Su
victoria fue vista desde una óptica diferente por los mexicanos, destacando los
pueblos originarios, quienes creyeron las promesas que el presidente electo hizo
sobre “dar atención especial a los pueblos indígenas”.
Es
así que el 1° de diciembre de ese 2018, en la plancha del Zócalo lleno de
seguidores, se realizó la ceremonia de entrega a AMLO del llamado Bastón de
mando de manos de Carmelina Santiago y Longino Hernández, delegados de 68 pueblos
indígenas, originarios y afro-mexicanos más importantes del país, quienes le hicieron
comprometerse a “mandar obedeciendo al pueblo”.
Para
aquellos que aún creen la leyenda de que los españoles erradicaron la mexicanidad (tras el genocidio de
indígenas para saquear a su gusto las riquezas naturales, tesoros culturales y
espirituales del país), les tengo noticias: en cuanto se tuvieron las primeras
noticias del exterminio, numerosas tribus nombraron “Guardianes” (de sus respectivas
culturas milenarias), mismos que hasta la fecha las mantienen intactas gracias
a sabios Chamanes (no olvidarse de esto al continuar con la lectura).
Así,
el hecho de que la principal Coordinadora de los pueblos indios hiciera pública
su confianza al nuevo presidente, habló de un hecho sin precedentes no solo por
ser la primera vez que un gobernante mexicano lo recibe, sino porque lo
reconocieron como su “auténtico líder”.
Para
los interesados: el ritual para entregarle el Bastón de mando tuvo más
actuación que respeto a las tradiciones indígenas, lo cual se aprecia en el
incumplimiento del primer acto (se lleva a cabo durante el equinoccio de
primavera), antes de llegar a la ceremonia principal, tampoco se aludió al tema
de la reconciliación entre culturas (fundamental para los indígenas), y en
algunas partes se incluyó a Beatriz Gutiérrez Müller, su esposa, cuando la
ceremonia atañe en exclusivo al nuevo mandatario.
Lo
anterior no quiere decir que el rito carezca de validez, mas como en muchas
tradiciones ancestrales, hay formas obligatorias que deben cumplirse y no abusar
del fast track rápida ni caer en la
doble moral.
Si
acaso Andrés Manuel, tras 5 años como presidente, cumplió su promesa de “dar
atención a los pueblos indígenas”, es algo que no se abordará en este texto,
pues más que cuestionar su palabra empeñada lo que destaca en este contexto es
algo más grande que no cumplir una promesa: realizar una ofensa.
Todos
saben que AMLO es un político astuto, lo que no lo hace un buen gobernante, algo
que ha quedado en evidencia al no ocultar su ególatra proyecto transexenal para
concretar sus reformas estructurales y administrativas necesarias para hacer realidad “el país ideal que dibujó en su
cerebro”, y para conseguirlo está imitando a presidentes que ya lo intentaron
antes, como Porfirio Díaz Mori y Plutarco Elías Calles, para lo cual es
necesario dejar a un sucesor ignorante, mediocre y dócil.
Así,
por ejemplo, si Porfirio Díaz se alternó en la presidencia con Manuel González
y Elías Calles manipuló a Emilio Portes Gil, Andrés Manuel, tras un amañado proceso
de elección interna en su partido MORENA, como primera etapa seleccionó a Claudia
Sheinbaum Pardo.
La
segunda etapa que evidenció sus ansias fue transferir el Bastón de mando a la
que, asegura, será su relevo, entrega que no tiene validez tradicional porque
López Obrador no es Chamán, no representa a los 68 pueblos indígenas, solo fue depositario
temporal del bastón, no consultó con nadie la trasferencia y ni mucho menos es
vocero de los 127 millones de habitantes del país.
Para
acallar las protestas por la manera fraudulenta en que Claudia fue impuesta
como candidata, AMLO intentó imitar el espectáculo con el que lo recibió, montando
una escenografía en la que ni siquiera cumplió con el requisito de realizarse
en el Zócalo, celebrándolo en el restaurante-bar “El Mayor”, en el Centro
Histórico de la Ciudad de México, en donde además convirtió el Bastón de mando tradicional
en el Bastón de mando de la Cuarta Transformación (¿?).
Tras
la nueva actuación, el líder indígena y Chamán Santiago Ortela Sarmiento, representante
de los 68 pueblos indígenas, reclamó a AMLO haber cedido el Bastón de mando a Sheinbaum sin
el protocolo tradicional, acusando que la entrega representó: “a los 68 pueblos
originarios de México mediante una ceremonia sagrada olmeca, el primero de
diciembre de 2018, en la Plaza de la Constitución, al inicio de su mandato
como presidente de la República mexicana”.
Ortela
acusó que el báculo: “no es cualquier instrumento y no se debe usar, como he
visto en las redes sociales, sin el consentimiento de los guardianes de
las tradiciones sagradas. Es una ofensa para nosotros”, aclarando que: “se debe
regresar mediante un ritual sagrado para cerrar el ciclo a los representantes
que se lo entregaron en tiempo y forma”.
Reiteró
que el bastón: “es un instrumento sagrado de conciencia, una conciencia para
llevar al ser humano a una conciencia evolutiva para vivir en paz y en armonía
con nuestra madre naturaleza. El bastón debe sacralizarse pidiendo permiso a
los abuelos de las tradiciones sagradas, a los guardianes del universo y los
centros ceremoniales ancestrales”.
Indignado
puntualizó: “Ahora que culmina su mandato, el cetro sagrado deberá
colocarse en una vitrina especial dentro de Palacio Nacional. La persona
que asumirá el mandato del nuevo ciclo recibirá el bastón de igual forma
cumpliendo con la ley de reciprocidad de nuestra cultura, dar y recibir
agradeciendo a los guardianes de las tradiciones sagradas”.
AMLO
se defendió diciendo que no transfirió el mismo bastón que le fue otorgado, afirmando
que el nuevo: “Me fue entregado por
una comunidad, no quiero mencionar de qué región, etnia, cultura. Pedí la
autorización para que ese mismo bastón lo entregara yo a quien ahora dirige nuestro
Movimiento. Y me lo autorizaron, no lo mandé a hacer. Me lo entregaron en una
comunidad indígena”.
Está
afirmación es de risa loca, cuestionable en muchos sentidos y da pie a
preguntas que, obvio, López Obrador no respondería porque su estilo es precisamente
hacer lo que se le antoja sin dar explicaciones a nadie.
Sí,
aceptemos que tiene razón cuando afirma que no es el mismo bastón que él
recibió que el que entregó a su sucesora: el suyo tiene con un reptil
rodeado por un marco con dientes, mientras que el de ella posee
un ave con un diseño circular, pero es su afirmación lo que hace evidente
que la trasferencia fue una farsa para adelantarse en su obsesión de imponer a
Claudia mientras al mismo tiempo realiza movimientos de piezas que está haciendo
en su muy particular ajedrez político.
Más
allá de esto y de los sucesos que ocurran en el país antes del 2 de junio de
2024, día en que se realizarán las elecciones presidenciales, la tercera fase
del plan de AMLO será realizar una elección de estado donde hará todo lo
posible para imponer a Claudia como presidenta entre las que se puede incluir
un fraude electoral.
Regresemos
a los “Guardianes” señalados en el inciso 2: en el medio chamánico se tiene claro
que la ofensa de AMLO no se limitó a los 68 pueblos originarios de México, incluye
a los Depositarios de las culturas milenarias, pero además, lo que para
nosotros es una ofensa común, para ellos “es un insulto, un agravio, no solo
para todos aquellos (indígenas o no) que durante siglos han caminado sobre
estas tierras y contribuido a la conservación de la milenaria espiritualidad de
este país”.
En
la cosmogonía chamánica prehispánica se coincide en afirmar que la Tierra es un
ser vivo, con conciencia y a la que no le es ajena lo que hagan o dejen de
hacer sus habitantes.
Las
creencias indígenas afirman que “los tiempos del planeta y la justicia son
diferentes a los que han establecido los seres humanos para tratar de controlar
todo aquello que le rodea”, de ahí que los Chamanes mexicanos hasta ahora solo
hayan hecho pequeños señalamientos tras sentirse ofendidos y traicionados por López
Obrador, dejando en “La madre tierra” lo que ella decida para limpiar el
agravio.
Tratándose
de los herederos de la riqueza espiritual de este país, la discreción de los
Chamanes debería ser más preocupante que cualquier reacción virulenta con la
que estamos acostumbrados a tratarnos entre los mexicanos, porque lo poco que
digan no debería minimizarse, como el hecho de que definan a Claudia Sheinbaum
Pardo como la nueva Malintzin (o La malinche, estereotipo de traición para la
mayoría de los mexicanos), no solo por ser de origen extranjero, sino por su
actitud ignorante, débil, mediocre y dócil ante los caprichos de AMLO.
Lo
que siga para Andrés Manuel López Obrador es una incógnita, pero no se
necesitan más de dos milímetros de cerebro para darse cuenta que la sucesión
presidencial se le está complicando, la estabilidad del país se le está yendo
de las manos, y, sobre todo que los cimientos de su proyecto de nación pueden ser derrumbados tal como hizo el huracán
Otis con Acapulco, lo cual, entre otras cosas lo estarían orillando a canalizar
recursos para su reconstrucción, dinero que él ya tenía contemplado repartir
entre “los pobres” para comprar su voto a favor de la Malitzin en las
elecciones de 2024.
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