24 de noviembre de 2020

Temerosos de Dios

Cuando Pedro Juan Gutiérrez sugirió la lectura de “Cuentos completos”, de Flannery O' Connor, me llamó la atención que señalara: “los leo en pequeñas dosis, siempre poniendo distancia… no hay otro manera”.
 
Revisé la biografía de Flannery en un rato de ociosidad y me encontré con que sus textos datan de los años 50s del siglo pasado, pero era una recomendación de Pedro Juan, y aunque ya no soy afecto a leer viejos autores, opté por tratar de comprarlo.
 
Sí, tratar, porque no fue sencillo, aunque tampoco un suplicio como ha sucedido con otros textos si se hacen sacrificios para pagar su precio. Tras preguntar en varias librerías la respuesta fue: “está agotado”, “no lo tenemos”, “está descontinuado”, “no existe”, hasta que en una, tras revisar en su sistema, el empleado dijo:
 
– sí lo tenemos, pero está en la sucursal de Puebla – en provincia, a unas cinco horas de donde vivo – tardarían dos semanas en traerlo.
– está bien – me resigné a salir sin el texto en la mano, fui a liquidarlo, hice el trámite y quedaron de avisarme vía mail en cuanto lo tuvieran.
 
A los tres días fui notificado que mi pedido había llegado, pero acudimos hasta el sábado, y mientras culminaba mi compra mi esposa se quedó revisando las novedades. Fueron tres personas a las que enseñé el talón de pago, mismas que soltaron un “buena compra”, “un gran libro” y “magnifica escritora”, fui remitido a atención a clientes y tras dármelo el empleado agregó un: “se lleva una excelente obra”.
 
O' Connor nació en Georgia, en 1925, y murió en 1964: una vida corta y aquejada por incómodas enfermedades como lupus. Su obra también es breve: dos novelas, una compilación epistolar, otro de poesía y dos de relatos, más que suficiente para que la crítica la aclamara como una de las representantes más importantes de la literatura sureña yanki.
 
Por su parte, los académicos la incluyen dentro del llamado, “Gótico sureño”, un subgénero que en lugar de narraciones sobrenaturales, describe cuestiones sociales y racismo, colocándola bajo ese criterio a lado de Cormac McCarthy, William Faulkner, Eudora Welty, Tennessee Williams, Carson McCullers y Truman Capote.
 
A la par de sus estudios literarios se licenció en sociología, periodismo y literatura inglesa, lo que le permitió hacer énfasis en temas que incomodaban a los sureños, motivo por el cual su obra fue definida como grotesca, a lo que ella respondió: "todo lo que salga del Sur será llamado grotesco por el lector del norte, a menos que sea grotesco, en cuyo caso se lo llamará realista".
 
O' Connor tiene un estilo sarcástico y se burla de la sociedad yanqui, sobre todos de los negros, a quienes describe como inmorales, cínicos, violentos, incisivos, y a su vez, temerosos de Dios por su brutal ignorancia, lo que denota su desprecio por ellos, más como señala Hanif Kureishi sobre la autora, en un texto publicado por The Guardian: “sabía que no le gustaban los negros, y cuando conocía a uno, se preguntaba si le agradarían si fueran blancos”.
 
Le doy la razón a Pedro Juan: a Flannery no la puedes leer de un tirón, de ahí que su libro estuviera meses a lado de mi cama, alternándose con 5 o 6 novelas, así que si lo ven no duden en comprarlo: de verdad está descatalogado.
 
Flannery O' Connor, Cuentos completos, 832 págs. Editorial Lumen 1971 (2005)


18 de noviembre de 2020

Arte inspirado en Mi vida con los muertos (2)

 Continuando con las expresiones de solidaridad de la cadena embajadoresdelibros en Instagram, les comparto nuevas expresiones de arte desarrolladas por las lectoras de mi nuevo libro, "Mi vida con los muertos", así como otras inspiraciones de algunos amigos. Para quienes tengan interés, algunas de las creadoras han dejado interesantes reseñas sobre mi texto. 



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8 de noviembre de 2020

Algunas verdades sobre Yemaya (homosexuales en Ifa)

 


1.
Suelo recordarlo numerosas veces: caminar sobre la playa conlleva a pensar en Yemayá y Olokun, en el mar y su profundidad, dos deidades que a muchos asustan, nadie vincula entre ellas y pocos comprenden. 


Por ejemplo, si en los meses de octubre se camina sobre las playas del caribe mexicano, se puede tener la suerte de ver cuando las olas se tragan la arena y dejan al descubierto, por momentos, algunas ruinas ideales para hacer ebboses, de las pocas obras que a cambio de lo escaso que pide Yemayá, entregan todo, pero luego, horas después, cuando se busca de nuevo dichos vestigios ya han desaparecido.

 
No se confundan, ella es madre (la primera y la única), se ha dicho hasta el cansancio, pero también es caprichuda, y por lo mismo, a su alrededor se tejen leyendas (algunas no me constan, me las han contado y/o las he leído), donde, por ejemplo, exige ofrendas para regresa el cuerpo de un ahogado, de esos ególatras que entran al mar sin respeto y salen convertidos en cadáveres.
 
Sí, mucho amor de los Santeros al mar, pero nadie se pregunta a quién pertenece la playa, esa arena que bien se disfruta o provoca desesperación por meterse en todos los rincones del cuerpo humano, también sirve para enterrar ebboses, darse baños para quitar la mala suerte, va dentro la sopera de Olokun, o en el extremo, se usa para hacer brujerías, sí, pero nadie sabe a quién pertenece.
 
Es como la unión del río y el mar donde hay peces que no necesitan atraparse para hacer ebboe: se recuesta uno en sus aguas y deja que se acerquen a picotear el cuerpo para llevarse las maldiciones maternas, pero ¿de quién son las (mal llamadas) dos aguas? ¿Oshún o Yemayá? no importa su origen sino para qué sirven.
 
2.
Reflexiono sobre esto mientras escucho a Ludwig van Beethoven, su sonata “Moonlight Sonata Op 27 No. 2”, en manos de la pianista rusa Anastasia Huppmann, que, obvio, siendo la Luna la representación astrológica de Yemayá, a muchos les quedará clara la referencia.
 
Esa obviedad de ligar a la luna con Yemayá tiene espejos donde algunas circunstancias, astros u objetos, de inmediato se ligan con un Orisha, como por ejemplo a los gays: siempre se les vincula con Oshun, pero gran error pues quien les hace frente es precisamente la iracunda dueña del mar. Y así podría seguir con aclaraciones, pero mejor nos quedamos con Yemayá, la responsable de que haya homosexuales en Ifa.
 
3.
Es polémico el tema de los Babalowos gays, más la posibilidad existe y está determinada por el odu Ogunda Kete, el cual incluye este patakie:
 
En la tierra de Adonile, había una vez un hombre que se llamaba Adekoyi, el cual era maricón, y estaba perdidamente enamorado de Yemayá Atamara, la cual era mujer de Orunmila.
 
Ella deseosa de ofikale trupon con Adekoyi, fue a verlo para pedirle que viviera con ella, donde él le dijo que lo haría si ella que era la dueña de los grandes secretos de Osha y el Diloggun, le enseñaba el dominio de esta. Dominada por su lujuria volcó en él sus conocimientos y cuando fue a pedirle el premio de su recompensa, él le dijo: que todavía faltaba, que viviría con ella si era capaz de hacer que Orunmila le hiciera Ifa. Ella intercedió valiéndose de sus mañas logrando que Orunmila le hiciera Ifa.
 
En virtud de esa consagración, la personalidad de Adekoyi cambió, haciéndose un hombre responsable de su religión y con numerosas mujeres en su harén. Yemayá al ver aquella transformación aumentó más su furor por ofikale trupon y creyéndose merecedora del premio y deseosa, partió rumbo a la casa de Ogunda Kete, el nuevo nombre de Adekoyi, y le dijo: Vengo para que cumplas tu promesa conmigo. Él le respondió: por ser la mujer de mi padrino, el cual me ha dado mi valor y hombría en esta tierra, serías la última mujer con que yo viviría. Yemayá despechada por aquellas palabras cogió una canasta de mercancías y salió rumbo a la plaza donde grito a los cuatro vientos y a viva voz lo siguiente: todos ustedes para que sepan, ese al cual Orunmila le hizo Ifa y ahora se llama Ogunda Kete y que es muy famoso por sus mujeres y su poder, en mi tierra se llamaba Adekoyi y era maricón. Por lo cual Orunmila ha ofendido la tierra de este reino.
 
Comenzaron las murmuraciones de los habitantes de aquella tierra pues ya Ogunda Kete había consagrado a varios de sus congéneres, los cuales también habían sufrido la transformación del poder.
 
Orunmila enterado de aquello, llamó a Ogunda Kete y a sus ahijados y estando arrodillados ante él, les dijo: el poder que les di no se los puedo quitar, pero dos caminos les quedan en la vida: uno, no consagrar a más nadie de sus congéneres, pues todos los que consagren en la tierra Orisha Ifa serán araye… dos, si quieren conservar la vida nunca más pueden caer en su antigua falta y los llevó frente a Eshu, donde se hizo el gran secreto del sellamiento de Odidi (ano) para con eso quitar las murmuraciones que Yemayá llevó sobre Orunmila y sus ahijados.
 
Y aquí caemos de nuevo en las confusiones: Orunmila advirtió que “no consagrar a más nadie de sus congéneres, pues todos los que consagren en la tierra Orisha Ifa serán araye (serán vistos con malos ojos)”, pero ¿a qué se refiere con congéneres: no tener ahijados o no iniciar a otros homosexuales?
 
Si algún Babalowo valiente (y bien estudiado) se atreve, que nos aclare este punto, pero por lo pronto señalemos que esto tiene su origen en Cuba, ya que en la Nigeria yoruba ser gay está ridículamente penado y castigado con la muerte, mientras que la diáspora cubana presume tener una evolución favorable en la religión, afirmando que ya muchos iniciados en la Osha e Ifa son homosexuales.
 
Aún queda pendiente de aprobar (en Cuba, obvio), el acceso de mujeres a Ifa, la Sociedad Cultural Yoruba lo rechaza y el Templo Ifá Iranlówo lo autoriza, donde Yemayá está dejando oír sutilmente su opinión a partir del oddu Otura Iroso: las puertas de la casa de Orúnmila están abiertas para sus hijos e hijas y ninguno está impedido de cruzar el umbral.
 
4.
Volvamos a Yemayá y hagamos otras aclaraciones: se sabe que de ella nace la vida y la fertilidad, era la dueña del cementerio hasta que Oya y Shangó se lo quitaron con engaños, es la única propietaria de la riqueza material (NO es Oshún) y es la verdadera Orisha muertera (NO es Oya), y también representa la intelectualidad, decisiones justas y sabiduría, y en el extremo, el carácter voluble, arrogante, irracional y necio.
 
Sí, ello se ha dicho hasta el cansancio, al igual que esa estupidez de la diáspora cubana de que se le sincretiza con la Virgen de Regla, pero los religiosos de Osha e Ifa olvidan que sus castigos están cargados de justicia, que el mar no reconoce esquinas, que para nacer sus hijos primero deben pasar por el doloroso crecimiento de las espinas dentro de su alma, y por lo mismo, no la tienen nada fácil ante los retos del destino al que les condena a vivir.
 
“Necia”, se señaló antes, y sí, por eso Yemayá es responsable de que haya homosexuales en Ifa, y ello no es malo: en términos de moda ya se le reconocerá como una Orisha incluyente en los caminos de la diversidad, porque al final todos los seres humanos son sus hijos.

3 de noviembre de 2020

Atrás quedaron los años virulentos

Pixies ha tenido ya varias reseñas en este blog, así que no tiene mucho sentido contar su historia si no es para decir que la banda se formó en 1986 en Boston, se desintegraron en 1993 ante la falta de éxito, se reunieron en 2004 exclusivamente para dar conciertos, su bajista los abandonó en 2013 y solo hasta entonces comenzaron a grabar nuevo material… y tan tán.
 
“Tan tán” porque sus recientes grabaciones, “Indie Cindy”, “Head Carrier” y el nuevo “Beneath the Eyrie”, musicalmente quedan a deber, aunque creo que este último es el que menos entusiasmo ha provocado.
 
Decir que Pixies fue uno de los grupos más propositivos de los años 90s es algo que no se puede discutir, aunque a cambio recibió la indiferencia de la crítica y pocas ventas de discos, mas fue su separación la que los convirtió en una “banda de culto” para un público acostumbrado a no valorar lo que en su momento tiene en sus manos.
 
Y regresaron: Tras la traumática salida de Kim Deal vino la muerte de su sustituta Kimberly Shattuck, luego llegó Paz Lenchantin y comenzaron a grabar discos que, uno tras otro, se han convertido más en el trabajo solista de su líder Black Francis que el proyecto de una banda.
 
Ni que decir que la calidad de Black como compositor es indiscutible, más con el paso de los años al guitarrista se le nota más calculador que espontáneo, más en el reciclado que en el riesgo, más en el andar con tiento que tirarse a la aventura… más con el peso de la edad que soltando la imprudencia.
 
Su séptimo disco de estudio pretende ser una reivindicación de la ironía lírica, la distorsión, el underground, la disfuncionalidad de cada integrante del grupo y la búsqueda de energía que los caracterizó en sus inicios, pero convertidos ya en la metáfora, abusando de las guitarras acústicas y de la moderación cercana al pop, haciendo de la espontaneidad meros chispazos de lo que era un lisérgico sonido parido en un húmedo y oscuro garaje.
 
“Beneath the Eyrie” no es malo: la acidez del guitarrista Joey Santiago, la precisión rítmica de David Lovering y la paranoica voz de Francis siguen ahí, junto con las bien acopladas cuatro cuerdas de Lenchantin, pero ya no es lo mismo, apestan a refinamiento, a sonidos asépticos.
 
Podríamos imputar de esa pulcritud al productor Tom Dalgety (trabajó con Siouxsie, Royal Blood y Ghost), acusarlo de ser inglés y de no entender la música de las cloacas yanquis… culpemos a la banda por su edad o señalemos que el origen es la ausencia de la retorcida Kim Deal: el tema es que su música no prende.
 
Al llegar a la parte de “temas a destacar” tuve que pensarlo antes de decir ninguno, así que me armé de paciencia y saqué objetividad para recomendar “St. Nazaire”, “On Graveyard Hill” y “Long Rider”. Por lo demás Pixies destila dignidad (no podría ser de otra forma dada su leyenda), pero atrás, muy detrás, quedaron sus virulentos años.