3 de febrero de 2025

Talismán de Cuervo Negro

 


1.
Me cité con Susana en la cafetería “Village Café”, ubicada frente al famoso Parque Hundido, una de mis favoritas por su cercanía a mi casa. Rara vez la proponía cuando se trataba de escuchar alguna historia extraña que podría convertirse una consulta espiritual, limpiar una casa, despojar a alguien de brujería o enfrentarme a un desencarnado, pero tenía varios días aburrido y ello era una advertencia de que, si me movía lejos de mis territorios, podría ponerme de mal humor, y, en consecuencia, no pondría atención a lo que fuese que tuviera que escuchar.
 
La noche anterior había recibido un mail donde una mujer pedía nos viéramos para compartirme “un caso escalofriante”. Claro, mucha gente dice lo mismo para engatusarme cuando me contactan sin la recomendación de alguna amistad, así que luego de usar mi videncia confirmé que no era ninguna lunática, por lo que acepté.
 
Propuse el lugar, señalando que la especialidad del lugar era un pastel de zanahoria simplemente exquisito, aceptando de inmediato con el argumento de que el lugar “estaba perfectamente ubicado”.
 
2.
Como siempre llegué diez minutos antes y solicité una mesa dentro de la cafetería, pues siendo invierno, al caer la noche en las que tienen colocadas sobre la acera, el frío se hace insoportable.
 
Pedí un café americano y decidí esperar a que Susana llegara, mas pronto me aburrí de ver las paredes color mamey que de sobra conocía, al igual que las pinturas de Vincent van Gogh y fotografías de Albert Einstein, Elvis Presley Tina Modoti y demás, así que me levanté para tomar al azar una revista del mostrador de donde puedes coger hasta libros para pasar el rato.
 
Volví a mi silla y vi la portada: “The Paris Review”, correspondiente al mes de noviembre de 2024, su número 250, la cual anunciaba, entre otros temas, un ensayo de Hanif Kureishi titulado “El arte de la ficción”.
 
Aquello me emocionó, sin embargo, no avancé mucho en mi lectura porque la mujer llegó y sin preguntar si yo era yo, se sentó frente a mí, atrajo la atención de la mesera y pidió un exótico café latte macchiato.
 
3.
—He leído todos tus libros — presumió.
—En cada consulta me dicen lo mismo, como si ello contribuyera a ganarse mi simpatía.
—Los cuatro — se jactó.
—Vaya, “Sol negro” y “En el camino” están muy escondidos en amazon como para que los hayas encontrado.
—Soy buena buscando. Así di con tu mail para poder escribirte — insistió en fanfarronear — no entiendo por qué si tienes varios blogs, no estableces canales de comunicación adecuados para contactarte…
—Para evitar que la gente me diga cómo manejar mis relaciones públicas — la interrumpí.
—¿Por qué no hablas mucho de tus otros blogs?
—Porque hablo de lo mismo que en los tres que la gente conoce: espiritualidad, desencarnados, brujería, política, música, cine, libros… pero como dice la publicidad de los medicamentos genéricos: es casi lo mismo, pero no es igual.
—No, explican que “es lo mismo, pero más barato” — dijo, me miró con curiosidad y agregó — ¿por qué no publicitas esos libros? — cuestionó — son interesantes… me encantó descubrir que puedes escribir sobre otros temas que no sea brujería o fantasmas.
—Me gustan las conversaciones inteligentes, sobre todo si provienen de mentes ágiles, pero no me pediste una cita para hablar de mis textos — advertí armándome de paciencia.
—Vivo en una casa embrujada — soltó tratando de impresionarme.
—Y mi esposa y yo sobre un cementerio.
—¿En serio? — preguntó sobresaltada.
—Naaá, bromita.
 
4.
—Se trata de una casa antiquísima. Está localizada en la colonia Del Valle.
—Es raro que aún sobrevivan ese tipo de construcciones. Esa zona de la ciudad está sufriendo el derrumbe de residencias bellísimas, por parte de avorazados arquitectos, para dar paso a edificios de departa-cuartos que están hacinando más esos rumbos.
—Está cerca de la iglesia de Tlacoquemecatl — ignoró mi sermón ecológico.
—Con más razón — me quejé levantando la mano para atraer la atención de la mesera, a la que apenas se acercó le pedí dos rebanadas de pastel de zanahoria.
—Tienes razón, quiero venderla, pero los fantasmas de mi abuelo y mi madre “espantan” a los clientes.
—¿Y yo que tengo que ver en todo eso?
—Necesito que la limpies, que los saques de ahí para cerrar ese ciclo en mi vida y comenzar uno nuevo.
 
5.
La observé y con su sola apariencia se podía concluir que era una mujer independiente, amante de los retos, segura de sí misma, capaz de manejar sus emociones y con gran capacidad para manipular a la gente. Sin embargo, había entrado desde hace tiempo a los cuarentas, así que, aunado a su sobria manera de vestirse, peinarse y maquillarse, dejaba claro que, si no te lo decía ella misma, difícilmente podrías adivinar su empleo, su estado civil, si tenía hijos y si le gustaba drogarse.
 
Reflexionaba sobre su personalidad cuando el espíritu de su madre apareció a sus espaldas mirándome con gravedad, así que dejé de poner atención a su plática y me concentré en la historia que la vieja insistía en contarme.
 
6.
—… así que esa sería la historia del origen de esa casona, de cómo me hice dueña al morir mi madre y por qué quiero venderla.
—Vaya…
—Claro, te hice un resumen, pero su origen y demás tiene sus detalles que ya conocerás con videncia — dijo Susana cuando el espectro de su madre concluía de exponer la versión de los hechos — no te aburro con los sustos que me dan los fantasmas, porque luego de leer tus libros supongo que has escuchado o vivido muchas anécdotas sobre lo que hacen para fastidiar a la gente decente, pero para mí han sido experiencias escalofriantes.
—¿Cuándo puedo verla? — pregunté cuchareando mi último pedazo de pastel.
—Tú dime, ¿cuándo tienes tiempo?... está un poco cubierta de polvo porque con los fantasmas nadie se anima con la limpieza, pero…
—Ahora mismo — la interrumpí — aún es temprano y tenemos tiempo antes de que oscurezca.
 
Pedí cuentas separadas, pero Susana insistió en pagar ambas. En un movimiento para sacar su cartera, su blusa se abrió y descubrí en su cuello colgando un talismán de Cuervo Negro, lo que me puso en alerta.
 
—¿Has consultado antes a otra persona para darle luz a tus muertos?
—No… bueno, sí, fui con gitana a que me leyera las cartas. Me dijo que estaba difícil, aunque no me aclaró a qué se refería. Sugirió usara un amuleto para protegerme de malas negativas — confesó con ambigüedad.
—¿Exactamente a qué te refieres con que “no te explicó muy bien”? — insistí para comparar su respuesta con lo que me contó su madre.
—Algo así como que no querían irse, por eso te busqué, porque según lo que cuentas en tu blog tú les puedes dar luz — insistió en la imprecisión.
—Vámonos — propuse poniéndome de pie.