22 de diciembre de 2023

Soy hija de Ochosi

 


1.
—¡Me vueles a tocar y haré que te arrepientas de haber nacido! — le advirtió mi esposa encarando al autor de la osadía: una mujer vestida de blanco que estaba formada detrás de ella.
—No te estoy haciendo nada… aún — le contestó en tono burlón.
—¡Otra vez aquí… molestando a nuestras clientas! — se quejó uno de los cajeros — ¡vete antes de que llame a la policía — le advirtió saliendo del mostrador para enfrentarla.
—Inténtalo, idiota — dijo la mujer — ya te lo advertí antes: soy Santera y no sabes con quién te metes.
—¡Fuera! — le ordenó señalándole con el dedo índice la salida.
 
2.
Aquel caluroso medio día de sábado veraniego nos dirigíamos a comer a casa de Marina y Edgar, un matrimonio con el que mantengo profundos vínculos afectivos gracias, entre otras cosas, a que no profesan ninguna fe ni práctica religiosa. Sin embargo, mi esposa debía realizar algunos pagos bancarios, así que nos detuvimos en un Oxxo (cadena de tiendas de conveniencia en las que también se puede hacer pago de servicios) para, de paso, comprar cervezas.
 
Así, mientras esperaba su turno en una larga fila, me contó posteriormente, primero percibió un leve roce en la cintura, a lo que no prestó mucha atención, sin embargo, al poco sintió que una mano se posaba sobre su cadera.
 
—¡Me vueles a tocar y haré que te arrepientas de haber nacido! — le advirtió mi esposa encarando al autor de la osadía: una mujer vestida de blanco que estaba formada detrás de ella.
—No te estoy haciendo nada… aún — le contestó en tono burlón.
—¡Otra vez aquí… molestando a nuestras clientas! — se quejó uno de los cajeros — ¡vete antes de que llame a la policía — le advirtió saliendo del mostrador para encararla.
—Inténtalo, idiota — dijo la mujer — ya te lo advertí antes: soy Santera y no sabes con quién te metes.
—¡Fuera! — le ordenó señalándole con el dedo índice la salida.
 
La mujer fulminó con la mirada al empleado, más de inmediato volteo a ver a mi esposa.
 
—Te veo en el estacionamiento, primor — le dijo de manera lasciva, dio media vuelta y se encamino hacia la puerta, hasta donde la siguió el empleado.
 
Sin embargo, no se fue, y dejando claro que esperaría a mi mujer, sacó un cigarrillo y comenzó a darle fuertes caladas, lo que llevó al cajero a quedarse en la entrada del local para vigilarla.
 
3.
Mientras eso sucedía, yo tuve que mover el auto para que saliera una inmensa camioneta que por su tamaño amenazaba con golpear el costado derecho de mi auto, quedando en el otro extremo del estacionamiento, tras lo cual me dispuse a esperar a mi esposa para presenciar un hecho confuso que de inmediato se tornó irritantemente patético.
 
Tras apagar el auto ella marcó a mi celular para contarme lo que había sucedido en el interior de la tienda y describirme a la Santera, por lo que le avisé estaría esperándola y al pendiente de cualquier cosa.
 
Minutos después, en cuanto salió mi esposa (olvidó que le comenté había movido el auto, así que me buscó donde originalmente nos habíamos estacionado), la mujer intentó aproximarse, a lo que de inmediato el empleado reaccionó y dando tres grandes zancadas se plantó frente a ella.
 
—¡Quítate de mi camino, patán! — exigió la Santera, una mujer obesa y a leguas divorciada de la higiene.
—Vete en este instante o llamo a una patrulla — la amenazó nuevamente el hombre.
—¡Soy hija de Ochosi y te puedo destruir!
—Eres hija de mala madre, ¡lárgate ya!
—Machista, come mierda, misógino, prepotente, abusador de mujeres, marico — gritó la religiosa al tiempo que sacaba de entre sus ropas varios collares de santería para dejarlos caer sobre su pecho, se alzaba las mangas para mostrar diversos ildés que sacudió frente a la cara del hombre para enseguida levantar el puño derecho hacia arriba y repetir —¡Soy hija de Ochosi, soy hija de Ochosi, Orisha vengador: dame tu poder justiciero! — posteriormente abrirlo hacia arriba simulado recibir algo y luego fingir que lanzaba “objetos” (imagine el lector piedras o cualquier cosa) contra la tienda.
 
Mientras escuchaba aquel diálogo y veía al cajero volver a la tienda, llamé al celular de mi esposa y le recordé dónde estaba colocado el auto, por lo que al cruzar el estacionamiento para ir al otro extremo, no tuvo más remedio que pasar frente a la Santera.
 
—¡Hipócrita, mustia, falsa! — le gritó, tras lo cual dejó de aventar objetos y simulando tener entre las manos un arco con flechas, comenzó a lanzarlas contra ella mientras gritaba —¡La punta de mis flechas están envenenadas con la saliva de Ochosi!
 
Aquello me pareció tan patético que solté varias carcajadas, lo que hizo enfurecer a la Santera, provocando que también echara flechas contra mi. Al llegar mi esposa al auto le sugerí se subiera mientras decidía qué hacer con la mujer…
 
Ode ata matase, agbani níjọ to buru, oni ode gan fi di ja, a juba odé. Ase, Ochosi eu te saúdo*… — comenzó a cantar terriblemente desafinada mientras seguía jugando a los indios y vaqueros.
 
En primera instancia pensé en dejarla pasar, sobre todo porque dada su obesidad sus movimientos eran bastante torpes, pero se veía tan llena de seguridad en lo que hacía, que decidí sacar una cascarilla de la cajuela y enviarle una ñoca, pero aquello no fue necesario, pues tal como prometió el cajero, un auto policial hizo su aparición.
 
Descendieron dos uniformados: un hombre y una mujer, quienes de inmediato se acercaron a la mujer para tranquilizarla, sin embargo, ésta retrocedió y ante los sospechosos movimientos (de lanzar más flechas imaginarias), los policías, previniendo que sacara un arma, se lanzaron contra la escandalosa y con cierta dificultad, tras un leve forcejeo, la colocaron sobre el cofre y le colocaron las esposas.
 
Una vez controlada el agente pidió sus datos al cajero (tendría que ir a la delegación de policía a ratificar la denuncia), mientras su compañera comenzó a registrarla y de entre sus ropas sacó una bolsa cuyo contenido eran, a leguas, sobrecitos con cocaína.
 
La uniformada la mostró sonriente a su compañero, la dejó caer sobre el toldo, después abrió su bolso y encontró una navaja de fuelle para luego sonreír y advertirle:
 
—Con esto tienes para pasar unas buenas vacaciones en la chirona.
—¡Soy hija de Ochosi, soy hija de Ochosi! — comenzó a gritar de nuevo la Santera mientras la agente la introducía a la patrulla.
 
4.
—Ya tienes una aventura más que compartir en tu blog — comentó mi esposa con cierto fastidio, mientras nos alejábamos del lugar.
—Sí, pero ojalá fuera por algún tema positivo relacionado con la Osha, por desgracia ahora las noticias son sobre el mierdero que hacen ciertos iniciados en la religión de los Orishas… mejor busquemos otro Oxxo para comprar las cervezas.


*reproduzco correctamente el oriki porque lo conozco, pero en voz de la santera era menos que entendible.

- o -



Los administradores de este blog desean a todos sus fieles 
lectores felices fiestas decembrinas, esperando 
que el año 2024 los colme de riqueza, salud, 
abundancia y prosperidad...

2 comentarios:

Juju dijo...

Felices fiestas decembrinas y que el año nuevo sea de serenidad para todos 🤗

Anónimo dijo...

Siempre se aprende algo de sus publicaciones, gracias por compartirlas. Me gustaría felicitarlo por su cumpleaños y un aniversario más de su blog. Que su paciencia se multiplique este nuevo año para que siga escribiendo. Bendiciones para usted y su familia