27 de febrero de 2022

No solo los muertos del Covid, también Demonios (1)

 

Si bien lo mío no es involucrarme con demonios, como Curandero y Espiritualista no me quedó más remedio que enterarme del tema a través de mis padrinos, pero sobre todo por el Curandero Felipe.
 
Gente cercana me ha contado de una mayor presencia de ellos en nuestro plano, sobre todo derivado del tema del COVID19, donde los desencarnados se han incrementado en nuestro planeta de manera alarmante (https://basurerodealmas.blogspot.com/2020/10/el–covid–rompio–el–equilibrio–entre.html).
 
El tema de esta entrada son los demonios, pero no del Diablo que imaginamos de color rojo, alto, con cuernos, patas cabrías, rabo, trinche y musculoso, muy a lo fitness. No, me referiré a sus representantes, quienes habitan entre nosotros desde tiempos inmemorables y buscan orillarnos al pecado (perdón por la ironía).
 
Muchas experiencias me han compartido angelólogos, sanadores, curas, babalowos, mayomberos, reikistas, chamanes, espiritualistas, santeros, curanderos, terapistas, espiritistas o amistades, quienes han coincidido en lo que llaman una “desagradable vivencia”, en la cual hizo acto de presencia un demonio.
 
Nunca dudé ni negué que ello pudiera ocurrir, pues mi quehacer espiritual siempre me da más sorpresas de las que haya vivido antes, más no había presenciado una vivencia personal de ese tipo… hasta hace unos días.
 
Lo que aparentemente sucedió
 
DO llevaba semanas deprimida por problemas con sus vecinos que la tenían sin dormir y que comenzaban a pasarle ya la factura a su salud. Es angelóloga y canalizadora, por lo que llamó mi atención que hablara casi a diario con mi esposa para desahogar sus penas. Y lo menciono porque yo no entendía por qué lo que ella llama “sus seres de luz” no le ayudaban, así que en un desplante empático sugerí que la lleváramos con H.
 
No daré detalles sobre los dones de H, un poco por respeto (y mucho por precaución, por aquello de mis enemigos y con los que H siempre me ayuda a lidiar), más aclararé que es de lo mejor que hay en méxico.
 
DO aceptó y nos pusimos de acuerdo para vernos el sábado, cita a la que llegó puntual (en mi casa), esa fresca y nublada mañana, y de ahí nos transportamos en mi auto al norte de la ciudad. Conocedor de que a mi amiga le “asusta” la practica muertera, desde hace años omito comentar el tema, pero a cambio debo escuchar pacientemente sus soliloquios sobre sus aventuras con sus alados angelitos.
 
Ya ahí, H nos sugirió hacernos un despojo a mi esposa y a mí, por lo que luego de una hora salimos con DO sin ocultar su felicidad por lo bien que se sentía y prometiendo regresar hasta que solucionar su problema.
 
Compramos material esotérico en un mercado cercano y emprendimos el regreso, mas durante el trayecto mi esposa pidió pasar a la compañía telefónica para arreglar un asunto de su madre: “ya valió madres”, me dije tras sentir un calosfrío en la espalda, mas no dije nada.
 
El tráfico fue fluido hasta llegar al edificio de la telefónica, ubicado en un barrio inseguro y de conflictivo tránsito vehicular, el cual conozco por tener ahí amigos Santeros y Curanderos. Mi esposa bajó del auto, di un par de vueltas buscando un lugar para estacionarme, mas no lo encontré, así que lo coloqué en doble fila al igual que docenas lo hacían.
 
Conversaba con DO cuando el auto que estaba estacionado detrás de mí se alejó rápidamente luego de que un coche gris se detuviera a su lado, algo que después hizo también conmigo haciendo sonar su claxon, pegado a él de tal manera, que vendedores ambulantes y transeúntes se juntaron para ver que sucedía.
 
–te están tocando la bocina – dijo DO.
–no creo – dije tras voltear discretamente y ver la parte delantera del coche estaba a la altura de mi ventanilla, lo que dejaba la del conductor a la altura de donde ella estaba sentada.
–es contigo… – insistió asustada, mas la ignoré.
 
El escándalo siguió hasta que un vendedor se detuvo frente a mi auto y me miró con odio, lo que me irritó y casi provoca que le hiciera una señal con el dedo, más la prudencia se impuso, bajé el vidrió y decidí encarar al tipo que claxoneaba, más como no estaba exactamente frente a mi tuve que asomar la cabeza para verlo y me encontré con un joven, visiblemente drogado, que al verme estiró el brazo hacia el asiento, tomó una pistola y me apuntó.
 
–¡ave maría purísima! – exclamó DO aterrorizada – te conoce y ha venido a matarte – agregó estúpidamente.
 
El pistolero y yo cruzamos miradas, más le irritó la manera impasible* en que yo lo veía, así que amartilló el arma mientras sonreía burlón.
 
–¡a la verga! – me gritó mientras yo medía la situación: no podía bajarme de mi auto para encararlo pues el suyo estaba pegado a mi portezuela, y si lo hacía por el lado del copiloto perdería valioso tiempo en aprovechar el factor sorpresa.
 
Lo miré de nuevo y por su expresión concluí que más valía irme.
 
–¡a la verga, puto! – repitió mientras recordaba las veces que escuché esa frase, con una pistola apuntando a mi cabeza, mientras viví en Los Ángeles, situación a la que mi reacción siempre fue permanecer inmutable.
 
Encendí el motor, calculé el espacio que había entre su auto y el que tenía delante, y concluí que no podía maniobrar: me eché en reversa, erróneamente el matón también, sin dudar metí el acelerador y salí aprovechando el espació formado entre dos coches que circulaban sobre la avenida.
 
Lo que siguió fue una persecución mientras mi amiga lanzaba oraciones y yo evitaba ser alcanzado por el pistolero, hasta que en algún punto salió de una bocacalle una camioneta con soldados de la Guardia nacional.
 
– ¡alcánzalos! – gritó DO, lo que acabó con mi paciencia.
–cállate y sigue rezando – le ordené mas al oírla me inspiró ternura su ingenuidad, pues desde que empezó la persecución comencé con mis invocaciones al mundo espiritual.
 
El acoso siguió hasta que la luz roja de un semáforo nos detuvo. Paré el coche a varios metros de distancia de mi perseguidor, dejando una gran distancia entre nosotros y de lado izquierdo de la calle, en donde las únicas opciones eran girar hacia ese lado en la esquina o seguir derecho.
 
– ¡adelántate! – ordenó DO pensando que ello me daría ventaja, pero la ignoré pues nos colocaría de nuevo frente a él y con la posibilidad que nos cerrara el paso apenas avanzáramos.
 
Esperé y cuando el semáforo cambió a luz verde no avancé y los autos que estaban detrás de nuestro acosador comenzaron a apresurarlo tocando el claxon: aquello funcionó como lo esperaba y el que nos perseguía dio vuelta a la izquierda pensando que yo haría lo mismo, se pusieron dos coches detrás de él evitando que pudiera echarse en reversa, si lo intentaba, arranqué girando el volante hasta quedar del lado derecho de la avenida y seguí de frente a toda velocidad.
 
No había manera de que nos siguiera, pero faltaba lo más delicado: regresar por mi esposa al mismo sitio donde comenzó todo. Marqué a su celular y a la tercera llamada contestó.
 
– casi termino… – dijo sin más.
– nos está persiguiendo un tipo armado – advertí – en cuanto vayas a salir del edificio avísame, pero camina hacia el frente, a la esquina, te veo en el semáforo… te subes rápido.
 
Así lo hicimos, la recogí y salimos sin mayor complicación de aquella zona.
continuará…
 
* no piense el lector que esa inmutabilidad es resultado de valentía, es simplemente costumbre de estar a punto de perder la vida desde niño, incontables veces y en las más variadas circunstancias.


14 de febrero de 2022

Fragmento de Muertero (con el Curandero Felipe)

 


El dramático suceso quedó arreglado en el mundo de los vivos, pero en el de los muertos, las leyes son diferentes, así que, en su etérea ignorancia, Pedrito había provocado ya la muerte de varios niños en esa piscina, razón por la cual la vigilancia por parte de la administración del hotel era más que exagerada.
 
Mantuve los ojos cerrados para visualizar el origen de tantos accidentes y comprendí que la gerente del hotel, conocedora de las artes oscuras, estableció un pacto con el pequeño de manera que se encargara de ahogar más niños en las albercas de otros hoteles para desprestigiar a los que representaban una peligrosa competencia comercial. Así, Pedrito se convirtió en el líder de una jauría de pequeños desencarnados a su servicio, los cuales recibían los tradicionales pagos por parte de la administradora, como sacrificios de animales, flores, pólvora, aguardiente y demás, al tiempo que ella se afianzaba en su puesto ante el dueño por su eficiente labor.
 
La situación me pareció más que perversa, pero no era asunto mío, hasta que abrí los ojos y descubrí frente a mí a Pedrito y su séquito, unos siete muertos más, mirándome con odio.
 
—¡Lárguense! —ordené, pero no se inmutaron.
 
Observé al líder y caí en la cuenta de algo que me sobresaltó: Pedrito no era un desencarnado, se trataba de un demonio, y no estaba preparado para enfrentarme a ellos, así que tracé mentalmente un círculo de protección e invoqué al curandero Felipe.
 
No tardó en aparecer, como siempre hacía desde que hicimos el pacto, tras su muerte, de que estaría conmigo trabajando espiritualmente cada vez que lo requiriera. Sentí su presencia detrás de mí, su energía era inconfundible, así que no tuve necesidad de voltear a verlo.
 
—Un difunto que acepta matar, como es el caso de este «niño», se puede convertir en demonio por decisión propia —advirtió—. Él sabe cómo hacerlo, pues fue humano, a diferencia de Satanás, por ejemplo, quien siempre ha sido una entidad, él no asesina, así que no sabe qué se siente, solo induce a quien cometa el crimen para alimentarse de la energía negativa que se genera al momento de obedecerlo.
—Vaya —expresé, recordando las largas pláticas de enseñanza que tuve frente a él.
—Pero en el fondo sabes perfectamente qué hacer.
—Nunca me enfrenté a demonios, no me lo alcanzaste a enseñar —protesté para justificar por qué lo había llamado.
—Te lo revelaré: aunque se haya convertido en demonio por el maltrato al que fue sometido en vida, incluyendo la manera en la que fue asesinado, al mismo tiempo tiene miedo de seguir siendo lastimado en el plano etéreo, pero, en el fondo, por extraño que te parezca, Pedrito sigue siendo un desencarnado.
—Vaya —me resultó lógico lo que dijo.
—Así que, para enfrentarlo, lo que tienes que hacer es desarmarlo, romper su coraza maléfica, ya que, así como por decisión propia aceptó ser un líder, y después convertirse en demonio, de igual manera puedes hacer que vuelva a ser un espectro, con lo cual, en algún momento pedirá le des luz.
—Vaya —repetí.
—Creo que no me estás entendiendo —me amonestó—: en el fondo, todo muerto convertido en demonio está pidiendo ser liberado para poder continuar su camino hacia la reencarnación.
—Te entiendo, pero yo no tengo la intención de enfrentarme a ellos, solo quiero regresar a mi habitación sin que estos cabrones se me echen encima.
—Por ahora no los enfrentarás, pero tendrás que hacerlo por Anahí.
—Mierda, tío, no seas así —me quejé—, no puedo ir por la vida dándole luz a cualquier pinche muerto que se me atraviese.
—Pedrito debe irse —insistió—. Ya lo entenderás, pero, para tranquilizarte, no lo realizarás aquí… Será más adelante, y es importante que lo hagas, porque, al liberarlo, el grupo de desencarnados perderá a su guía, se disgregará y, con ello, más muertes inocentes se evitarán.
—Ese no es mi problema —reiteré mi posición.
—Lo harás —avisó, sin alzar la voz, sin amenazas, como cuando estaba vivo, con ese tono que no daba pie a discusiones.
—Solo quiero irme a dormir —cedí—. La cascarilla aleja desencarnados, no demonios.
—Tan sencillo como eso —dijo, y la mano con la que yo la sostenía fue manipulada e hizo el primer trazo en el suelo. Eso fue suficiente para que todos desaparecieran. Felipe se despidió, y subí a dormir.

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4 de febrero de 2022

Hace 7 meses trataron de matarme

Pocas de mis amistades cercanas conocen la historia, más creo ha llegado el momento de contarla aprovechando que el místico número 7 (por los siete meses que se cumplen del suceso), lo tengo entre mis manos. Aquí los hechos.
 
Durante 2021 estuve promocionando mi libro “Mi vida con los muertos” en diversos medios de comunicación (entrevistas radio, la web y periódicos). Una charla en directo, acordada con “La reina magazine”, se pospuso dos veces por fallas técnicas apenas iniciaba la sesión, consecuencia de una personita cercana a mí que estaba trabándome todo (curioso, tras el suceso y consultar el motivo se redujo a envidia).
 
Aquí comienza lo interesante: lectores del blog Basurero de almas, amistades y algunas familiares recibieron invitación directa de mi parte para presenciar la video-entrevista, razón por la que esta persona estaba enterada y supo establecer su objetivo.
 
El tercer intento de la charla se suspendió un par de minutos de iniciada, mis sentidos se afinaron y mis protectores espirituales se activaron. Todo fue rápido, como sucede en los casos de brujería: sentí un malestar, la pantalla de mi celular se deformó, por inercia saqué un pantallazo y se interrumpió la transmisión.
 
Mi esposa bajó a la sala en ese momento y me miró con curiosidad por la sorpresa con la que veía la imagen capturada.
 
–¿qué sucede? – preguntó.
–me acaban de matar – respondí, le mostré el teléfono y se alarmó.


Como dice la vieja canción de The Beatles (que no es que me guste mucho su música), With a little help from my Friends, gracias a la ayuda de ciertos amigos el atentado se arregló sin mayores consecuencias más que un interminable cansancio el resto del día.
 
Si se observa con detalle la foto se puede percibir que tengo los ojos hundidos y morados, entrecerrados y sangro de la nariz, aunque en la vida real nada de ello sucedió. Así son los brujazos.
 
Por obvias razones no doy de talles de quiénes ni cómo solucionaron, pues la envidia sigue carcomiendo el alma de esta persona, pero es irónico que sus acciones no son por temas espirituales, ni alguien que me odie por haber ayudado a un paciente, ni por mis opiniones sobre el mierdero que hacen muchos religiosos con la Osha e Ifa, simplemente por celos.
 
Se reprogramó la entrevista para la siguiente semana, la cual atrajo a mucho auditorio, pese a que no le hice promoción, para evitar que quien trató de matarme metiera de nuevo las manos, misma que transcurrió sin sorpresas, y si bien me dejó satisfecho, me inquietaba saber que quien atentó contra mi vida es alguien con quien mantengo comunicación permanente.
 
Te aclaro: el único que decide cuándo vamos a morir es el creador de todo lo que nos rodea, como se le guste llamar, así que como dijo la poeta Patti Smith “Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos"… y sí, debe quedarte claro: yo no moriré por los tuyos.