3 de noviembre de 2020

Atrás quedaron los años virulentos

Pixies ha tenido ya varias reseñas en este blog, así que no tiene mucho sentido contar su historia si no es para decir que la banda se formó en 1986 en Boston, se desintegraron en 1993 ante la falta de éxito, se reunieron en 2004 exclusivamente para dar conciertos, su bajista los abandonó en 2013 y solo hasta entonces comenzaron a grabar nuevo material… y tan tán.
 
“Tan tán” porque sus recientes grabaciones, “Indie Cindy”, “Head Carrier” y el nuevo “Beneath the Eyrie”, musicalmente quedan a deber, aunque creo que este último es el que menos entusiasmo ha provocado.
 
Decir que Pixies fue uno de los grupos más propositivos de los años 90s es algo que no se puede discutir, aunque a cambio recibió la indiferencia de la crítica y pocas ventas de discos, mas fue su separación la que los convirtió en una “banda de culto” para un público acostumbrado a no valorar lo que en su momento tiene en sus manos.
 
Y regresaron: Tras la traumática salida de Kim Deal vino la muerte de su sustituta Kimberly Shattuck, luego llegó Paz Lenchantin y comenzaron a grabar discos que, uno tras otro, se han convertido más en el trabajo solista de su líder Black Francis que el proyecto de una banda.
 
Ni que decir que la calidad de Black como compositor es indiscutible, más con el paso de los años al guitarrista se le nota más calculador que espontáneo, más en el reciclado que en el riesgo, más en el andar con tiento que tirarse a la aventura… más con el peso de la edad que soltando la imprudencia.
 
Su séptimo disco de estudio pretende ser una reivindicación de la ironía lírica, la distorsión, el underground, la disfuncionalidad de cada integrante del grupo y la búsqueda de energía que los caracterizó en sus inicios, pero convertidos ya en la metáfora, abusando de las guitarras acústicas y de la moderación cercana al pop, haciendo de la espontaneidad meros chispazos de lo que era un lisérgico sonido parido en un húmedo y oscuro garaje.
 
“Beneath the Eyrie” no es malo: la acidez del guitarrista Joey Santiago, la precisión rítmica de David Lovering y la paranoica voz de Francis siguen ahí, junto con las bien acopladas cuatro cuerdas de Lenchantin, pero ya no es lo mismo, apestan a refinamiento, a sonidos asépticos.
 
Podríamos imputar de esa pulcritud al productor Tom Dalgety (trabajó con Siouxsie, Royal Blood y Ghost), acusarlo de ser inglés y de no entender la música de las cloacas yanquis… culpemos a la banda por su edad o señalemos que el origen es la ausencia de la retorcida Kim Deal: el tema es que su música no prende.
 
Al llegar a la parte de “temas a destacar” tuve que pensarlo antes de decir ninguno, así que me armé de paciencia y saqué objetividad para recomendar “St. Nazaire”, “On Graveyard Hill” y “Long Rider”. Por lo demás Pixies destila dignidad (no podría ser de otra forma dada su leyenda), pero atrás, muy detrás, quedaron sus virulentos años.


3 comentarios:

Beth dijo...

Son ellos los de el album surfer rosa? A mí me encantaba la canción de where is My mind, ahora no recuerdo otras pero dure una temporada escuchando algunas, mis amistades siempre me decían que quitara esa chingadera que parecía grabado en un garage :(

ujule rachid dijo...

hola beth... así es, son esa banda... en realidad, bandísima... saludos y gracias por escribir...

Anónimo dijo...

Where is my mind es mi favorita, igual que monkeys go to heaven,es una banda tremenda, (soy el que pregunto de obba) ��