13 de abril de 2025

Me lo dijo la muerta

 


1.
—Y entonces, de un día para otro, dejó de hablarme — se quejó Lorena, al otro lado de la línea telefónica, sobre una colega de su trabajo.
—Tras lo que dijiste, yo también te habría retirado el saludo — señalé.
—¡¿Por qué harías eso?! — protestó.
—A veces eres irritante.
—Tú no eres una rebanada de durazno en almíbar.
—Sí, soy difícil, por eso no pido favores ni me meto en situaciones que sé podrían terminar mal. Además, he aprendido a ya no hablar tanto: mientras menos opiniones dé, más felices seremos todos.
—No entiendo qué intentas decirme, pero tampoco me interesa mucho. Solo te hablé para pedirte que le hagas una brujería a esa mujer.

2.
Mi esposa y yo consideramos a Lorena una gran amiga, de esas con las que disfrutamos conversar por horas ante sendas tazas de café, sobre temas que no tienen que ver con espiritualidad, religión, esoterismo ni nada parecido. Es la amiga ideal.

No tiene ninguna iniciación espiritual; no es católica ni atea, pero acumula mucha cultura en su cabeza por los miles de libros que ha leído desde que era niña, cuando una tarde, al volver del trabajo, su padre le regaló “Flor de leyendas”, de Alejandro Casona, el primer texto que almacenó en su lúcido cerebro y al que le siguieron muchos otros.

Sin embargo, tiene un defecto: puede ser irascible, y aunque trate de controlar su carácter, no siempre lo consigue y asume actitudes viscerales. Eso sí, cuando lo hace suelta ingeniosas frases mordaces. 

3.
—Sabes bien que no hago brujerías.
—Lo sé, pero ella me hizo un trabajo, por eso dejó de hablarme…
—¿Por qué lo dices? 
—Estoy muy mal del estómago. Tengo síntomas de una infección, pero ningún doctor sabe decirme cuál es el problema. Me hice estudios clínicos y no se detectó nada. ¿Podrías verlo con tu clarividencia?
—La señorita videncia está de viaje de placer. 
—No seas así.
—Así, ¿cómo?
—Ecpático… — acusó y solté una risotada.

4.
—Tú, que trabajas en una gran empresa, dime, ¿cuántos de tus compañeros no te agradan? — intenté cambiar de tema.
—En nuestra área son unos 200 changos, entre macacos, simios, monos, gorilas, chimpancés y orangutanes… y unos 30 son como un cólico menstrual — dijo con desprecio.
—¿Y cuántos de esos primates te consideran insoportable?
—¡Oye…!
—¿Sabes?, la mayoría de la gente que se consulta con Curanderos, Tatas, Espiritualistas, Chamanes, Santeros, Babalowos, Tarotistas tiene la desgracia de hacerlo ante iniciados que no entienden el equilibrio dinámico de la vida.
—Ya has escrito de esos malabares en tu blog.
—¿Malabares?
—Sí, por aquello del equilibrio circense de la vida.
—Quizá lo he mencionado, pero no lo que te voy a explicar — avisé después de terminar de un trago el resto del whisky.
—Dale.
—Un buen guía, en cualquier disciplina religiosa, sabe que antes de cerrar la consulta debe hablar con el consultado y plantearle el escenario en el que surgen sus problemas, para evitar que se repitan en el futuro… evadir los errores que le llevaron a esa encrucijada.
—…
—Imagina cuántas personas buscan quién les quite la brujería que les hizo una compañera o pidiendo que tranquilicen al jefe.
—Muuuchas, supongo.
—Claro, pero antes de iniciar la consulta el afectado llegó hablando pestes de su vecina de escritorio, que “es una pinche bruja” y que seguramente le hizo algún hechizo para que le doliera la cabeza, o del “cabrón de su jefe”, a quien quiere denunciar por acoso laboral pues le pide mucho trabajo.
—…

5.
Aquella noche de sábado tenía entre mis manos “Testimony”, la autobiografía de Robbie Robertson, un libro que tardé años en comprar, sin tener motivo alguno que no fuera su tamaño y peso, hasta que una tarde encontré una edición barata y ligera, pero con la impecable calidad que caracteriza a los libros de la editorial NeoPerson. Así que lo compré y sin miedo a sus casi 700 páginas, me metí de lleno a su lectura.

Horas antes habíamos madrugado para acudir al cabildo de un amigo Tata, quien había pedido nuestra presencia para los preparativos de un rayamiento de un conocido de ambos. Acepté ir porque es un gran amigo y excelente religioso, pero aclaré que no nos involucraríamos en la ceremonia, y, esclarecí, que en cuanto cayera la tarde nos retiraríamos. Estuvo de acuerdo, aunque al momento de despedirnos insinuó que nos quedáramos, a lo que decliné amablemente.

Volvimos cansados a casa, mi esposa avisó que dormiría un rato mientras yo bebería un whisky y avanzaría en mi lectura. En ese momento estaba cuando entró la llamada de Lorena a mi celular.

6.
—La gente asegura que los otros son “los malos”, porque están alterando su vida, sin ponerse a pensar que quizá ellos propiciaron que la compañera o el jefe se pusieran en su contra con algún desplante, forma de contestar o ve tú a saber, porque hay personas más sensibles que una vela frente a una ventana abierta.
—Ando fuera del país por cuestiones de trabajo, y ha sido muy tortuoso lidiar con problemas estomacales cuando lo mío son relaciones públicas, ya sabes comidas o cenas…

Lorena quiso cambiar de tema y volver al de la brujería, pero la ignoré.

—Nos hace falta ser objetivos para ver el otro lado de la moneda en casos así: no soportamos estar junto a alguien, pero no nos ponemos a pensar que podemos ser insoportables para otra persona… o muchas.
—Creo que ya lo has mencionado en varias respuestas que luego das a los comentarios que la gente escribe en tu blog.
—Entonces, ¿por qué estamos teniendo esta conversación? — cuestioné levantándome para entrar a la cocina y servirme otro fajo de whisky
—Pilar me ha estado causando problemas en el trabajo. Estoy al borde de un ataque de nervios, por eso quiero que le regreses el daño que haya pedido para mí.
—No puedo creer lo que estoy escuchando, no sólo porque esa petición proviene de una mujer muy culta, sino porque sabes que no hago trabajos negros… ya ni siquiera blancos — agregué y solté otra risotada. 
—¡Es que no entiendes! No estoy pidiendo que la mates ni que la dejes coja o tuerta, solo quiero que me quites lo que me hizo y se lo regreses.
—Claro que comprendo, tan así que si insistes con la solicitud voy a tener que cortar la llamada — avisé.
—…
—Te voy a proponer algo: relájate, tómate dos cervezas y luego una más en mi honor, al fin y al cabo es sábado. Luego antes de beber la cuarta piensa si vale la pena que inviertas tiempo, y me robes el mío. Y si crees que lo vale, me marcas mañana y vemos que se puede hacer. Solo recuerda: si decides vengarte, habrá consecuencias para ti — propuse para luego sentarme en la orilla del sillón para alcanza mi vaso con whisky, sin embargo, estaba vacío.
—No es venganza… — dijo en el momento en que luego de constatar que el licor había desaparecido, levanté la vista y estaba de pie la muerta mirándome con dureza.
—¡Mierda! — exclamé.
—Tampoco necesitas enojarte… — dijo a modo de queja.

7.
Pese a que conocía nuestro trabajo espiritual, Lorena nunca pidió se le diera luz al espíritu de su madre tras morir. Tampoco me entrometí: cada quien sus traumas o rencores, pero de vez en cuando la percibía cerca de su hija, simplemente estando, sin dar señales de alguna intensión.

Sin embargo, aquella noche se había plantado frente ya mí, y sin mediar conversación alguna, me dejó claro el mensaje cuando con un vistazo observó el vaso vacío. 

—¿Días antes de que te dejara de hablar, Pilar te ofreció algo de beber? — pregunté a mi amiga.
—Sí, una mañana llegó hasta mi escritorio con un café capuchino. No se lo cuestioné pues luego de años de amistad ya conocía mis gustos.
—Y supongo te lo bebiste.
—Sí, ¿por qué? — cuestionó.
—Ahí fue donde te puso una porquería que no me preguntes qué es porque te haría vomitar, aunque de nada serviría porque el trabajo ya lo traes dentro — avisé.
—Te lo dije: esa cabrona me brujeó. ¿Así que la “Señorita Videncia” regresó de sus vacaciones?
—No me molestes. Urge que comiences a tomar té de orégano todas las noches, una taza, en lo que regresas a la ciudad. Luego nos pondremos de acuerdo para hacerte el despojo completo.

Nos despedimos y la madre de mi amiga se desvaneció frente a mí en el justo momento en que mi esposa se despertó.

—Sentí frío. Me agarró la “Muerte chiquita” — dijo entreabriendo los ojos.
—Sí, vino la madre de Pilar.
—¿Qué quería? — preguntó incorporándose del sillón
—Mierda, ponerme a trabajar — me quejé levantándome para servirme otro whisky, obvio, en un vaso limpio, para luego explicarle lo sucedido.
—¿No lo habías visto con videncia mientras conversabas con ella?
—Ya sabes que la mayor parte del tiempo la adivinación está cerrada, vacacionando...
—Creo que eso de que estás semi-jubilado del mundo espiritual es una falacia.
—Me temo que sí — reconocí.