Soy hija de Ochosi
1.
—¡Me vueles a tocar y haré que te arrepientas de haber nacido! —
le advirtió mi esposa encarando al autor de la osadía: una mujer vestida de
blanco que estaba formada detrás de ella.
—No te estoy haciendo nada… aún — le contestó en tono burlón.
—¡Otra vez aquí… molestando a nuestras clientas! — se quejó uno de
los cajeros — ¡vete antes de que llame a la policía — le advirtió saliendo del
mostrador para enfrentarla.
—Inténtalo, idiota — dijo la mujer — ya te lo advertí antes: soy
Santera y no sabes con quién te metes.
—¡Fuera! — le ordenó señalándole con el dedo índice la salida.
2.
Aquel caluroso medio día de sábado veraniego nos dirigíamos a
comer a casa de Marina y Edgar, un matrimonio con el que mantengo profundos
vínculos afectivos gracias, entre otras cosas, a que no profesan ninguna fe ni
práctica religiosa. Sin embargo, mi esposa debía realizar algunos pagos
bancarios, así que nos detuvimos en un Oxxo (cadena de tiendas de conveniencia en
las que también se puede hacer pago de servicios) para, de paso, comprar
cervezas.
Así, mientras esperaba su turno en una larga fila, me contó
posteriormente, primero percibió un leve roce en la cintura, a lo que no prestó
mucha atención, sin embargo, al poco sintió que una mano se posaba sobre su
cadera.
—¡Me vueles a tocar y haré que te arrepientas de haber nacido! —
le advirtió mi esposa encarando al autor de la osadía: una mujer vestida de
blanco que estaba formada detrás de ella.
—No te estoy haciendo nada… aún — le contestó en tono burlón.
—¡Otra vez aquí… molestando a nuestras clientas! — se quejó uno de
los cajeros — ¡vete antes de que llame a la policía — le advirtió saliendo del
mostrador para encararla.
—Inténtalo, idiota — dijo la mujer — ya te lo advertí antes: soy
Santera y no sabes con quién te metes.
—¡Fuera! — le ordenó señalándole con el dedo índice la salida.
La mujer fulminó con la mirada al empleado, más de inmediato
volteo a ver a mi esposa.
—Te veo en el estacionamiento, primor
— le dijo de manera lasciva, dio media vuelta y se encamino hacia la puerta,
hasta donde la siguió el empleado.
Sin embargo, no se fue, y dejando claro que esperaría a mi mujer,
sacó un cigarrillo y comenzó a darle fuertes caladas, lo que llevó al cajero a
quedarse en la entrada del local para vigilarla.
3.
Mientras eso sucedía, yo tuve que mover el auto para que saliera
una inmensa camioneta que por su tamaño amenazaba con golpear el costado
derecho de mi auto, quedando en el otro extremo del estacionamiento, tras lo
cual me dispuse a esperar a mi esposa para presenciar un hecho confuso que de
inmediato se tornó irritantemente patético.
Tras apagar el auto ella marcó a mi celular para contarme lo que
había sucedido en el interior de la tienda y describirme a la Santera, por lo
que le avisé estaría esperándola y al pendiente de cualquier cosa.
Minutos después, en cuanto salió mi esposa (olvidó que le comenté
había movido el auto, así que me buscó donde originalmente nos habíamos
estacionado), la mujer intentó aproximarse, a lo que de inmediato el empleado
reaccionó y dando tres grandes zancadas se plantó frente a ella.
—¡Quítate de mi camino, patán! — exigió la Santera, una mujer
obesa y a leguas divorciada de la higiene.
—Vete en este instante o llamo a una patrulla — la amenazó nuevamente
el hombre.
—¡Soy hija de Ochosi y te puedo destruir!
—Eres hija de mala madre, ¡lárgate ya!
—Machista, come mierda, misógino, prepotente, abusador de mujeres,
marico — gritó la religiosa al tiempo que sacaba de entre sus ropas varios
collares de santería para dejarlos caer sobre su pecho, se alzaba las mangas
para mostrar diversos ildés que sacudió frente a la cara del hombre para enseguida
levantar el puño derecho hacia arriba y repetir —¡Soy hija de Ochosi, soy hija
de Ochosi, Orisha vengador: dame tu poder justiciero! — posteriormente abrirlo
hacia arriba simulado recibir algo y
luego fingir que lanzaba “objetos” (imagine el lector piedras o cualquier cosa)
contra la tienda.
Mientras escuchaba aquel diálogo y veía al cajero volver a la
tienda, llamé al celular de mi esposa y le recordé dónde estaba colocado el
auto, por lo que al cruzar el estacionamiento para ir al otro extremo, no tuvo
más remedio que pasar frente a la Santera.
—¡Hipócrita, mustia, falsa! — le gritó, tras lo cual dejó de aventar objetos y simulando tener entre
las manos un arco con flechas, comenzó a
lanzarlas contra ella mientras gritaba —¡La punta de mis flechas están envenenadas
con la saliva de Ochosi!
Aquello me pareció tan patético que solté varias carcajadas, lo
que hizo enfurecer a la Santera, provocando que también echara flechas contra mi. Al llegar mi esposa al auto le sugerí se
subiera mientras decidía qué hacer con la mujer…
—Ode ata matase, agbani níjọ
to buru, oni ode gan fi di ja, a juba odé. Ase, Ochosi eu te saúdo*… —
comenzó a cantar terriblemente desafinada mientras seguía jugando a los indios
y vaqueros.
En primera instancia pensé en dejarla pasar, sobre todo porque
dada su obesidad sus movimientos eran bastante torpes, pero se veía tan llena
de seguridad en lo que hacía, que decidí sacar una cascarilla de la cajuela y
enviarle una ñoca, pero aquello no fue necesario, pues tal como prometió el
cajero, un auto policial hizo su aparición.
Descendieron dos uniformados: un hombre y una mujer, quienes de
inmediato se acercaron a la mujer para tranquilizarla, sin embargo, ésta
retrocedió y ante los sospechosos movimientos (de lanzar más flechas
imaginarias), los policías, previniendo que sacara un arma, se lanzaron contra la
escandalosa y con cierta dificultad, tras un leve forcejeo, la colocaron sobre
el cofre y le colocaron las esposas.
Una vez controlada el agente pidió sus datos al cajero (tendría
que ir a la delegación de policía a ratificar la denuncia), mientras su compañera
comenzó a registrarla y de entre sus ropas sacó una bolsa cuyo contenido eran,
a leguas, sobrecitos con cocaína.
La uniformada la mostró sonriente a su compañero, la dejó caer
sobre el toldo, después abrió su bolso y encontró una navaja de fuelle para luego
sonreír y advertirle:
—Con esto tienes para pasar unas buenas vacaciones en la chirona.
—¡Soy hija de Ochosi, soy hija de Ochosi! — comenzó a gritar de
nuevo la Santera mientras la agente la introducía a la patrulla.
4.
—Ya tienes una aventura más que compartir en tu blog — comentó mi
esposa con cierto fastidio, mientras nos alejábamos del lugar.
—Sí, pero ojalá fuera por algún tema positivo relacionado con la
Osha, por desgracia ahora las noticias son sobre el mierdero que hacen ciertos
iniciados en la religión de los Orishas… mejor busquemos otro Oxxo para comprar
las cervezas.
*reproduzco correctamente el oriki porque
lo conozco, pero en voz de la santera era menos que entendible.
Los administradores de este blog desean a todos sus fieles
lectores felices fiestas decembrinas, esperando
que el año 2024 los colme de riqueza, salud,
abundancia y prosperidad...
Felices fiestas decembrinas y que el año nuevo sea de serenidad para todos 🤗
ResponderEliminarSiempre se aprende algo de sus publicaciones, gracias por compartirlas. Me gustaría felicitarlo por su cumpleaños y un aniversario más de su blog. Que su paciencia se multiplique este nuevo año para que siga escribiendo. Bendiciones para usted y su familia
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