Quizá muchos
no ubiquen a Dean Wareham, así que no conocerán a “Galaxie 500” y “Luna”, pero de
esas bandas fue su guitarrista y cantante en una época en la que aún no se popularizaba
el término “indie” y a los grupos cuya propuesta no era comercial se les llamaba “alternativos”.
A finales de
los 80s Dean (Nueva Zelanda, 1963), conoció a Naomi Yang (bajo), Damon
Krukowski (batería) y formaron a “Galaxie 500” en Harvard, cuya mezcla de alternativo
y slowcore les dio gran éxito. Entre 1987 y 1991 publican tres discos hasta que
Wareham los abandona (sobre ellos, cierta ocasión dijo: “la estructura del grupo -un trío, donde los otros dos integrantes son
pareja- era muy incómoda e inequitativa”), y con ello los convierte en un
grupo de culto.
Wareham fundó
después “Luna” con Stanley Demeski (batería), Justin Harwood (bajo) y graban ocho
discos. Tuvo fama, pero no la misma de su banda anterior (la revista Rolling
Stone los definió como “la mejor banda de
la que nunca has escuchado hablar”), se desintegran en 2005 y Dean, junto a
Britta Phillips, bajista de la banda (y actual esposa), editan varios cds y de
paso él escribe “Postales negras”.
“Ahora es más sencillo para un músico vender una
autobiografía que publicar un disco”, dice, “los de Clapton o Keith Richards son entretenidos, pero no los han escrito
ellos, ni tienen voz propia … en el de Glen Matlock o en el de Dee Dee Ramone les oyes a ellos”.
“Postales…”
fue aplaudido por la crítica al no ser la
autobiografía llena de excesos, sino confesiones de un músico que no logró
la fama, más no todos lo halagaron y Krukowski lo criticó duramente, a lo
que Dean aclara: “dejar un grupo es como romper
una relación. Siempre hay uno que se siente traicionado y se dedica a echar mierda.
Aunque me asombra que después de tantos años todavía me guarden rencor. Entiendo
que con una cerveza encima digas esas cosas, pero que las cuelgues en tu web…”.
Con “Luna” las cosas no cambiaron: la manera en la que se
desintegró, a punto de empezar una gira y tras iniciar Dean un noviazgo con la bajista
Britta (algo que acordaron entre
todos antes de contratarla que no sucedería), los dejó bastante molestos.
Wareham va más
allá de lo anecdotario y se revela como un mordaz narrador que describe lo que es
dormir en hoteles de quinta, de cómo la infidelidad destruyó su primer
matrimonio, sobre la cancelación de conciertos por no vender boletos, acerca de
las relaciones incómodas con sus compañeros, de la baja venta de discos y reconoce
la toma de malas decisiones, sin dejar fuera historias donde la cocaína y el
sexo a veces son los actores; mas no se justifica, acepta que “Luna” no alcanzó
el éxito de “Pixies”, pero ironiza: “no hay
nada como tener un pequeño fajo de billetes en el bolsillo obtenido por la venta
de camisetas”.
Además, la banda
fue uno de los primeros afectados por la aparición del grunge y el mp3: “las malas noticias
no dejaban de llegar ... la directora de Jetset Records nos dijo que el sello no
podría pagarnos el avance estipulado en nuestro contrato en una situación como la
de aquel entonces, con las ventas de CDs cayendo y las distribuidoras quebrando”.
El medio musical
no se salva de sus reflexiones: “¿mejoraron las cosas con la aparición de Nirvana? no, ¿se llenaron las ondas
de estupendo rock alternativo? no, todo empeoró, porque las radios alternativas
se convirtieron en un negocio mucho más grande, podría decirse que Nirvana arruinaron
todo”… y destruye el mito de la estrella de rock: “mi
foto salía en la portada de la sección de arte del New York Times, pero yo seguía
sin un centavo”.
Explica el
contenido del libro: “me arrepiento de
algunas cosas: nombres que habría cambiado, o un par de personas que
accidentalmente insulté, pero no me arrepiento de contar la historia de Galaxie
500; si algo tengo claro es que tenía que contar mi versión de la historia. De
todas formas, no puedes escribir un libro sin que alguien no se enfade contigo”.
Por si esto no fuera suficiente, el texto despide una incuestionable virtud: puede leerse sin que se
haya escuchado algún disco de los grupos donde tocó Wareham, e incluso, aunque su
estilo musical no sea del agrado.
“Postales
negras” es un relato sincero, emotivo y a su vez delirante que no deja
indiferente, pese a los altibajos de la vida de Dean, en donde la descripción
de su existencia, plagada de pocos éxitos y muchos fracasos, no tiene por qué
ser dolorosa, sobre todo si quien lo cuenta tiene el don de la literatura.
Dean Wareham, Postales negras, 404 págs, Editorial Libros de ruido, 2012
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