1.
Las maldiciones, a veces de la mano de la brujería, han existido desde siempre. Una maldición es un conjunto de palabras que conllevan el deseo de maldad contra una persona o varias, aunque también pueden incluir la invocación de una entidad obscura, un muerto o un dios para ejecutarla.
No cualquiera sabe soltar conjuros, pero se puede maldecir con palabras o con brujería:
- en la primera se tiene el don del decreto (un deseo de maldad), otros escupen odio (la ira es energía), y unos más conocen las palabras exactas (las pronuncian milimétricamente),
- la segunda incluye realizar un conjunto de actividades con la intención de alterar la vida de alguien.
Quienes saben injuriar tienen la capacidad de destruir la vida de una persona o de generaciones completas, pues saben qué, cómo y dónde decirlo (incluyendo la hora), para que los malos deseos surtan efecto.
2.
Mi familia es especialista en eso de las maldiciones: no porque sepan decirlas, sino porque durante generaciones las hemos padecido.
Las mujeres de mi linaje materno, por ejemplo, cargan con la maldición de no casarse y las que lo lograron se divorciaron. La mayoría de mis primas vive en la soltería, más algunas encontraron la manera de evitarla: viviendo en unión libre consiguieron que el maleficio no les perjudicara y han alcanzado relaciones estables. Lo curioso es que ellas creen que el amasiato ha surgido de manera espontánea y no como una opción para evitar la castidad, pero hay algo grave: una de ellas descubrió la salación tras realizarse una Constelación familiar.
3.
Cómo saber cuándo se padece una execración? Basta con identificar si hay circunstancias negativas a lo largo de la vida que se repitan cíclicamente aún y cuando se cambie de residencia o de país, si hay aspectos o situaciones vinculados a esos hechos, si al dormir existen sueños recurrentes sobre desgracias personales, si ciertas circunstancias provocan incomodidad o si lleganpensamientos negativos ajenos a la vida cotidiana, entre otras.
Cuando se trata de maldiciones generacionales se debe considerar si los problemas individuales se replican en la descendencia (tataranieto, bisnieto, nieto e hijo) y en la familia colateral (tíos, primos y hermanos). En contraparte, conviene averiguar si algún segmento del linaje no es afectado por esas desgracias.
4.
Algunas maldiciones son inmediatas y desaparecen en el momento en que se consigue hacer el daño pedido, otras son las generacionales ya citadas y finalmente las que acompañan al afectado hasta la muerte.
En el caso de las primeras pueden ser un divorcio, accidente, pobreza, enfermedad, abortos e incluso el fallecimiento: todo lo malo que se pueda desear contra una persona a corto plazo. Sobre las segundas ya puse un ejemplo con mi familia, así que sólo agregaré que si ninguno de los afectados se entera de que padece un maleficio, siempre atribuirán su origen a cualquier motivo menos a los malos deseos de alguien.
Acerca de las terceras me remitiré a otro caso familiar. Mi abuela murió a los 78 años y durante décadas padeció lo que los médicos identificaron como “Osteítis amorfa”, la cual provocó que sus huesos (brazos, piernas y rostro), se deformaran dolorosamente al grado de que antes de morir tenía una figura amorfa que rayaba en lo grotesco.
Cierta vez le señalé a mi prima que mi abuela padecía un maleficio y por ello su deformación, me dijo que ya lo sabía, pero que no haría nada porque ella era culpable de su soltería, al cuestionarle su actitud me dio evasivas, pero ante mi insistencia comentó que nuestra antecesora tuvo problemas con la mujer que las maldijo a todas.
Su posición me pareció ridícula y poco solidaria al grado que con el tiempo perdimos contacto. A la postre intenté tratar el tema con mi abuela, pero siendo una católica recalcitrante me mandó a lavar la boca con sosa y agua bendita, pues hablar de brujerías equivalía invocar al demonio.
5.
Mi abuela murió de un infarto mientras dormía. Nos enteramos horas después, cuando el rígor mortis ya había aparecido. Entré a su recámara luego de que la autoridad extendió el certificado y descubrí que habían desaparecido las malformaciones: sus huesos estaban lisos e incluso su rostro reflejaba una expresión de indiscutible tranquilidad: las maldiciones con las que vivió parte de su vida “se esfumaron” al morir.
6.
La continuidad de maldiciones puede ser más por la inconciencia que por los malos deseos a partir del nombre que se ponga a los descendientes: bautizar hijos, nietos, bisnietos y demás con el apelativo del padre equivale a “heredarles” sus maldiciones.
Veamos: si un hombre se llama Juan López Pérez y pone su nombre a su prole, será un 66 % idéntico al suyo, aunque lo que cambie sea el apellido materno. Así, el primer hijo de Juan López Pérez se llamaría Juan López Reyes y si este sigue la tradición bautizará a su hijo (el nieto), como Juan López Gómez y así seguiría con Juan López González (el bisnieto).
Cuál es el factor común? “Juan López”, lo cual ya implica una carga espiritual terrible pues el karma de una persona es un 50% individual, 25% herencia del padre y 25% de la madre. Llamar a los hijos con su nombre minimiza el causal de la madre y aumenta el del padre, mismo que a su vez exacerba por continuación de las maldiciones.
En el caso de que sea la madre quien optara por repetir su nombre en su hija, la situación no se complica pues no hay continuidad en el nombre de pila y el apellido materno: en medio está el apellido paterno, sin embargo, si es primogénito (mujer u hombre), heredará las maldiciones del padre.
Por qué? uno, porque espiritualmente el padre es el jefe-pilar del clan (cumpla o no con su papel), y por lo mismo su cimiente marca el destino de hijos e hijas, y dos, aunque no tengan el mismo nombre, por ser primogénito(a) tiene el primer lugar de la cadena de la descendencia, lo que hace que el sucesor “deba continuar” con el karma (pasado) del clan.
En este último punto las “causas-efectos” sobre el primogénito se activarán hasta la muere del padre, pues es el heredero quien debe continuar en la búsqueda de la evolución espiritual que su antecesor dejó incompleta, pues recordemos que la transmisión de karmas es generacional e incluyen maldiciones si alguien supo decretarlas.