24 de agosto de 2020

El Babalowo hacía trampa con los gallos de pelea


1.
Me lo contó el propio Babalowo*, hijo de Eleggua, al que rara vez vi trabajar religión, aunque era asiduo a toques de tambor, sin aparentes ahijados, escurridizo, tramposo, nómada permanente y simpático por naturaleza.

Conforme lo traté (pese a que era muy desconfiado), me contó algunas de sus aventuras gracias a las cuales pude ir armando un panorama de su vida, sobre todo a raíz de la siguiente anécdota.

2.
Durante uno de sus viajes por el interior del país (o lo que es lo mismo: en una de sus huidas de la ciudad por motivos poco claros, pero que obviamente remiten a un tramposo hijo de Eleggua), terminó viviendo un año en el estado de Michoacán, en una comunidad costeña cercana a la turística Playa Azul, donde las actividades ilícitas no se diferencian de las legales.

En esos rumbos conoció a un gallero con quien estableció amistad y al paso de las semanas, gracias a su labia, consiguió le develara los misterios detrás de las peleas de gallos, su crianza, las quinielas y hasta los secretos para que ganaran sin que se notara la trampa, más lo que no sabía el apostador es que era Babalowo y un bribón.

Al principio el gallero llevaba al religioso a peleas reglamentadas en Palenques para que se familiarizara con el ambiente, pero después lo adentró en el mundo de las Galleras ilegales, donde se jugaban grandes cantidades de dinero provenientes del narco y en las que las inconformidades entre los galleros o los apostadores se zanjaban machete en mano o balazos.

Finalmente, el gallero le fió un par de gallos a su aprendiz (que él le liquidó conforme le fueron dando a ganar dinero) y lo recomendó para que fuera aceptado en el círculo de combates clandestinos de la región.

Lo que nunca imaginaron ambos es que verían enfrentados sus gallos en una pelea donde tuvieron que hacer uso de sus respectivas mañas, pues estaba de por medio su vida si perdían, ya que los dos principales narcos locales (rivales), habían apostado mucho a sus referidas aves.

3.
Contó el hijo de Eleggua que una calurosa noche los ánimos estaban caldeados en una Gallera prohibida, por la presencia de narcos, acompañados por bellas mujeres y protegidos por sus sicarios, la asistencia de vecinos del pueblo, de aficionados de comunidades aledañas y hasta de extranjeros, quienes bebían alcohol y consumían drogas a mansalva.

– 500 mil pesos al rojo – dijo un narco mirando burlón a su rival.
– voy al cenizo – aceptó el otro, reto a partir de la cual, y durante los siguientes 15 minutos, desataron las apuestas mientras las boletas cambiaban de mano entre los asistentes.
– también 15 mil al colorado – dijo alguien más entre las gradas.
– pago – respondió una escotada mujer, desbordando grotesca sensualidad, sentada filas abajo.

4.
– le manda un mensaje el patrón: más le vale que el cenizo gane – le dijo al Babalowo uno de los sicarios del narco que apostó a su favor, dejando ver la pistola que llevaba a la cintura, y al parecer lo mismo hizo uno de los matones del traficante contrario con su amigo.

Ambos cruzaron miradas de lejos, confirmando el religioso que en ese momento la amistad no existía y la noche terminaría mal. Como fuera, él había preparado a su animal la noche anterior:

Le inyectó calcio y vitamina para que aguantara la riña, limó el pico para dejarlo filoso y preparó las navajas que irían en el espolón… antes de dormirse el Babalowo recordó las mañas que el gallero le había enseñado y supuso que las usaría contra él: la que más le preocupaba era ponerle cocaína al gallo en el pico, y aunque fueran amigos, no estaba dispuesto a dejarse ganar, así que se levantó, encendió una vela y habló con Eleggua, pero algo lo inquietaba así que tiró el epkuele.

5.
La concurrencia guardó silencio, el juez dio la señal – me contó el hijo de Eleggua – los dueños de los animales los soltaron, el público empezó a gritar y los gallos volaron por los aires buscando la muerte del otro. Durante minutos se hicieron daño, hasta que el juez pidió los contuvieran para limpiar las navajas, quitar la sangre y recoger la plumas caídas.

Como se estila, el gallero tomó por la cabeza a su animal, le sopló aguardiente para refrescarlo y cubrió las heridas con tierra. El Babalowo ni siquiera volteó a ver si hacía la trampa de la cocaína, pues él ya tenía su plan: hizo una mezcla de ceniza con aché de santo y discreto cubrió las lesiones del gallo, lo sopleteó con aguardiente, palmeó sus alas y le sopló iyersun en el pico, le jaló el cuello y luego lo pellizco para enfurecerlo: el animal se irguió en segundos y sus plumas se encresparon coincidiendo con el aviso para continuar.

Los dos hombres soltaron a los animales, el del hijo de Eleggua dio unos cuantos pasos y calló al suelo, pero sin poner el pico en el suelo (que se toma como señal de rendición), al tiempo que el de su amigo volaba por los aires, más instantes antes de caer sobre su enemigo esté se movió, levantó las patas y con la navaja le rebanó el cuello.

6.
Los asistentes celebraban el resultado (o se quejaban, según el caso), mientras el Babalowo reanimaba a su gallo y hacía cuentas de los beneficios económicos por la victoria, más sus pensamientos fueron interrumpidos por un niño (ocasional recadero de su amigo), quien jalándolo de la camisa le entregó un trozo de papel y se alejó.

Lo desdobló y leyó la palabra “huye”, identificó la letra, recordó que la noche anterior la cadena había arrojado Okana Kakuin y le quedó claro que ya fuera que su gallo hubiese ganado o perdido la pelea, su vida estaba peligro. También recordó que la consulta cerró con Ojuani Otura, así que en lugar de quedarse a cobrar las apuestas, se escabulló y salió de la comunidad jurando no volver.

7.
– encontré el número de teléfono del gallero en unos papeles – me confió el hijo de Eleggua tras aquello, durante un toque de tambor en honor a Shangó, y luego de haber convivido en la mesa de Babalowos – me ha entrado la curiosidad de si aún se acuerdan de mi en Playa Azul.
– ¿y?
– le marqué pero no contestó – dijo confuso, colocándose ante la silla donde me encontraba acabando mi platillo – no sé si no quiso o ya no puede hacerlo – se me quedó viendo y agregó – dicen que eres buen vidente, quizá podrías...
– no – me adelanté a su petición – mejor acepta el regalo que te dio Ojuani Otura ese día y no tientes más a la suerte – me levanté, le entregué mi plato sin terminar (su impertinencia me quitó el hambre) y me fui.

* a partir de hoy se publicarán gradualmente los últimos textos sobre osha e ifa que escribí y quedaron rezagados en mi pc.

17 de agosto de 2020

Ayúdame por favor


1.
Si hay algo que he aprendido del estudio del karma es a identificar las mentiras de quienes se prestan a la fatalidad como pretexto para responsabilizar al prójimo de sus desgracias, menos a aceptar sus culpas como entendimiento de depuración de pecados (ojo con la hipocresía judeocristiana: pecados).

Lo anterior lo señalo porque precisamente el sistema de esclavitud llamado karma cree que puede engañarme con correos titulados “Ayúdame por favor”, a los que yo debería responder como parte mi recién descubierto sobre un falso desino, entendiéndose falazmente que mis dones son una maldición a la que debo dar salida sacando al ser humano de las consecuencias de sus decisiones.

2.
Así, “Ayúdame por favor”, como asunto de correos electrónicos que recibo, es para mí sinónimo de trampa, problemas, acoso, hostigamiento, exigencia y persecución, pues conlleva las siguientes circunstancias:

a. en términos de psicopatía me advierte peligro,
b. no hay variación ni estadísticas: a las pocas horas de recibir la primera petición, entra otro correo exigiendo confirmación de recibido,
c. después llega una reclamación de respuesta,
d. hablamos de personas que viven en diferentes países, con diversos horarios, a quienes no importa si la diferencia entre el suyo y el mío son dos horas, para el caso de américa, o siete para europa,
e. en menos de 24 horas el mensaje incluye más reclamos reivindicando soluciones y/o quejas ante mi silencio.

Ante un mensaje con el asunto “Ayúdame por favor” señalaba al consultante que necesitaba información sobre la situación planteada, marcando que atender un problema llevaba tiempo e implicaba hacer consultas espirituales, detalles que siempre me negaban con el argumento de que para eso “soy vidente y todo debo saberlo”.

Curiosamente NUNCA preguntaban por el costo de mis servicios, que si bien todos saben que no cobro por responder mails, por lo menos se esperaría un poco de diplomacia (hipocresía, pues) en ese sentido.

3.
Mas los autores del “Ayúdame por favor” no se limitaban a reclamar: exigían mi número de teléfono para contarme el problema, ya que les cansaría escribírmelo vía mensaje, pedido al que tras negarme argumentando que a nadie le resultaba “rentable” estar hasta altas horas de la madrugada en conversaciones telefónicas, dio como resultado desde desprecio hasta amenazas de muerte (pese a llegar recomendados por grandes amigos).

Así, ya sea porque mis actividades sociales, familiares, salud o laborales no me daban tiempo de consultar mi mail; por la premura que exigían los demandantes, o porque me negaba a dar mi número de teléfono, todos reaccionaban igual: pasaban de “pedir” a advertir, despreciar, maldecir, insultar y de llegar hasta la puerta de mi casa para meter un par de balazos en mi cabeza.

4.
En facebook las cosas no variaban mucho: llegaba la solicitud de amistad, uno o dos likes a mis publicaciones y luego el contacto vía messenger con saludos, adulaciones, conversaciones superfluas, a veces planteamiento de un problema, pero de inmediato la solicitud de mi número telefónico y de nuevo, ante mi negativa la advertencia, el desprecio, la maldiciones, los insultos y las prometidas balas.

5.
Esto me hizo recordar, a su vez, la plática que tuve con mi padrino Curandero hace muchos años, sobre la actitud de algunos de sus aprendices:

– ¿te has dado cuenta que apenas y llegamos al templo mi esposa y yo, tus ahijados nos ven con desprecio y se salen del Sagrario?
– no – mintió como era su estilo – pero pondré más atención – prometió.
– en realidad no creas que nos importa que lo hagan – señalé – ni mucho menos los motivos…
– es envidia – me interrumpió – ustedes son mis ahijados más adelantados…
– … el tema es que no entiendo – lo ignoré a su vez – ¿qué no se supone que estamos aquí para ser mejores personas, en lugar de comportarnos como aquellos que le joden la vida a tus pacientes, mezquindades que son el motivo por que vienen a verte?

Esto a su vez me ha hecho recordar cómo una de mis más grandes virtudes (sí, es malo que uno las señale, pero humildemente lo haré para fines ilustrativos), como lo es mi infinita paciencia, ha terminado por agotarse y tras largos años de borrascosa amistad he optado por el silencio ante mujeres y hombres que no cumplieron con su promesa de amor eterno… y respeto.

6.
Podría transcribir los textos reclamatorios, incluyendo desde los insultos hasta los nombres y/o mails de sus autores, mas sería darle importancia a gente despreciable que más que soluciones, busca llamar la atención ante su anodina existencia… o que en términos de karma se merece lo que les sucede.

Así, lo anterior mejor me lo quedo como una serie de aprendizajes más de su servidor:

a. no todo lo que brilla es oro,
b. cada quién sus karmas,
c. no siempre lo malo es injusto,
d. nunca escupas al cielo.

Eso sí, desde la última amenaza, hace un par de meses, en cuanto llegaba un mail a mi bandeja de entrada con el asunto “Ayúdame por favor”, me queda claro que es una trampa y quien escribe un mentiroso, así que ya no me tomo la molestia de leerlo: de inmediato lo borro.

10 de agosto de 2020

Llévate un ejemplar de mi libro Mi vida con los muertos


Los administradores del Blog Basurero de almas, Seablue y Ujulerachid, te invitan a ganar un ejemplar, completamente gratis, de mi nuevo libro “Mi vida con los muertos”, en formato electrónico.

Cualquiera puede participar de la siguiente forma: envía un texto al correo ujule.rachid@gmail.com, donde compartas una experiencia personal con un desencarnado, muerto o fantasma.

El escrito deberá contar con un máximo equivalente en word a 3 cuartillas, al cual deberás poner un título, anexando en el cuerpo del correo tu nombre completo, o un alias, y tu país de origen. El ganador, además de llevarse mi libro, verá publicada su historia en el blog “Basurero de almas”.

La fecha límite para enviarnos tu historia es el 31 de agosto de 2020 y el resultado se dará a conocer el 3 de septiembre en facebook.com/ujule.rachid.

¡Suerte!

3 de agosto de 2020

En la hora de nuestra muerte



Existen varias formas de vincularse con el mundo de los desencarnados: una es la espiritual, siendo médium, espiritualista, muertero, vidente o espiritista; la otra, siendo artista. Hay más, pero quedémonos con estas.

Para el caso del arte, la fotógrafa norteamericana Sarah Sudhoff* tiene una historia por demás curiosa: al cumplir la mayoría de edad un amigo de la infancia se voló la cabeza de un disparo. Sobre la experiencia comentó: “Mientras visitaba su casa el día después del evento, presencié a un equipo de limpieza limpiando a vapor la alfombra de su habitación. Todos los rastros físicos de las últimas 24 horas habían desaparecido”.

Sudhoff fue testigo del lavado de los restos de sangre acumulados en la alfombra, sillones y paredes, lo que le llevó a cuestionarse sobre las señales que dejan las personas en su entorno en sus últimos momentos de vida: “La muerte, como el nacimiento, es parte de un proceso. Sin embargo, los procesos de muerte a menudo están protegidos de la vista. Hoy en la sociedad occidental, la mayoría de las familias dejan a un completo la tarea de preparar el cuerpo de un ser querido para su lugar de descanso final ... ahora la mancha de la muerte se elimina rápidamente y la escena se limpia y normaliza”.

Fue así que decidió dar inicio a su proyecto “At the Hour of Our Death” (se traduce como “En la hora de nuestra muerte”), el cual consiste en fotografiar a detalle objetos que hayan tenido un último contacto con el fallecido, como sillas, tapices, sábanas, sillones, camas, ropa, mosaico o cobijas, independiente del motivo de la muerte: enfermedad, suicidio, accidente, asesinato o sobredosis, y en donde obviamente destacan sangre, fluidos, residuos, manchas que, según la autora “son obras de arte que sacan de contexto la tragedia y obligan a reflexionar sobre la fisonomía de la muerte”.

Se explaya: “Las imágenes son mi intento de frenar los momentos, antes y después de la muerte, en un solo marco. Ello nos permite contemplar lo que generalmente es invisible y comprometernos con un proceso con el que hemos perdido la conexión. Todos moriremos algún día”.

Sin embargo, no se debe ver a Sudhoff como morbosa o una practicante de parafilia visual: hace años recibió tratamiento para el cáncer uterino y le inspiró otro proyecto “Repository” (traducido como “Repositorio”), donde ella misma se fotografió en hospitales, morgues y galerías médicas.

Es realista sobre los límites a los que está llegando su trabajo artístico: “Al principio era fácil fotografiar esos tejidos manchados. La novedad y la curiosidad me protegían emocionalmente. Ahora, un año después, la brecha entre la cámara y el objeto está desapareciendo y todo se hace emocional, física y mentalmente más difícil”.

Agrega (durante una entrevista que formará parte de un documental sobre su obra fotográfica), sin ocultar ya agotamiento: “Tengo que recorrer grandes distancias para acceder al material, en los almacenes no hay calefacción ni aire acondicionado, el olor de los textiles no es fácil de llevar y psicológicamente es un trabajo cansado”.

Sudhoff remata, sin dar pie a cuestionarla: “No pienso que la muerte sea un tema extremo para explorarlo como fotógrafa. Lo queramos o no, todos moriremos algún día, pero muchos deciden ignorarlo ... por eso la muerte se vuelve fértil como tema de exploración artística”.

* por obvias razones esta entrada no incluyen imágenes de los dos proyectos de la autora, si alguien se interesa, en la web podrá consultarse su obra.