26 de julio de 2024

Pleito eterno

 


—No entiendo cómo es que David Gilmour puede componer temas de gran sutileza, cantarlos con tal dulzura y tocar requintos llenos de sentimiento, mientras que en la vida cotidiana se comporta como un auténtico cabrón — dije a mi esposa.
—¿Hablas del guitarrista de Pink Floyd? — cuestionó.
—Sí.
—¿A qué te refieres? — me interrogó poniendo pausa a “Direktøren for det helela”, la película de Lars Von Trier que veía por internet mientras yo leía la perturbadora novela “Melanie”, del indescifrable Mike Carey.
—Por los pleitos que trae con Roger Waters desde hace décadas. Roger es el bajista y verdadero fundador de Pink Floyd, pero Gilmour le quitó el nombre de la banda y desde entonces se han dado hasta con la cubeta.
—¿Pleitos?, ¿como cuáles? — cuestiona como buena admiradora de la música de Gilmour — recuerda que vimos el concierto de Pink Floyd para en Live 8, después de 24 años de estar separados y todos se veían contentos.
—Sí, pero esa fue una pausa por fines benéficos para volver a los pocos días a las pugnas.
—No tenía idea. Ya sabes que sólo pongo sus discos y me concentro en disfrutar la forma en que toca guitarra.
—Se han hecho de todo: desde juicios con demandas millonaria, insultarse hasta David mandando a fabricar papel de baño con el rostro estampado de Roger en cada hoja, sin embargo, Gilmour escribe canciones tan emotivas que en ocasiones rayan en la fragilidad…
—Igual que tú — me interrumpió — eres un cabrón, pero cuando te lo propones eres capaz de escribir textos que escurren sensibilidad en cada palabra.

Quité la pausa a su película, volví a mi libro y me olvidé del tema.


14 de julio de 2024