29 de mayo de 2017

Las maldiciones

1.
Las maldiciones, a veces de la mano de la brujería, han existido desde siempre. Una maldición es un conjunto de palabras que conllevan el deseo de maldad contra una persona o varias, aunque también pueden incluir la invocación de una entidad obscura, un muerto o un dios para ejecutarla.

No cualquiera sabe soltar conjuros, pero se puede maldecir con palabras o con brujería:

- en la primera se tiene el don del decreto (un deseo de maldad), otros escupen odio (la ira es energía), y unos más conocen las palabras exactas (las pronuncian milimétricamente),
- la segunda incluye realizar un conjunto de actividades con la intención de alterar la vida de alguien.

Quienes saben injuriar tienen la capacidad de destruir la vida de una persona o de generaciones completas, pues saben qué, cómo y dónde decirlo (incluyendo la hora), para que los malos deseos surtan efecto.

2.
Mi familia es especialista en eso de las maldiciones: no porque sepan decirlas, sino porque durante generaciones las hemos padecido.

Las mujeres de mi linaje materno, por ejemplo, cargan con la maldición de no casarse y las que lo lograron se divorciaron. La mayoría de mis primas vive en la soltería, más algunas encontraron la manera de evitarla: viviendo en unión libre consiguieron que el maleficio no les perjudicara y han alcanzado relaciones estables. Lo curioso es que ellas creen que el amasiato ha surgido de manera espontánea y no como una opción para evitar la castidad, pero hay algo grave: una de ellas descubrió la salación tras realizarse una Constelación familiar.

3.
Cómo saber cuándo se padece una execración? Basta con identificar si hay circunstancias negativas a lo largo de la vida que se repitan cíclicamente aún y cuando se cambie de residencia o de país, si hay aspectos o situaciones vinculados a esos hechos, si al dormir existen sueños recurrentes sobre desgracias personales, si ciertas circunstancias provocan incomodidad o si lleganpensamientos negativos ajenos a la vida cotidiana, entre otras.

Cuando se trata de maldiciones generacionales se debe considerar si los problemas individuales se replican en la descendencia (tataranieto, bisnieto, nieto e hijo) y en la familia colateral (tíos, primos y hermanos). En contraparte, conviene averiguar si algún segmento del linaje no es afectado por esas desgracias.

4.
Algunas maldiciones son inmediatas y desaparecen en el momento en que se consigue hacer el daño pedido, otras son las generacionales ya citadas y finalmente las que acompañan al afectado hasta la muerte.

En el caso de las primeras pueden ser un divorcio, accidente, pobreza, enfermedad, abortos e incluso el fallecimiento: todo lo malo que se pueda desear contra una persona a corto plazo. Sobre las segundas ya puse un ejemplo con mi familia, así que sólo agregaré que si ninguno de los afectados se entera de que padece un maleficio, siempre atribuirán su origen a cualquier motivo menos a los malos deseos de alguien.


Acerca de las terceras me remitiré a otro caso familiar. Mi abuela murió a los 78 años y durante décadas padeció lo que los médicos identificaron como “Osteítis amorfa”, la cual provocó que sus huesos (brazos, piernas y rostro), se deformaran dolorosamente al grado de que antes de morir tenía una figura amorfa que rayaba en lo grotesco.

Cierta vez le señalé a mi prima que mi abuela padecía un maleficio y por ello su deformación, me dijo que ya lo sabía, pero que no haría nada porque ella era culpable de su soltería, al cuestionarle su actitud me dio evasivas, pero ante mi insistencia comentó que nuestra antecesora tuvo problemas con la mujer que las maldijo a todas.

Su posición me pareció ridícula y poco solidaria al grado que con el tiempo perdimos contacto. A la postre intenté tratar el tema con mi abuela, pero siendo una católica recalcitrante me mandó a lavar la boca con sosa y agua bendita, pues hablar de brujerías equivalía invocar al demonio.

5.
Mi abuela murió de un infarto mientras dormía. Nos enteramos horas después, cuando el rígor mortis ya había aparecido. Entré a su recámara luego de que la autoridad extendió el certificado y descubrí que habían desaparecido las malformaciones: sus huesos estaban lisos e incluso su rostro reflejaba una expresión de indiscutible tranquilidad: las maldiciones con las que vivió parte de su vida “se esfumaron” al morir.

6.
La continuidad de maldiciones puede ser más por la inconciencia que por los malos deseos a partir del nombre que se ponga a los descendientes: bautizar hijos, nietos, bisnietos y demás con el apelativo del padre equivale a “heredarles” sus maldiciones.

Veamos: si un hombre se llama Juan López Pérez y pone su nombre a su prole, será un 66 % idéntico al suyo, aunque lo que cambie sea el apellido materno. Así, el primer hijo de Juan López Pérez se llamaría Juan López Reyes y si este sigue la tradición bautizará a su hijo (el nieto), como Juan López Gómez y así seguiría con Juan López González (el bisnieto).

Cuál es el factor común? “Juan López”, lo cual ya implica una carga espiritual terrible pues el karma de una persona es un 50% individual, 25% herencia del padre y 25% de la madre. Llamar a los hijos con su nombre minimiza el causal de la madre y aumenta el del padre, mismo que a su vez exacerba por continuación de las maldiciones.

En el caso de que sea la madre quien optara por repetir su nombre en su hija, la situación no se complica pues no hay continuidad en el nombre de pila y el apellido materno: en medio está el apellido paterno, sin embargo, si es primogénito (mujer u hombre), heredará las maldiciones del padre.

Por qué? uno, porque espiritualmente el padre es el jefe-pilar del clan (cumpla o no con su papel), y por lo mismo su cimiente marca el destino de hijos e hijas, y dos, aunque no tengan el mismo nombre, por ser primogénito(a) tiene el primer lugar de la cadena de la descendencia, lo que hace que el sucesor “deba continuar” con el karma (pasado) del clan.

En este último punto las “causas-efectos” sobre el primogénito se activarán hasta la muere del padre, pues es el heredero quien debe continuar en la búsqueda de la evolución espiritual que su antecesor dejó incompleta, pues recordemos que la transmisión de karmas es generacional e incluyen maldiciones si alguien supo decretarlas.

22 de mayo de 2017

No soy un serial killer y demás

Descubrí a Dan Wells (Utah, marzo de 1977), través de la trilogía “Parciales”, misma que vino a renovar el género de ciencia ficción. Wells es un autor de novelas de suspenso y ciencia ficción, se graduó en la Universidad Brigham Young, escribió su primer libro a los 22 años y hasta la fecha ha publicado 16 más.

“Parciales” sorprendió a los lectores del género (y a quienes no lo somos), por combinar biotecnología y violencia, de manera creíble, en un contexto post-apocalíptico, lo que redundó en una carrera literaria con ventas millonarias y nominaciones a varios premios.

Antes de incurrir en el género fantástico, Dan desarrolló un personaje llamado John Wayne Cleaver: un sociópata de 15 años que vive con su madre, ambos trabajan en una funeraria y él piensa que es un asesino serial cuyos impulsos trata de controlar.

“No soy un serial killer” fue el primer volumen de la trilogía y en él Wells describe la personalidad del joven sociópata, quien sigue sus rígidas reglas para controlar su oscura naturaleza, pero una serie de asesinatos le hace descubrir la presencia de un ser sobrenatural que pone en peligro a los habitantes de su pueblo, lo que le obliga a romper sus normas y liberar su instinto asesino para detenerlo. 

La trama salió bien librada, pese a que fue duramente cuestionado por los lectores al dar una vuelta de tuerca a mitad del libro y limitar la naturaleza asesina del personaje a la caza de un “demonio”.


Siguió “No soy el señor monstruo” y resultó un fiasco por su cínica repetición: desde el morbo que provoca en Cleaver embalsamar cadáveres, hasta su forma de razonar para atrapar al nuevo asesino; más a mitad de la novela el argumento se desmorona y pasa de ser tedioso a desesperante después de que el joven es capturado por un vengativo demonio y el resto de las páginas transcurre entre diálogos incoherentes entre ambos e intentos de fuga frustrados.

Reconocido como el más flojo de la trilogía, su desenlace es confuso, oportunista y amenaza al lector: John Wayne Cleaver no dudará para detener a quienes intenten asesinar a los miembros de su comunidad.

“No quiero matarte” suponía el término de la trilogía y en él encontramos los mismos vicios: los asesinatos de inocentes, los embalsamientos y el análisis de pistas para detener al asesino. Pese a que incorporan temas relegados a segundo plano en las anteriores entregas (como el amor, la religión y la perversión), el resultado varía pero no convence.

Pese a lo predecible, Dan trata de ofrecer un final que denota intensión de consternar al lector, pero el resultado viene cargado de monotonía de cientos de páginas atrás, así que el efecto es el mismo aunque haya más muertos (incluyendo a la novia y a la madre de Cleaver) y el asesino sea un demonio que quiere matar demonios.

En suma, la trilogía de John Wayne Cleaver vino de más a menos y se convirtió en una saga tan irregular que hizo que Dan Wells tuviera un antes y un después entre los lectores. Finalmente, algo ha de suceder con su calidad literaria porque los siguientes tres libros sobre el personaje no hay intensiones de editarlos en español, ni siquiera en e-book.

Dan Wells, No soy un serial killer, No soy el señor monstruo y  No quiero matarte, V&R Editoras

10 de mayo de 2017

Los sueños: Orisha y Eggun

COMO RESULTADO DE LA FALTA DE EMPATÍA DE LOS LECTORES HACIA LOS PROYECTOS DE ESTE BLOG, SE INFORMA QUE NO SE VOLVERÁ A INTERPRETAR SUEÑOS BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA.

para ale y jeff

Advertencia: un sueño puede tardar años en hacerse realidad, a veces hasta décadas, sin embargo, al momento de interpretarse el soñante se condena a vivirlo irremediablemente en el corto plazo, con todas sus consecuencias, buenas o malas.

1.
Soñar es una actividad común del ser humano: todos soñamos al dormir, y si bien hay quienes lo niegan, no lo recuerdan porque su etapa REM es muy profunda.

En general se define a los sueños como “manifestaciones mentales de imágenes, pensamientos, sensaciones y sonidos de una persona al dormir y que tienen que ver con sus vivencias”… y para la psicología “son estímulos anímicos que representan manifestaciones de pensamientos que suelen se reprimidos por quien los padece”.

Otra versión señala que “es un proceso mental involuntario en el que se produce una reelaboración de la información almacenada en la memoria, relacionada con experiencias vividas del soñante en el día”… esotéricamente son “considerados una forma de contacto con la divinidad y la mejor forma de vaticinar eventos futuros”… Ifa los explica en el oddun Odi iroso.

2.
Un sueño está cargado de simbolismos: no es lineal ni se debe tomar al pie de la letra y se debe saber interpretarlos; por ejemplo: soñar que se padece el robo de la cartera no significa que se sufrirá un atraco. Qué es lo que se lleva en ella: identificaciones, dinero, notas, tarjetas de crédito, números telefónicos, licencia de conducir, fotografías e incluso secretos que protegemos celosamente.

En consecuencia el despojado está perdido porque no tiene credencial para identificarse, no puede comprar a crédito, no recuperará los números no respaldados en su agenda, conducirá sin el permiso y queda con el pendiente de qué hará el ladrón con sus secretos… así, el sueño es un aviso de que será objeto de descrédito social, (perdiendo su honorabilidad y credibilidad), por culpa de un tercero, convirtiéndose en nadie y sin nada que lo respalde moralmente.

3.
Para el caso de Ifa los sueños poseen aristas que los diferencian de cualquier definición esotérica o psicológica relacionada con el tema…
 


Al interpretar un sueño donde intervienen simbolismos de Osha, aclaro que todos hablan de la presencia de Eleggua (Orisha encargado de abrir y los caminos), y lo que él hace es entregarnos un mensaje para prevenir situaciones… o Eggun (el antepasado o el cuadro espiritual), que advierte sobre el presente, el futuro y explica el pasado.

Un sueño no tiene plazo para que se cumpla: puede ser al siguiente día o quizá tarde años, más debe verse como un oráculo al que incluso se le puede programar (con cierta disciplina), para aclarar cualquier duda o pedir consejo.

4.
En los foros religiosos de la web se ve personas que pide se le interprete un sueño, lo describen y no falta el cyber-religioso que diga disparates como “el Santo quiere una atención”, “debes consultarte al pie de Orunla”, “el Santo anda bravo contigo”, “estás en peligro” o “el Santo quiere que entres a la religión”… las hay peores, pero todas denotan ignorancia sobre el tema y miedo a los Orishas.

Soñar con una deidad Yoruba avisa sobre la falta de espiritualidad de la persona, pero también advierte sobre actitudes que debemos corregir.

Así, ver a Shangó habla de estar inmerso en peleas, Oba recomienda poner atención a conflictos con la pareja, Oggun previene sobre problemas por el carácter, Oya advierte de padecer brujería, Obatalá pide serenidad ante una discusión, Oshún aconseja no herir los sentimientos de nadie, Eleggua avisa de cambios radicales en la vida o Yemaya sugiere atender a la familia para evitar sustos.

Cuál es el factor común de las descripciones anteriores?... la estabilidad espiritual y la atención adecuada a todas las cuestiones personales… posteriormente se deberá poner atención a las circunstancias en las que se desarrolla el sueño para poder interpretarlo… veamos:

- soñar con Olokun portando una máscara de madera y bailando en una habitación desconocida y con poca luz, avisa de la presencia de una persona en la vida, a quien le damos toda confianza, pero que en realidad le llevará a una trampa.

- si sueña que está en el mar y lo embiste una ola tiene dos significados… habla Obatalá, si en un día soleado llega una ola fuerte, tira a la persona y la revuelca: en breve se padecerá un problema de salud grave que requerirá hospitalización… o avisa Yemaya, si el día está nublado, se resiste el embate del agua y se mantiene de pie: significa intentarán hacerle daño o crearle problemas más no lo conseguirán.

No debemos olvidar: cualquier sueño que se interprete bajo la perspectiva de Ifa, es resultado de la presencia de Eleggua: él es el mensajero, no el mensaje. 

5. 
La otra revelación a través de los sueños es la de Eggun: el cuadro espiritual de la persona tiene la función de servir de consejeros y protectores... el cuadro está compuesto por antepasados que forman parte de un linaje que conserva sus vínculos con nosotros, y nosotros con ellos de vidas atrás, de manera que todos debemos trabajar (vivos o como desencarnados), para impulsar la evolución espiritual del clan.


Su presencia no es aleatoria pues los linajes generacionales son víctimas de karmas: los antepasados los vivieron y dado el nivel de evolución alcanzado, condicionan la existencia individual de futuras generaciones… a su vez, su comunicación es tan sutil que las personas que no están relacionadas con prácticas religiosas o espirituales, no prestan atención a sus mensajes ni se percatan de su presencia.

Eggun es mensajero y a través de los sueños transmite respuestas (basados en sus vivencias, su experiencia), relacionadas con asuntos familiares, son capaces de proporcionar todo tipo de mensajes para advertir, ayudar y proteger, pero también buscan que no cometamos los errores que a ellos los han llevado a formar parte de un cuadro espiritual sin haberse ganado aún el derecho a reencarnar.

6.
Es importante solventar los karmas familiares?... por supuesto, no sólo entre la familia directa (padres, hermanos e hijos), sino con los antepasados (tíos, abuelos o tatarabuelos) ya que uno de los principios espirituales de la humanidad es que los karmas son 50% propios, 25% de la madre y 25 % del padre, lo que genera una cadena ancestral que obliga a los vivos a buscar la sabiduría para evolucionar, y ante la falta de entendimiento de la vida, se necesita el consejo de los que vienen detrás para guiarnos a través los sueños… veamos:

- si en el sueño una persona está en una comida en donde comparte con familiares vivos, muertos y todos se ven felices, pero entre ellos destaca la presencia de un fallecido que lejos de disfrutar el momento denota tristeza, Eggun advierte insatisfacción con la vida actual (si no se ha probado bocado alguno)… o es una señal de culpabilidad con el fallecido (si en el entorno no se percibe con claridad el lugar donde se está): cualquiera de los dos casos obliga a realizar una introspección para lucificar el alma y/o el yo superior.

- si se sueña con un ahorcado (pero no se le ve el rostro), en un paraje semioscuro y en el que sólo hay un árbol y el hombre colgado, Eggun advierte desesperación por un problema… avisa de inminentes dificultades de dinero… o en el extremo que será acusado, enjuiciado y condenado injustamente (se debe investigar soluciones prácticas pues ya algún antepasado tuvo un problema similar y ante la desesperación terminó por suicidarse).

7.
Sé que para muchos puede resultar ociosa la recomendación de tener una libreta a lado de la cama y anotar lo que ha soñado apenas y se despierte, pero también es prudente hacerlo ya que los sueños previenen son a final de cuentas son predicciones a las que se les debe poner atención.


2 de mayo de 2017

La ley de Bardini

Hay dos tipos de escritores: los que describen y los que narran. En los primeros están Gabriel García Márquez, William Faulkner, Sarah Lark, Iván Turguénev y otros, mientras en los segundos destacan Juan Carlos Onetti, Nick Hornby, Caitlin Moran y más.

Roberto Bardini cae en el segundo tipo y es un caso excepcional: nació en Argentina, se exilió en méxico hace décadas y ejerce como académico. Ha escrito 15 libros, los 12 primeros periodísticos y los dos últimos literarios. Ha recibido varios premios, destacando el “Lipp Brasserie 2016” a su primera novela “Un gato en el caribe”.

Sobre su militancia con la veracidad Bardini señala: “la verdad, la investigación, la denuncia, el periodismo de investigación me interesaba mucho (…)el periodismo me obligó a ceñirme más a la verdad”.

Aún y con el paso de los años vive amenazado de muerte por sus críticas al ejército argentino, más no se desanima: “es inexplicable que tengamos a Macri de presidente en la Argentina o a Peña Nieto en méxico”, y aclara: “soy periodista (…) me gusta mucho méxico (…) en Acapulco hay un festival de novela policial… qué te puedo decir, me encanta estar acá”.

Cuenta que “Un gato en el caribe” la terminó en los 90s, pero: “la dejé reposar. Seguí con mi vida, trabajando, leyendo (…) y cada tanto (…) la releía, corregía, añadía algo, quitaba (…) fui a ver a la editorial Resistencia (…) y me dice la directora editorial: “¿no tienes una novela inédita?” ahí fue (…) se la di, la presentaron y gané”.


Roberto no se conforma con el galardón y publica su segunda novela, “Un hombre de ley”, que se debate entre el género negro y el policíaco, y cuya frescura le ha ganado excelentes críticas en el medio literario.

A mí siempre el periodismo me apasionó” – señala y reconoce: “también soy escritor aunque me cuesta verme como tal (…) acabo de sacar otra novela llamada “Un hombre de ley”. El Gato – protagonista de “Un gato en el caribe” - aparece como personaje secundario y ahora estoy haciendo un libro de crónicas sobre la frontera”.

En “Un hombre de ley” Bardini cuenta la historia de una isla localizada en la frontera marítima de méxico y Estados Unidos, llamada “Coralito”, en donde una serie de asesinatos pone en evidencia una asqueante corrupción que bien puede trasladarse a cualquier país latinoamericano.

El motor de la trama es la ambición: un sentimiento que los habitantes de Coralito evitaban hacer público hasta que comienzan a surgir cadáveres desmembrados y se hace necesario encontrar al responsable para que vuelva la paz, más esa historia va más allá y a través de un lenguaje sencillo, narrativa ágil, acción constante y prosa milimétrica (en la que ninguna anécdota está de más), se convierte en una sentencia: la naturaleza humana desprecia la redención.

Una novela necesaria para comprender la realidad mexicana, no sólo por su calidad y su sorpresivo final, sino porque está escrita por un autor que ha recorrido el mundo y sabe que lo que sus ojos han visto vale la pena compartírnoslo a través de páginas llenas de irrefutable verdad. El único “pero” sería la portada, más la calidad de los interiores lo compensa.

Roberto Bardini, Un hombre de ley, 192 páginas, Editorial Resistencia, 2016