Guillermo Arriaga es un escritor y director de cine mexicano conocido por escribir los guiones de los films de Alejandro González Iñárritu. Su primera novela, “Escuadrón Guillotina”, fue bien recibida, publicó tres más que consolidaron su carrera y ello lo llevo a conocer a Iñárritu y plantearse la película “Amores perros”, misma que les abrió las puertas a Hollywood; le siguió “21 gramos”, escribió otros guiones y cosechó más premios hasta que en 2007, tras filmar “Babel”, ambos tuvieron un rompimiento que dio pie a muchos rumores.
Tras ello Arriaga incursionó como director en el cine comercial (se había limitado a dirigir cortometrajes) y filma “Lejos de la tierra quemada”, la cual recibió reseñas regulares de parte de la crítica, pero en taquilla fue un éxito, mientras mantenía su faceta como guionista, hasta que en 2016 regresa a la literatura con la novela “El salvaje”.
Conocido por su carácter visceral, Guillermo sorprendió a muchos cuando evitó el tono belicoso para responder a las ofensivas declaraciones que hizo Iñárritu en su contra, y refiriéndose al trabajo con su exsocio, se limitó a señalar: “una película es de todos y no tenemos por qué reducirla al crédito 'una película de...', Alejandro nunca dice'Nuestra trilogía', sino 'mi trilogía".
Pleitos aparte, en su novela “El salvaje” encontramos los elementos que caracterizan su obra fílmica: autos, rencor, violencia, celos, perros, odio, destino, injusticia, ingratitud, desesperanza y muerte (caracterizando con ellos la personalidad de la sociedad mexicana en los 70s), sentimientos de sobra conocidos y de los que también descubrió que lo único que puede subliminarlos es el amor, la amistad y la confianza.
La trama gira alrededor del asesinato del hermano de un chico de 17 años, lo que desencadena la muerte de su abuela y después de sus padres, quedando huérfano y solo, así que jura vengarse de los verdugos: un grupo de fanáticos religiosos (protegidos por un corrupto comandante de policía) y que matan en nombre de Cristo.
Así, el libro se convierte en un catálogo de mezquindades en donde cada tanto de páginas el lector siente asco de cuánta bajeza puede acumularse en la naturaleza del mexicano y cuyo comportamiento (se pone en evidencia), se mueve sólo por la ambición y la prepotencia (y detrás de ellas, motivándolos, el miedo y la traición).
Si bien podría calificarse el libro de Arriaga de monumental por sus 700 páginas, al terminar su lectura queda la sensación que el exceso pudo haberse evitado si no hubiera incluido en forma paralela la historia de Amaruq: un cazador que habita en nevadas montañas y cuyas obsesiones lo llevan a la muerte, anécdota innecesaria y cuyo cruce con el desenlace de la trama es más que forzado.
Es aquí donde la novela de falla, no sólo por la importancia que quiere darse a la historia secundaria (que busca alargar la atención del lector alternándolo con la trama principal), sino por deficiencias en su estructura que hacen parecer que lo que tenemos en las manos es una historia desorganizada y al borde del caos, mismo que busca justificar el estilo que el propio autor autoproclama como narrativa no lineal.
“El salvaje” es una novela ambiciosa y viene precedida por el Premio Mazatlán de Literatura 2017 (pese a su condescendiente final), más no es apta para aquellos a quienes la idiosincrasia mexicana les resulta monstruosa: su lectura me hastió y tuve que suspenderla durante semanas para leer entre otros “No apagues la luz” de Bernard Minier y “Vernon Subutex” de Virginie Despentes, que pese a la malicia, la sordidez y la saña de sus tramas me resultaron más digeribles.
Guillermo Arriaga, El Salvaje, 704 páginas, Editorial Alfaguara, 2016
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