24 de febrero de 2020

Lo consiguieron de nuevo



Ya sé que a los lectores no les interesan las entradas sobre libros o música que se publican en este blog, pero les tengo noticias: leer y oír música lo hago más seguido que realizar “limpias” o hacer consultas espirituales, así que… ni modo, en la vida se trata de hacer lo que nos gusta.

The Teskey Brothers, ya conocidos de este blog, siguen activos y nos sorprendieron en 2019 con su nuevo CD, “Run Home Slow”, el cual respalda la reputación que este cuarteto viene construyendo, desde hace 12 años, a partir de que se fundaron en Australia.

La banda tiene la virtud de grabar discos que se escuchan de un tirón: poseen una mínima discografía, pero en sus cd’s ningún tema sobra (considerando la crisis creativa en la escena musical actual), lo cual es de admirarse. Por si no es suficiente, están en constante evolución sonora, por la cual la crítica coincidió en definirlos como una rara joya musical.

Su primer cd, “Half Mile Harvest”, presentó una exquisita combinación de blues-rock (con leve toque sureño), que llamó la atención por ser grabado en su propio estudio casero, autoproducido y lanzado de forma independiente. El éxito de las ventas y la calidad de su sonido análogo, hizo que fuera elegido por “Dirty Rock Magazine” como el mejor disco internacional de 2017, lo que les llevó a firmar con Decca Records.

“Run Home Slow” mantiene su base blussy, ratifican su estilo, pero expanden sus resonancias hacia el soul de la vieja escuela de la Motown (con ciertos aires góspel y ecos de jazz), sin sacrificar su personalidad y pese a la inclusión ocasional de una sección de metales y teclados que enganchan al escucha a cada nota.

El motor de The Teskey Brothers lo componen la peculiar voz de Josh, junto con los puntuales requintos de su hermano Sam, mas el bajo de Brendon Love y la batería de Liam Gough no se limitan a ser la “base rítmica” y ello se refleja en la comodidad que desarrollan como grupo en sus 11 temas, a los que se debe agregar la producción Paul Butler.

Si bien al grupo se le trataría de emparentar con sonidos ecléticos del soul de Otis Redding, Andrew Strong, Jackie Shane o los ficticios The Commitments (toda una referencia obligada en el género), se trata de arriesgar y se lanzan con todo al publicar el sencillo, “Hold Me”, que incluyen sólo percusiones, aplausos y un discreto órgano para dar una clase magistral de inigualable soul/gospel.

Temas a destacar, todos, pero la emocionante “So Caught Up” ilustra su nueva propuesta. Más allá de Taylor Swift, Jay Z, Rihanna, Bad Bunny, BTS, Miley Cyrus, Marshmello, Billie Elish y demás mierda popis come-cerebros, The Teskey Brothers lo consiguieron de nuevo y han unificado a la crítica musical (me incluyo), al considerar “Run Home Slow” como el mejor disco de 2019.

Si alguno de mis amables lectores no ha disfrutado de un buen trago, del licor que gusten, mientras escuchan cualquier tema de la discografía de los The Teskey Brothers, como “So Caught Up” o "Pain and misery", me temo que no han disfrutado nada de la vida.

13 de febrero de 2020

Al Diablo que todos llevamos dentro

Un cliente norteamericano pidió un libro del siglo XIX, tras recibirlo, mandó un mensaje diciendo que se hallaba en estado deplorable. El vendedor estaba seguro de que había descrito adecuadamente el ejemplar, pero le dijo al cliente que podía devolverlo. El libro devuelto llegó en una bolsa de papel con marcadores en las páginas que tenían ilustraciones. El lomo estaba roto como si el cliente hubiera fotocopiado las páginas ilustradas, lo cual indicaba que nunca tuvo intención de quedarse con la obra. El vendedor informó de este hecho a ABE Books (la web mediante la cual se había hecho la transacción). El sitio pagó la restauración del libro y el cliente fue recompensado con una severa reprimenda. Luego escribió una ristra de correos altisonantes y ofensivos donde destacaban frases como estas:

CLIENTE: Nunca olvidarán esta venta. Cada vez que se abata sobre ustedes la mala suerte, culpen a su karma… soy profeta de Dios y remito este mensaje en nombre de Jesucristo.

Unas semanas después, el cliente mandó un sobre lleno de folletos con instrucción para identificar al “Diablo que todos llevamos dentro”.

Diciembre de 2019. Mi esposa entra esa mañana a la recámara, abre las cortinas, la luz me da en el rostro y la desvelada (junto con la borrachera) explota.

- ya es hora – avisa – tenemos la comida con tus amigos (¿les conté que el dormitorio de su servidor está tapiado, de manera que no se cuele la luz natural por ningún resquicio?) – y luego ella baja a la sala

“Mis amigos”… más de 35 años de conocernos (solo falta O: https://basurerodealmas.blogspot.com/2015/07/mi-amigo-o-y-los-aztecas-en-el-mas-alla.html) y ahí seguimos: haciéndonos viejos y divirtiéndonos, gustosos del soul y del reggae, desafectos al alcohol, pero enviciados con jugar dominó, y lo mejor, con quienes las palabras Santería, Desencarnados, Mayombe y Brujería, gracias a mis demonios sumerios preferidos, simplemente no existen.

Me incorporé sobre la cama y concluí que beber whisky plain no es tan sano como pensaba. Me dispuse hacer una meditación para ahuyentar la resaca, pero las carcajadas de mi esposa llamaron mi atención, así que decidí bajar para ver de qué se trataba.


El motivo, no había otra opción, era la lectura del libro “Cosas raras que se oyen en las librerías”, de la poeta, ensayista y cuentista británica Jen Campbell, quien de trabajar como anticuaria en una librería pasó a convertirse en crítica literaria, en escritora, y actualmente tiene un influyente canal en youtube donde aborda reseñas, obvio, de literatura.

“Cosas raras que se oyen en las librerías” (de donde extraje la anécdota inicial de esta entrada), es su primer y divertidísimo libro resultado de una recopilación realizada en distintas librerías de Gran Bretaña, e incluye numerosas anécdotas (acompañadas de dibujos que hacen más ágil su lectura), sobre clientes que entran a una tienda de libros a preguntar no siempre sobre textos.

Si bien es cierto que estamos ante una compilación de situaciones jocosas que desde la primera hasta la última página tendrán al lector destornillándose de risa, en el fondo el libro también es una alarmante radiografía de la ignorancia sobre qué es una librería, la cultura popular y la falta de entendimiento de la literatura como expresión artística.

Comencé a leerlo un día antes, el sábado, y lo concluí el mismo día, mientras esperaba que una  Chamana amiga nuestra terminara de atender a sus últimos pacientes, para poder saludarla y darle el abrazo de fin de año, y fueron mis indiscretas risotadas las que llevaron a mi esposa a pedírmelo una vez que lo terminara.

En suma, un recomendable texto para quienes gustan divertirse leyendo y al que sólo le pondría un “pero”: su brevedad, misma que provocó por parte de los editores la arbitraria inclusión de un insulso anexo sobre casos de librerías españolas que carecen de gracia y desentona del concepto original de Jen Campbell.

Jen Campbell, Cosas raras que se oyen en las librerías, 148 págs. Editorial Malpaso,  2015

5 de febrero de 2020

Pinches desencarnados.


Es 1 de enero de 2020 y he comido de pie en la cocina. Una Santera cubana, heredera directa de la sabiduría de Ferminita Gómez, Osha Bi, me advirtió años atrás que un Santero NUNCA come de pie, me dio las razones, pero yo las voy a obviar al no ser tema de este texto. Ante mi está un plato con las sobras de una pierna de cerdo al adobo, un trozo de pan, y a lado, un vaso con dos sorbos más de whisky.

Son las 19.20 horas. Mi esposa fue a comer a casa de su hermana. Concluí un par de micro-Consultas espirituales (solo contesté sobre el camino espiritual, recomendaciones para deshacerse de problemas inmediatos y los dones en la actual reencarnación), publiqué la letra del año 2020 para méxico, leí un poco a Nick Hornby y terminé un texto sobre una iniciación chamánica, en la costa del pacífico, de la que no me acordaba.

Observo los restos del whisky, me da pena tirarlo, pero no suelo ingerir alcohol después de comer, y mientras reflexiono sobre el destino del líquido ámbar, viene a mi mente una conversación que tuve con Rubén Cuevas, Ojuani Ni Shidi, casi un año después de su fallecimiento, cuando se me apareció para confesarme que con respecto a Ifá, dijo textualmente, “las cosas no son como yo pensaba”.

Luego, me hundo en mis reflexiones: hay dos nuevos desencarnados acosando el edificio donde vivo… el primero, un “él”, se largó bajo el amparo de un infarto y dejó desamparada a su esposa, a quien durante años maltrató, y ahora ella extraña la violencia intrafamiliar… el segundo, un “ella”, cuya muerte la prensa calificó de “suicidio” (vaya mentira pública, perdón, púdica, uoops: impúdica), lo que sin venir a cuento vino a ratificar, en voz de los ignorantes, la vigencia de “Another brick in the Wall”, de Pink Floyd.

Algo que me impresiona sobre la vida de estos dos, que me remite a uno de mis pensadores predilectos de todos los tiempos, el teólogo Martin Lutero, quien afirmó: "La razón humana es como subir un hombre borracho a un caballo; lo subes por un lado, y se cae por el otro". Sí, una cosa es lo que la gente cree saber sobre los que se van al más allá, y otra las cuentas que deberán empezar a pagar antes de llegar.

Pero la naturaleza de los fantasmas es cabrona* y este par pugna por empezar a asustar a la gente decente… bueeh, no tanto, digamos que solo les urge aterrorizar a mis vecinos, cuyas recónditas perversiones tratan de ocultar tras cerrar la puerta de sus departamento, pero cuya indecencia se cuela sonoramente por las ventas o se refleja en la amarga expresión con la que deambulan sus víctimas (la familia), entre sus salidas y entradas a la calle, por motivos escolares o laborales.

No los entiendo, adelantaron a los 40 días de rigor antes de tomar conciencia de que tras ser cadáveres, se han convertido en presencias etéricas: ¿cómo lo consiguieron? ¿será que se creen con el derecho a recibir “la luz”? ¿o se arrepintieron tan pronto de sus pecados?... Yo que los conocí, puedo decir: de mí, cabrones, no la esperen.

Comí de pie en la cocina, muy sabroso. El par de inminentes ánimas en pena no se acercan por las protecciones que tenemos en casa, pero ello no quita que en su búsqueda de luz intenten visitarnos. Me contradigo y vacío el resto del whisky de un trago. Pinches desencarnados.

* una vez más recomiendo leer el texto “El sino del escorpión”, del escritor mexicano José Revueltas, para entender la naturaleza de todos los seres vivos… y muertos.