Los muertos que faltan
1.
Corté
la llamada y me quedé sentado en el sillón observando mi libro “Las guerras de
Yavé”. Ya somos muchos los que tenemos pruebas de que ese dios no existe, pero lo mejor es que esa información ya se está
dando a conocer, sí, aunque pocos lo están difundiendo. Mientras tanto aquella
había sido la tercera llamada en la semana con el mismo tema.
Y
apenas era miércoles. Retomé el libro para hacer tiempo en lo que mi esposa
volvía de su trabajo. Ya era hora de tomarse el tema en serio.
2.
Al
siguiente día recibí dos llamadas más. El viernes tres, el sábado otra: todas
con el mismo tema, así que el domingo por la noche fui a buscar respuestas
mientras mi esposa visitaba a su madre.
3.
Toqué
el timbre y contrario a la rapidez con la que me solían abrir, hacia el
interior de la casa reinaba el silencio.
Estaba
sobre la calle Cumbres de Maltrata, en la transitada Colonia del Lago, frente
una puerta blanca a cuyos lados había paredes color mostaza. A lado izquierdo una
fonda que ofrecía quesos fundidos y en el derecho la esquina.
La
casa del Chamán José. Toqué el timbre de nuevo y esta vez la voz de su hija se
dejó oír.
—Ya está cerrado, vuelva el martes.
—Ábreme, Rosario.
—¡Padrino! — gritó y de inmediato me dejó entrar — perdón, pero mi
papá está muy cansado porque ha tenido mucho trabajo y dijo que no recibiría a
nadie más — dijo abrazándome.
—No te preocupes, entiendo… los muertos, supongo.
—¡Sí! — me dio la razón poniendo los ojos en blanco.
4.
—Me siento como un costal lleno de papas — confesó José una vez
que su hija me hizo pasar a la sala, donde trataba de descansar.
—Lo eres — dije, me miró y soltamos una carcajada mientras me servía
un whisky y para él un ron.
—Leí tus textos en tu blog sobre la sequía y el calor — dijo.
—Se va a complicar más, a finales de junio este país será un
desmadre.
—¿Más? — cuestionó.
—Peor, aparte de que seguiremos sin lluvia ni viento, más
contingencias ambientales, hará más calor y las presas seguirán secas, se
vienen las elecciones presidenciales y… — le di algunos detalles de lo que
sucederá.
5.
—¿A qué debo tu visita? — soltó tras servirnos una segunda ronda —
no llamaste por teléfono para avisar que venías, así que algo urgente traes.
—Los difuntos — avisé — nadie les está poniendo atención pese a
que ya parece una peste.
—Se acaba de ir un muchacho al que se le han muerto ocho
familiares en lo que va de este año, ¡ocho en una sola familia! — explicó.
—Esta semana tuve siete avisos, gente que me llamó para comentarme
el fallecimiento de algún familiar… la semana pasada fueron cuatro y la
antepasada dos.
—¿Qué sabes sobre el tema? — me interrogó mientras se ponía de pie
para abrir las ventanas con la vana intención de que el inexistente viento nos refrescara.
—Es muy raro, amigo, no todos estaban enfermos, pero hay dos
factores en común.
—Dime.
—El primero, de los casos que me he enterado es que todos han
muerto por problemas de salud: derrames cerebrales, paros respiratorios o infartos.
Niños con ataques al corazón, ¿cuándo te lo imaginaste?
—Lo mismo sucedió con mi paciente al que se le murieron ocho:
todos aparentemente sanos, claro, y más personas que han venido a contarme que de
a uno o dos. Ese fue el primer punto, ¿y el otro?
—Todos los que han muerto fueron tres meses antes de su cumpleaños
o tres meses después — terminé de compartirle lo que sabía.
—¿Será algo así como limpia? — cuestionó.
—No tengo idea, pero es extraño.
—Tú tienes amistades en otros países por tu blog, ¿te has enterado
de algo?
—No, nadie ha comentado sobre el tema. Así que todo apunta a que
sólo sucede en méxiquito.
—¡Carajo!
—Precisamente por eso vine a buscarte, pensé que sabrías algo.
—Nada
—¿Y tus guías? — insistí.
—Les pregunté sobre el tema y se limitaron a observarme — dijo con
pesar — ¿y tu videncia?
—Igual que tú, nada, pareciera que bloqueada para esa cuestión,
pero me queda claro que aquellos que aún no han celebrado su cumpleaños deben
tomas sus precauciones.
—En estos casos la muerte no se puede evitar —señaló.
—Me refiero a que muchos mexicanos se deberán arreglar
testamentos, deudas y esas cosas.
— …
Me gusta la
casa del Chamán José, independientemente de que tuviera su templo espiritual aparte
del resto de las habitaciones, en general era amplia y Rosario se esmeraba en
mantenerla limpia (luego de la muerte de su madre), pese a que sus estudios
universitarios le demandaban gran cantidad de tiempo en el día.
—Preparé otra ronda de tragos — avisó José.
—Para mí fue suficiente — avisé — hay otro asunto.
—¿Más problemas? — interrogó.
—No lo sé, ya me dirás.
—Cuenta.
—Ayer vi a Myrza.
—¿Te recibió?, ese sí es un jodido milagro.
—No fui a su casa, me la encontré en la calle, afuera de la librería
esotérica Yug.
—¿Hablaste con ella sobre el tema?
—No, tú sabes que es una de las chamanas más impresionantes del
planeta, así que ella no está para que le preguntes, sino para soltarte
advertencias.
—¿Y…?
—Me dijo que las cosas están tan complicadas entre ustedes los
terrícolas que ya fue necesaria una intervención para que tome el control de la
Terra y ponga orden.
—“Ustedes los terrícolas” — se burló — bien, ¿quién llegó?
—José: sabes perfectamente que hay nombres que no se pueden decir
en voz alta — advertí.
El Chamán se puso de pie, fue hasta un mueble, sacó de un cajón
una libreta y una pluma, volvió y me los entregó.
—Escríbelo.
— (…)
—Correcto, tenemos quién nos defienda, además, tú trabajas
espiritualmente con él, así que te irá bien — dijo satisfecho y rompió el
papel.
— “Nos irá bien” — dije con sorna — tú también estás con él, por
cierto, ¿supiste que la última llamarada solar del 17 de mayo desfragmentó por
completo al Cometa Diablo?
—No, pero me queda claro que nos salvamos de que nos impacte —
aventuró.
—Al contrario, el mundo espiritual sigue desechando opciones para
que nuestro futuro solo dependa de nosotros.
—¡Papá, padrino, vénganse a cenar! — gritó Rosario desde el comedor.
—Creo que cambiaré el whisky por la cerveza, si es que tienes —
avisé a José.
—Yo también.
6.
—La gente sigue en lo suyo, robando, violando, asesinando,
mintiendo, traicionando —se quejó Rosario.
—Cuéntame algo nuevo, ahijada — la interrumpí.
—¡Destrozaron la selva y muchos acuíferos mayas para construir un
tren que nadie usa!
—Insisto, platícame algo que no sepa — solicité una vez más.
—¡Israel está cometiendo un genocidio con los Palestinos!
—Sí, ¿y sabes qué dijo el rabino Albert Gozlan sobre eso? —
reviré.
—No lo conozco.
—Eso es lo de menos, pero él advirtió al mundo: “los palestinos
deberían entrar a Israel a pedirnos que les dejemos besarnos la mano”, mientras
las tropas judías borraban de la faz de la tierra a miles de niños.
—Cabrón — se quejó Rosario.
—Hay un refrán que a Myrza le gusta mucho usar — seguí — y que tu
papá conoce a la perfección su significado: “El Diablo a los tibios los vomita”.
Rosario se quedó callada mientras nos veía comer. Incómoda, se
levantó, fue a la cocina y volvió con más cervezas.
—¡Me rindo, padrino!, ¿a qué se refiere esa frase?
—A los muertos que faltan, hija — intervino José — a los que no
están ni con Dios ni con el Diablo — levanté los hombros para darle la razón al
Chamán y seguimos comiendo.
1 comentario:
Qué sorpresa que los libros de JJ Benitez estén en este blog. Me encantaría conocer su opinión al respecto de este tipo libros y sobr el Dios del que habla JJ Bentiez. Un saludo.
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