14 de febrero de 2022

Fragmento de Muertero (con el Curandero Felipe)

 


El dramático suceso quedó arreglado en el mundo de los vivos, pero en el de los muertos, las leyes son diferentes, así que, en su etérea ignorancia, Pedrito había provocado ya la muerte de varios niños en esa piscina, razón por la cual la vigilancia por parte de la administración del hotel era más que exagerada.
 
Mantuve los ojos cerrados para visualizar el origen de tantos accidentes y comprendí que la gerente del hotel, conocedora de las artes oscuras, estableció un pacto con el pequeño de manera que se encargara de ahogar más niños en las albercas de otros hoteles para desprestigiar a los que representaban una peligrosa competencia comercial. Así, Pedrito se convirtió en el líder de una jauría de pequeños desencarnados a su servicio, los cuales recibían los tradicionales pagos por parte de la administradora, como sacrificios de animales, flores, pólvora, aguardiente y demás, al tiempo que ella se afianzaba en su puesto ante el dueño por su eficiente labor.
 
La situación me pareció más que perversa, pero no era asunto mío, hasta que abrí los ojos y descubrí frente a mí a Pedrito y su séquito, unos siete muertos más, mirándome con odio.
 
—¡Lárguense! —ordené, pero no se inmutaron.
 
Observé al líder y caí en la cuenta de algo que me sobresaltó: Pedrito no era un desencarnado, se trataba de un demonio, y no estaba preparado para enfrentarme a ellos, así que tracé mentalmente un círculo de protección e invoqué al curandero Felipe.
 
No tardó en aparecer, como siempre hacía desde que hicimos el pacto, tras su muerte, de que estaría conmigo trabajando espiritualmente cada vez que lo requiriera. Sentí su presencia detrás de mí, su energía era inconfundible, así que no tuve necesidad de voltear a verlo.
 
—Un difunto que acepta matar, como es el caso de este «niño», se puede convertir en demonio por decisión propia —advirtió—. Él sabe cómo hacerlo, pues fue humano, a diferencia de Satanás, por ejemplo, quien siempre ha sido una entidad, él no asesina, así que no sabe qué se siente, solo induce a quien cometa el crimen para alimentarse de la energía negativa que se genera al momento de obedecerlo.
—Vaya —expresé, recordando las largas pláticas de enseñanza que tuve frente a él.
—Pero en el fondo sabes perfectamente qué hacer.
—Nunca me enfrenté a demonios, no me lo alcanzaste a enseñar —protesté para justificar por qué lo había llamado.
—Te lo revelaré: aunque se haya convertido en demonio por el maltrato al que fue sometido en vida, incluyendo la manera en la que fue asesinado, al mismo tiempo tiene miedo de seguir siendo lastimado en el plano etéreo, pero, en el fondo, por extraño que te parezca, Pedrito sigue siendo un desencarnado.
—Vaya —me resultó lógico lo que dijo.
—Así que, para enfrentarlo, lo que tienes que hacer es desarmarlo, romper su coraza maléfica, ya que, así como por decisión propia aceptó ser un líder, y después convertirse en demonio, de igual manera puedes hacer que vuelva a ser un espectro, con lo cual, en algún momento pedirá le des luz.
—Vaya —repetí.
—Creo que no me estás entendiendo —me amonestó—: en el fondo, todo muerto convertido en demonio está pidiendo ser liberado para poder continuar su camino hacia la reencarnación.
—Te entiendo, pero yo no tengo la intención de enfrentarme a ellos, solo quiero regresar a mi habitación sin que estos cabrones se me echen encima.
—Por ahora no los enfrentarás, pero tendrás que hacerlo por Anahí.
—Mierda, tío, no seas así —me quejé—, no puedo ir por la vida dándole luz a cualquier pinche muerto que se me atraviese.
—Pedrito debe irse —insistió—. Ya lo entenderás, pero, para tranquilizarte, no lo realizarás aquí… Será más adelante, y es importante que lo hagas, porque, al liberarlo, el grupo de desencarnados perderá a su guía, se disgregará y, con ello, más muertes inocentes se evitarán.
—Ese no es mi problema —reiteré mi posición.
—Lo harás —avisó, sin alzar la voz, sin amenazas, como cuando estaba vivo, con ese tono que no daba pie a discusiones.
—Solo quiero irme a dormir —cedí—. La cascarilla aleja desencarnados, no demonios.
—Tan sencillo como eso —dijo, y la mano con la que yo la sostenía fue manipulada e hizo el primer trazo en el suelo. Eso fue suficiente para que todos desaparecieran. Felipe se despidió, y subí a dormir.

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2 comentarios:

Yenyok dijo...

Cuando lei esta historia en el libro me sorprendió mucho la capacidad de odiar de Pedrito, pense que siendo un nino y creo murio antes de los 7 , seria mas facil para el entrar al mundo espiritual, o asi dicen los Catolicos. Ya los K dicen que tenia sus karmas y aceptaciones de contratos antes de bajar a la tierra.

Raul dijo...

En mi larga experiencia (yo hubiera preferido que hubiera sido corta pero el que manda es Olodumare) con los paraldos expulsé no solo egguns buruku, sino también iyamis y alguna vez entidades del bajo astral muy peligrosas que pueden considerarse demonios. Al contrario que los sacerdotes católicos exorcistas, nosotros los awoses y entiendo que los babalorisas tampoco, no preguntamos en ningún momento el nombre de la entidad, por lo que algunas veces podemos sacar un demonio pensando que es un eggun. Esas entidades del bajo astral (llámese demonios) tienen un poder destructivo increíble, no pueden hacer el mal directamente, es decir, no pueden provocar un incendio en un avión o sacar un tornillo de la rueda de aterrizaje (por poner un ejemplo) para que éste se estrelle, pero pueden influir en la mente y los astrales de las personas empeorando artificialmente sus enfermedades (sobre todo las mentales) e induciendo al mal y al caos. Pienso que la mejor forma de mantenerlos alejados (que no vencerlos porque el bien y el mal siempre existirán , lo dice osa lofobello) es la oración, un buen corazón y muchas limpiezas espirituales. Quizás, como escuché en un vídeo a un exorcista del vaticano llamado Gabriel Amorth, el 90% de los ingresados en psiquiátricos sean endemoniados. Muy interesante el tema, porque concuerdo contigo en que la prepotencia delirante de los sacerdotes de la ocha y de ifá actuales les impide ver con claridad que el mundo espiritual es inmenso, y llega un momento que es imposible saber si se trata de una entidad real o creada psíquicamente durante muchos siglos por alguna cultura, incluso los demonios de la tradición judeocristiana pueden entrar en el astral de una persona y destruirla. Muy delicado el tema de zafar una entidad de una persona. Saludos desde España , Gran blog, muy interesante la forma de tratar los temas de la religión que tienes.