que más bellos recuerdos tengo, junto con Chile) y tras varias conversaciones, no obtuve ninguna
respuesta… creo.
¿Qué
razones llevaron a Manu y Antoine a montar un proyecto así sabiendo que podrpia ser el final de Mano Negra? ¿Por
qué incluyeron a su padre como testigo de la catástrofe que vendría? ¿Acaso sabían que sólo él podría presentarla con objetividad? A saber, pero me queda claro que Ramón Chao
consiguió retratar a Latinoamérica a través de Colombia y con ello nos dejó
muchas preguntas que por desgracia ya no está para responder.
Ramón
Chao, Un tren de hielo y fuego, 172 páginas, Editorial Cybermonde, 2001
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