16 de junio de 2024

Manías

 


Recién tomé dos cursos de redacción y ortografía, impartidos por mi amigo de muchos años Camilo Reynaud (en su momento fue redactor de discursos del expresidente de México Vicente Fox), capacitaciones que me han ayudado a corregir (creo) mi forma de escribir.
 
Lo curioso fue cuando algunas personas se enteraron de que acudiría a las sesiones de todo un día, cada sábado y durante más de un mes: fui acusado, juzgado y condenado con comentarios que iban desde el “¿cómo es posible que después de tantos años de ser escritor te pones a estudiar redacción?”, hasta el irónico “si tú escribes bien, ¿qué le buscas más?”… incluso Camilo, durante uno de los descansos del primer día de clase, me llamó aparte y me soltó: “¿qué diablos haces aquí?”
 
Mi respuesta fue: “yo no sé escribir”, pero la reacción siempre fue un gesto de incredulidad, más había otro punto a favor de mi interés por el los cursos: eran parte de la capacitación obligatoria en mi trabajo, así que yo no los pagaría.
 
Haber participado tuvo como consecuencia trabajo extra: a partir de la capacitación mis compañeros se acercaban hasta mi escritorio para revise sus textos antes de entregárselos a su jefe. Lo irónico, cuando les hago observaciones argumentado las reglas gramaticales, la mayoría terminan soltando: “se nota que estudiaste”, pero también se me desarrollaron manías al leer.
 
Al principio fueron chispazos y después se convirtió en parte de lo que quizá debería hacer un buen lector (en realidad un lector obsesivo): encontrar errores ortográficos, de redacción o incluso hasta de lógica en la trama.
 
Cualquiera pensaría que la versión original de un texto, tras pasar por la revisión y corrección de estilo, sale hacia las librerías como algo perfecto, no sólo por la imagen del escritor, sino por la única razón que motiva a las casas editoriales: la vender libros a mansalva.
 
Por ello es inadmisible que un libro contenga errores ridículos, ya que en teoría un escritor es alguien que sabe escribir por encima de nosotros, los mortales, pero además es obligación de la editorial corregir fallas y poner en las manos del lector un libro que pase a la posteridad, así que vayamos a dos ejemplos de que ello NO es cierto.
 
1. Tengo pendiente un texto sobre la serie que John Connolly ha escrito sobre el detective-muertero Charlie Parker. Lo aplazaré hasta que lea los 19 volúmenes (tras el 15 no salió bien parado), saga en la que el irlandés evolucionó al protagonista de tal manera que exige ver hasta dónde será capaz de mutarlo para hacer que de nuevo valga la pena.
 
Sin embargo, me he encontrado en su interior errores imperdonables, responsabilidad de Tusquets Editores, encargada de publicarlos en méxico. Si bien es cierto que en ningún momento las fallas afectan la valía de la obra, es una llamada de atención para la editorial.
 
En el libro “Los amantes”, en la solapa, se comete un error gramatical (me enseñó Camilo a identificarlos) al presentar al autor y su obra: “la octava entrega de la serie, en la que Connolly se remonta al pasado del investigador para reconstruir periodos todavía ocultos y poco claros de su atormentado pasado”.
 
Como se puede observar se incurre en la llamada reduplicación: figura literaria que consiste en repetir dos o más veces una palabra, en este caso “pasado”, y reiterar una idea innecesariamente.
 
Tusquets suele incluir la leyenda “impreso en méxico” en sus libros, lo que no quiere decir que sean ediciones locales: su traducción la hacen españoles y tras breves adecuaciones las publican en otros países de habla hispana tratando de eliminar esos modismos, por lo que a lo largo de un texto pueden encontrarse las dos expresiones, manifestando con ello una falta de seriedad por parte de la editora.
 
2. Editorial Anagrama (localizada también en España y según su fundador Jorge Herralde, “una editorial política y contestataria”, hasta que hace siete años se incorporaron al neoliberalismo recalcitrante con los exorbitantes precios de sus libros), tampoco se salva de cometer errores, aunque en los suyos podrían señalarse como graves tal y como lo detecté en el libro “Juliet, desnuda", del británico Nick Hornby.
 
En este caso se trata de una falla sobre los tiempos en que transcurre la trama y que pone de manifiesto el descuido en el que se puede caer en el proceso de edición de una magnífica obra. Lo abordaré de otra manera compartiendo un mail que envíe a la Editorial:
 
Buen día... Tengo más de 25 años adquiriendo sus libros y jamás había encontrado un error tan garrafal (en ocasiones sólo fueron acentos y comas), como sucede con la primera edición del libro de Nick Hornby de "Juliet, desnuda", del año 2010. En la página 34 de dicho libro, señalan sobre el disco: "Juliet, aparecido en abril de 1968".
 
Y más adelante, en el mismo capítulo, hacen referencia al disco en cuestión para los años de 1992 y 2002, lo que crea cierta confusión en el lector al iniciar la lectura del libro, pues posteriormente el autor aclara que dicho álbum apareció en 1986. Así que la frase correcta es: "Juliet, aparecido en abril de 1986": santos errores disléxicos!!!
 
Les pido poner más atención en sus ediciones pues sus libros en mi país son excesivamente caros: para no ir más lejos éste de "Juliet, desnuda" costó el equivalente al 5% de mi salario mensual, por lo que uno esperaría adquirir un 100% de certeza en la traducción de lo que se leerá. Saludos
 
Cuatro días después recibí esta respuesta:
 
Estimado/a lector/a, Sentimos las molestias ocasionadas. Le agradecemos la información y el comentario que nos aporta. Lo pasamos al departamento de edición para que lo rectifiquen para próximas ediciones. Cordialmente Silvia López, Editorial Anagrama
 
Desconozco si habrá próximas ediciones del libro, pero ¿qué garantía hay de que a Nick Hornby se le haga justicia en materia editorial?
 
No creo saber más por haber tomado un par de cursos de ortografía y redacción, ni me dedicaré a husmear en los libros para encontrar errores de edición, pues ello me llevaría a dejar de disfrutar el placer de la lectura; quizá fue la escucha del disco de Nuno Mindelis, Free Blues, y luego el homónimo de Camper Van Beethoven, lo que me llevó a escribir este (seguro para algunos) chocante texto.
 
Como sea, uno nunca termina de aprender.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Porque la gente sataniza a quien quiere mejorar? Del diario aprendemos algo nuevo; en lo personal, al releer libros descubro algo que en un inicio no percibi o entiendo lo que en la primera lectura no entendi. Dígame en que no debemos actualizarnos? A estas alturas del partido, el que no se actualiza se queda obsoleto y nadie lo sabe todo como para decir que no lo nesecita. En fin, muy buen texto para reflexionar.

ujule rachid dijo...

hola anónimo, gracias por tu comentario... sí, se debe actualizar para no oxidarse... yo tomo unos 5 / 7 cursos al año, y vale la pena... saludos...