Habían pasado tres años desde que atendí a Emelie
y a su esposo, https://basurerodealmas.blogspot.com/2014/06/es–lo–malo–de–los–libros–15.html, así que no me quedaba
claro el motivo de su llamada para agendar un encuentro.
Me citó en un restaurante ubicado al sur de
la ciudad, cómodamente cerca de mi casa; mi esposa pasó de ir y optó por comer con
S, su amiga judía y excelente tarotista que en esos días estaba estrenando
programa de radio.
“Cluny” obviamente es un establecimiento especializado
en comida francesa y acepté vernos ahí el sábado, pero hasta la tarde (a la
hora del café), sugerencia que no objetó.
Llegó puntual hasta la mesa en la que yo me
había sentado minutos antes, nos saludamos con propiedad (a fin de cuentas empleada
de la embajada francesa), pero ocultó su gusto por verme. Pedimos café y sin
más pregunté por su esposo (pensé que la intención de vernos era pedir ayuda por
nuevas brujerías), pero su informe fue hablar maravillas sobre él y lo bien que
van sus hijos en la escuela.
– tout
va bien, parfait – remató la descripción de su vida actual.
– me da gusto.
– ¿dónde aprendiste mi idioma? – me cuestionó
en español.
– en ningún lado: mi reencarnación anterior
fue en el Haut Rhin francés, por eso
se me facilita entenderlo, pero no lo hablo – expliqué – aunque quizá debería
estudiarlo – agregué, sonrió y concluí que seguro muchos mexicanos la
considerarían más que guapa.
Hicimos algunos comentarios más, luego agradeció
de nuevo haber salvado su matrimonio y cambió de tema al preguntarme, con
cierta emoción, si me gustaba leer al francés Michel Houellebecq.
– como lector tengo una relación ambigua
con él – señalé – le he leído unos cuatro libros y su posición anti–todo y sus
críticas contra el mundo occidental me parecen infantiles… creo que con los
años sus textos van de interesantes a menos… de seguir así dejaré de leerlo.
– ¿parce
que? – me interrumpió mirándome extrañada.
– quizá para ustedes Houellebecq sea un profeta, pero para mi es más un
provocador que un concientizador, no lo encuentro propositivo… acepto que entiende
a Francia, pero sabe que es una sociedad con muchas debilidades, defectos que
sólo utiliza para asustarlos con la posibilidad de perder sus comodidades en la
vida, lo cual me extraña tomando en cuenta que ustedes son bastante cultos…
– ¿vous
le considérez comme un menteur?
– buena pregunta – concedí reprimiendo mis
ganas de pedirle que hablara en español – acabo de leer una entrevista a la
escritora Virgine Despentes y si mal no recuerdo en una parte afirma que no le
parece que Houellebecq “tenga una
mentalidad tan simple como lo que deja entrever en sus últimos escritos, pienso
que hay un punto de provocación, de dar a la gente lo que quiere, de personaje”…
como verás, coincidimos: escribe lo que la gente quiere leer.
– cette
opinion ne laisse pas si mal – señaló ella.
– pareciera que no, pero por los 666
Demonios Sumerios que controlan este planeta, sus libros son meras bravatas,
mordaces y llenos de odio contra los propios franceses: vulgar fanfarronería… en
cada fotografía de los últimos 20 años mantiene la misma pose burlona,
despeinado y con su eterno cigarrillo entre los dedos… ello habla ya de un
producto y no de un autor… es tan patético que ser acusado de pornógrafo, xenófobo,
misógino y racista lejos de perjudicar su imagen la enaltece.
Tras oír esto último Emelie suspiró, abrió
su bolso, sacó una bolsa de la librería Gandhi, me lo entregó, sonrió con
tristeza (pero dado que eso podría ser contradictorio, digamos que lo hizo con
frustración), se levantó en silencio (hasta podría afirmar que con elegancia) y
se fue sin mayor drama (como acostumbran lo europeos).
Aquello me tomó por sorpresa, pero al menos
su diplomática partida me evitó un bochorno público (algo que tomamos con vergonzoso
drama los latinos). Pedí otro café, abrí la bolsa y contenía la nueva novela de
Michel Houellebecq, “Serotonina”, en cuya primera página había una dedicatoria
que decía: “avec ma gratitude éternelle”.
Días después, tras haber intentado leer el regalo (debo reconocer que lo abandoné
en la página 119), sigo sin entender el refinado drama que hizo Emelie en la
cafetería (aunque… tampoco es que importe: puedo esperar otros tres años a que
me busque para preguntarle el origen de su agravio). Lo que sí, tras el pésimo “Serotonina”,
jamás volveré a leer a Houellebecq.
Michel Houellebecq, Serotonina, 352
páginas, Editorial Anagrama, 2019