No solo los muertos del Covid, también Demonios (2)
Lo que realmente sucedió
Tras comprar
algunas cosas en un mercado emprendimos el regreso, mas en el trayecto mi
esposa sugirió pasar a la compañía telefónica para arreglar un asunto de mí
suegra: “ya valió madres, vamos a tener problemas”, me dije tras sentir un
calosfrío, pero guardé silencio.
Llegamos al
edificio de la telefónica, mi esposa bajó del auto, di un par de vueltas
buscando un lugar para estacionarme, mas no hubo, así que me situé en doble
fila, al igual que docenas lo hacían.
Conversaba con DO
cuando el auto que estaba estacionado detrás de mí se alejó abruptamente luego
de que un coche gris se detuviera a su lado, algo que después hizo conmigo y el
conductor hizo sonar su claxon, pero se pegó a él de tal manera que vendedores
ambulantes y peatones se acercaron para ver que sucedía.
–te están tocando la
bocina – dijo DO.
–no creo – dije
tras voltear discretamente y ver la parte delantera del coche estaba a la
altura de mi ventanilla, lo que dejaba la del conductor a la altura de donde
ella estaba sentada.
–es contigo… –
insistió asustada, mas la ignoré. Agudicé mi videncia.
El escándalo siguió
hasta que bajé el cristal para encararlo, más como no estaba exactamente frente
a mi tuve que asomar la cabeza para verlo, encontrándome con un joven,
visiblemente drogado, que al verme estiró el brazo hacia el asiento, tomó una
pistola y me apuntó.
–¡ave maría
purísima! – exclamó DO aterrorizada – te conoce y ha venido a matarte – agregó
estúpidamente, que lejos de irritarme me hizo reír, lo que junto a la manera
impasible en que veía al pistolero, le hizo enfurecer al pensar que me burlaba.
Amartilló el arma.
–¡a la verga! – gritó
mientras yo medía la situación: no podía bajarme de mi auto para encararlo pues
el suyo estaba pegado a mi portezuela, y si lo hacía por el lado del copiloto,
perdería valioso tiempo en aprovechar el factor sorpresa.
Lo miré de nuevo y
por su expresión concluí que más valía evitar el altercado. Se burló otra vez y
en ese momento su rostro traslució al verdadero autor de aquella agresión: un
demonio (para saber por qué lo supe que leer https://basurerodealmas.blogspot.com/2014/05/mi–vida–en–la–santeria–20–hay–entes–los.html).
–¡a la verga, puto!
– repitió, el demoniaco rostro se borró, vi de nuevo el rostro del vicioso y
recordé las veces que escuché esa frase mientras tenía una pistola apuntando a
mi cabeza, viviendo en Los Ángeles, situación a la que mi reacción siempre fue
permanecer inmutable.
Encendí el motor,
sin dudar metí el acelerador y salí aprovechando el espacio formado entre un
par de coches. Lo que siguió fue una persecución mientras mi amiga lanzaba desesperadas
oraciones y yo evitaba que nos alcanzara, que a esas alturas no sabía su
intención (lo averiguaría hasta el siguiente día), pues si era matarnos o
asaltarnos podría haberlo hecho desde el principio. En eso reflexionaba cuando
de una bocacalle surgió una camioneta con soldados de la Guardia nacional.
–¡alcánzalos! – gritó
DO señalándolo, lo que acabó con mi paciencia.
–¡cállate y sigue
rezando! – le ordené mas al oírla me inspiró ternura su angelical ingenuidad, pues desde que empezó la persecución yo
comencé con mis invocaciones al mundo espiritual y esas son infalibles.
La caza continuó al
tiempo que frente a mi auto surgían sombras negras y grises (no son lo mismo),
para tratar de distraerme, hasta que la luz roja de un semáforo nos detuvo.
Paré el coche a varios metros de distancia de mi perseguidor, de lado izquierdo
de la calle, en donde las únicas opciones eran girar hacia ese lado en la
esquina o seguir de frente.
– ¡adelántate! –
ordenó DO pensando que ello me daría ventaja, pero la ignoré pues nos colocaría
de nuevo frente a él y con la posibilidad que nos cerrara el paso apenas
avanzáramos.
Esperé y cuando el
semáforo cambió a verde no avancé y los autos que estaban detrás de nuestro
acosador comenzaron a apresurarlo tocando el claxon: aquello funcionó como lo
esperaba y el que nos perseguía dio vuelta a la izquierda pensando que yo haría
lo mismo, se pusieron dos coches detrás de él evitando que pudiera echarse en
reversa si lo intentaba, arranqué girando el volante hasta quedar del lado
derecho de la avenida y seguí de frente a toda velocidad.
No había manera de
que nos siguiera, pero faltaba lo más delicado: regresar por mi esposa al mismo
sitio donde comenzó todo. Marqué a su celular y a la tercera llamada contestó.
–casi termino… –
dijo sin más.
–nos está
persiguiendo un tipo armado – advertí – en cuanto vayas a salir del edificio
avísame, pero camina hacia la esquina, te veo en el semáforo… te subes rápido.
Así lo hicimos, las
sombras dejaron de cruzarse a nuestro paso, la recogí, salimos sin complicación
de aquella zona y rumbo al sur de la ciudad, mientras en el asiento trasero del
auto DO seguía presa de la histeria y lanzaba frases incoherentes. Le comenté a
mi mujer lo sucedido.
–lo hiciste bien – reconoció
extrañamente DO – nos salvaste del rufián.
–aunque no lo
creas, de todas las veces que me han perseguido en auto ni una sola han logrado
alcanzarme – respondí recordando de nuevo mi vida en los barrios del Este de
Los Ángeles.
–pero eres muy
negativo – bufó – Dios te ama y te ha salvado dándote una oportunidad de
enmendar tu pecaminoso camino… además, dices muchas groserías… debes hacer
meditación todos con los ángeles…
Así siguió mientras
mi esposa la ignoraba y yo contenía la risa (no es la primera vez que alguien
me excomulga sin ser el jodido Papa), hasta que me aburrió.
–¿2 más 2? – la
interrumpí.
–no entiendo qué
tiene que ver eso con tu actitud sacrílega ante la vida.
–muy sencillo: ¿de
qué te quejas acerca del problema que tienes? – me lancé sin consideración – de
que tus vecinos no te dejan dormir: todos están de acuerdo para molestarte
golpeando las paredes o haciendo ruido en el techo… día y noche.
–no comprendo –
dudó olvidándose de su perorata.
–el sicario se
colocó enfrente de ti para que lo vieras tú, no yo… hizo sonar el claxon sin
interrupciones, de la misma manera en que tus vecinos te acosan día y noche;
así que la agresión no era conmigo, sino contigo: lo que padeces en tu casa lo
acabas de vivir exactamente en la calle… 2 más 2 son 4.
DO abrió los ojos,
hizo mutis y al poco rato se quedó dormida. Cuando despertó pidió la dejara en
una central de taxis y se bajó despidiéndose como si nada me hubiera dicho (o
sucedido).
–Houston, la
perdimos – se refirió mi esposa a la frase
pronunciada el 13 de abril de 1970, cuando la misión Apollo 13 se vio forzada a
abandonar sus planes de llegar a la luna tras la explosión de los tanques de
oxígeno.
Levanté los
hombros.
Esa misma noche DO
llamó por teléfono a mi esposa, mientras yo leía el sorpresivo “Ella entró por
la ventana del baño”, del escritor mexicano Elmer Mendoza, pero a los pocos
minutos noté que la conversación se volvía ríspida. Tras colgar mi esposa se me
quedó viendo, digamos, frustradamente divertida.
–dice mi examiga
que no tienes derecho al mundo espiritual.
–vaya…
–afirma que eres el
mismito demonio…
–¿tantos años de
amistad y apenas se dio cuenta? – me burlé y subimos a dormir.
A la mañana
siguiente, temprano, DO me envió un mensaje de texto diciendo que su sesión con
H había sido muy “hermosa”, me agradecía la ayuda ofrecida, pero que no volvería
a verle. Mientras desayunábamos mi esposa y yo retomamos el tema.
–consiguieron
asustarla – avisó – sus enemigos sabían que con ello dejaría de ver a H, y de
paso, la alejaron de nosotros.
–vaya… con demonios
– dije bebiendo mi café chiapaneco – me queda claro que si lo lograron es
porque están a la mano… y esto advierte de problemas en el futuro.
–las veo como posesiones demoniacas temporales.
–la maldad necesita
de un nicho para poderse manifestar – aclaré tras usar mi videncia – ¿de qué me
quejo siempre en mi blog?
–de que hay mucho “hijo
de puta” sobrando en el planeta.
–ya no se trata de
demonios que vienen y se apropian de un cuerpo para destrozar la vida de una
familia, ahora la intensión es expandir la maldad usando gente cabrona.
–pero ella es
canalizdora y tiene mucha luz – señaló dando un sorbo a su taza de café.
–lo mismo me quedé
pensando anoche y…
–¡está claro! – me
interrumpió sin ocultar su asombro – esos demonios brincan de un cuerpo a otro
para generar calamidades varias veces al día, por eso en ocasiones, sin más, la
gente nos agrede en la calle.
–sí, sembrar el
caos en la vida cotidiana – cedí mientras miraba a través de uno de los
ventanales y extrañé los centenarios árboles que fueron destruidos para
construir departamentos donde algunos de sus moradores, si no es que todos,
son unos cabrones.
–así que lo que
sucedió no solo fue con el tipo que te amenazó con la pistola y a ella la
asustó, pues son situaciones que la sacan de su zona de confort – concluyó – ella
después te agredió con sus comentarios, ingenuos, pero al final arremetió
contra ti… “Houston, la perdimos” – reiteró y levanté los hombros.
Las llamadas
telefónicas nocturnas de DO a mi esposa se suspendieron, pese a que sus
problemas se han agravado, según nos contó una amiga tarotista de ambos.
Buenas noches Sr. Ujule Rachid.
ResponderEliminarLa verdad, me entra mucho miedo con todo eso.
Me recordó a este video:
https://youtu.be/Aw6nUBVzye0
La verdad usted tiene mucha fortaleza.
Atentamente
Este post me hizo pensar en la situacion que esta pasando en mi ciudad. Es el mismo tipo de personas atacando a todo el mundo. Pero principalmente a los que tienen su vida tranquila. Familias, ninos y trabajadores salen a diario al metro y la calle con miedo ante el posible ataque de estas personas. Lo curioso es que son los nacidos y criados en esta ciudad, ya que te encuentra con otros que comparten la misma cultura pero no nacieron aqui , y su comportamiento es completamente normal y nada agresivo.
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