6.
Después de los sacrificios, los mayas y aztecas decapitaban a algunos de sus víctimas, y después de desollarlas, hervirlas y quitarles la carne, colocaban su cabeza en una pared formada con cráneos apilados, lo cual también tenía un significado espiritual.
En ciertos casos, sacerdotes de alto nivel solían conservar algún hueso del sacrificado (principalmente fémur), los cuales recibían cierto tratamiento y terminaban en envueltos en pieles o telas especiales, tras lo cual eran depositados en algún rincón del templo, durante cierto tiempo, antes de ser sustituidos por alguna parte ósea de una nueva víctima.
Los narcotraficantes no se quedan atrás en actitudes necrófilas: sus enemigos, luego de ser torturados, asesinados y parte de sus carnes consumidas, son desmembrados y también ciertos huesos (por lo regular dedos y/o cráneos), son introducidos en calderos o colocados en altares donde extrañamente (tomando en cuenta que en vida eran sus rivales), reciben ciertas tenciones, ofrendas y en ocasiones hasta oraciones.
En el extremo, los mayas y aztecas solían usar pequeños huesos de sus víctimas militares y las incorporaban a su indumentaria militar. En el caso de los líderes de los cárteles de la droga, se han documentado casos en donde algunos capos toman un hueso y tallan una figura pequeña de la Santa Muerte o alguna otra entidad y la introducen en su cuerpo.
En ambos casos esa práctica era/es resultado de la creencia de que esos pequeños fragmentos óseos les protegerían/protegerán de la muerte a manos de sus enemigos.
7.
Los sacrificios humanos y religión en la historia de la sociedad siempre han ido de la mano, aunque en algunos casos sea algo simbólico. Por ejemplo, en el catolicismo, durante la celebración de la llamada eucaristía, en algún momento el sacerdote presume que Jesús, El Cristo, dijo: “Éste es mi cuerpo entregado por ustedes; esta es mi sangre derramada por ustedes. Hagan esto en mi memoria”, tras lo cual invita a los feligreses a participar en un acto de antropofagia*.
Sin embargo, el tema de los cárteles de la droga y el canibalismo tiene particularidades, como es el caso de Nazario Moreno González.
Fue fundador de Los Caballeros Templarios, un cartel surgido en Michoacán, aliado del Cártel de Sinaloa. Moreno adoctrinaba a sus sicarios con pasajes de la biblia, servicios religiosos tipo misas y cantos religiosos con los que justificaba sus crímenes.
Ya lejos de sus feligreses, realizaba rituales con los cuerpos de sus víctimas, organizando “ceremonias” en las que los miembros del cártel y/o socios convocados debían comerse el corazón de rivales previamente capturados, torturados y “preparados” con anticipación para tal fin (como ya vimos también sucedía en la cultura mexica con los sacrificios del Templo Mayor y la ingesta ritual de carne humana en Tenochtitlán).
Irónicamente, en vida Nazario llegó a proclamarse “Santo” y en la actualidad cuenta con numerosas iglesias y templos donde miles de feligreses le rinden incomprensible culto, al igual que a Jesús Juárez Malverde, más conocido como “San Malverde” en Sinaloa, el Santo protector de narcos y sicarios, culto que combina creencias, usos y costumbres del catolicismo.
8.
En numerosos artículos de la prensa se ha destacado el vínculo entre cárteles y la práctica de ciertos cultos religiosos, sobre todo dentro de las cárceles del país, donde líderes del narcotráfico han montado templos, tronos y altares consagrados, entre otros, a la Santa muerte y San judas Tadeo, al mismo tiempo que a los Orishas, los Mpungos congos e incluso a Loas vudú.
En el penal de Topo Chico, ubicado en la ciudad de Monterrey, la prensa consignó que tras su cierre se localizó un altar, del tamaño de una cancha basquetbol, dedicado a la Santa Muerte, donde se encontraron cuchillos, machetes, juguetes, pistolas, drogas, figuras de la deidad de más de 3 metros de altura, huesos, cráneos y restos de sangre. Ahí, representaciones del Santo Niño de Atocha y Elegua se mezclaban con Ixtab, Horus y Huitzilopochtli, haciendo un extraño sincretismo entre el pasado y el presente.
Existen más similitudes, al mismo tiempo que diferencias, sobre los orígenes, la intención y la manera de llevar a la práctica ciertas creencias religiosas, pero un factor común entre todos es que el comportamiento humano, sin importar la época, está caracterizado por el vínculo con el poder, el sacrificio, la dominación, el miedo y sobre todo la violencia, que en ambos grupos minimizan el valor de la vida de las personas sin importar raza, sexo ni edad, generando así mismo fragmentación social, desestabilización falta de solidaridad, dolor, desplazamientos masivos y desconfianza.
Una última similitud a destacar entre los sacrificios aztecas y mayas y las masacres de los cárteles de la droga: si bien los sacrificios de las tribus prehispánicas formaban parte de un sistema de creencias espirituales, mientras que el asesinato de los narcos crea aparentemente una distorsión de la espiritualidad, que, sin embargo, se convierte en un sistema de creencias.
En el extremo, quizá la diferencia más importante entre mayas y aztecas con respecto a los narcos, es que los primeros hacían sacrificios humanos como un ejercicio de poder, mientras estos últimos, bajo una visión absolutamente pragmática, los incluyen a la par de la producción y el tráfico de drogas, lavado de dinero, prostitución y trata de blancas, extorsión, venta de armas, secuestro y trata de personas, como parte de todo ello y a través de un perverso empoderamiento ritualístico que incluye un culto diferente a los dioses de siempre o a nuevas deidades.
Claro que los testigos también colaboraban en esas diferencias: las sociedades prehispánicas celebraban esos sacrificios (cual vil circo romano), en tanto que nosotros, mientras desayunamos, lo hacemos mirando el noticiero o la primera plana del diario donde nos informan, entre bocado y bocado, el descubrimiento de una fosa clandestina con más de 200 cadáveres.
Indiferencia total.
9.
Así, tanto las tribus prehispánicas y los cárteles encontraron en los sacrificios humanos un mecanismo con el que están seguros que podían manipular las fuerzas que controlan la vida, como el karma o el destino, aunque sean términos occidentales, los aztecas tenían un refrán que advertía “Resbaladiza, escurridiza es la tierra”, los mayas también: “Mira primero lo que haces, para que no te arrepientas después”; los narcos también tienen su filosofía: “El problema de pedir favores, es cuando llega el momento de pagarlos”.
Si se analiza lo que conlleva una búsqueda de poder, comprensión del entorno, manipulación del miedo, control social y significado de qué hacen en este plano terrenal, entonces tienen más argumentos para justificar su comportamiento.
No obstante, los sacrificios humanos entre las culturas maya y azteca y los asesinatos de los cárteles del narcotráfico en México tienen motivaciones y contextos diferentes, existen paralelismos en los métodos de violencia utilizados y en su función simbólica dentro de la sociedad.
Así, los indígenas (empleaban) y los narcos (emplean) la violencia extrema como herramienta de control y comunicación, aunque con propósitos distintos y disfrazada con diferentes matices pata justificarla. Sin embargo, en este sentido destaca la complejidad de la violencia en diferentes contextos históricos y culturales, y la importancia de comprender sus raíces, motivos y funciones para entender por qué los sacrificios/asesinatos siguen vigentes en nuestro país.
* Esto me recuerda la Religión Bakongo, conocida como Palo Monte y el culto al Nfumbi, la cual surge de la idea de que “existe vida” después de la muerte, por lo que es necesario proteger el cuerpo para que esa nueva forma de vivir sea agradable para la conciencia superior, el alma, creencia que tiene una historia por demás interesante y que quizá desarrolle en otra entrada.
** Para aquellos devotos del catolicismo, les invito a que reflexionen sobre lo siguiente: si la mal llamada pasión de Cristo y su posterior crucifixión trajo como consecuencia una carga karmática a la humanidad, ¿por qué en cada misa, durante la eucaristía, el padrecito reitera ese karma haciéndoles tragar el “cuerpo de Cristo”?... ¿será que los feligreses se creen ese cuento de que comiéndose a Jesús obtendrán la salvación de su trasero?
Después de los sacrificios, los mayas y aztecas decapitaban a algunos de sus víctimas, y después de desollarlas, hervirlas y quitarles la carne, colocaban su cabeza en una pared formada con cráneos apilados, lo cual también tenía un significado espiritual.
En ciertos casos, sacerdotes de alto nivel solían conservar algún hueso del sacrificado (principalmente fémur), los cuales recibían cierto tratamiento y terminaban en envueltos en pieles o telas especiales, tras lo cual eran depositados en algún rincón del templo, durante cierto tiempo, antes de ser sustituidos por alguna parte ósea de una nueva víctima.
Los narcotraficantes no se quedan atrás en actitudes necrófilas: sus enemigos, luego de ser torturados, asesinados y parte de sus carnes consumidas, son desmembrados y también ciertos huesos (por lo regular dedos y/o cráneos), son introducidos en calderos o colocados en altares donde extrañamente (tomando en cuenta que en vida eran sus rivales), reciben ciertas tenciones, ofrendas y en ocasiones hasta oraciones.
En el extremo, los mayas y aztecas solían usar pequeños huesos de sus víctimas militares y las incorporaban a su indumentaria militar. En el caso de los líderes de los cárteles de la droga, se han documentado casos en donde algunos capos toman un hueso y tallan una figura pequeña de la Santa Muerte o alguna otra entidad y la introducen en su cuerpo.
En ambos casos esa práctica era/es resultado de la creencia de que esos pequeños fragmentos óseos les protegerían/protegerán de la muerte a manos de sus enemigos.
7.
Los sacrificios humanos y religión en la historia de la sociedad siempre han ido de la mano, aunque en algunos casos sea algo simbólico. Por ejemplo, en el catolicismo, durante la celebración de la llamada eucaristía, en algún momento el sacerdote presume que Jesús, El Cristo, dijo: “Éste es mi cuerpo entregado por ustedes; esta es mi sangre derramada por ustedes. Hagan esto en mi memoria”, tras lo cual invita a los feligreses a participar en un acto de antropofagia*.
Sin embargo, el tema de los cárteles de la droga y el canibalismo tiene particularidades, como es el caso de Nazario Moreno González.
Fue fundador de Los Caballeros Templarios, un cartel surgido en Michoacán, aliado del Cártel de Sinaloa. Moreno adoctrinaba a sus sicarios con pasajes de la biblia, servicios religiosos tipo misas y cantos religiosos con los que justificaba sus crímenes.
Ya lejos de sus feligreses, realizaba rituales con los cuerpos de sus víctimas, organizando “ceremonias” en las que los miembros del cártel y/o socios convocados debían comerse el corazón de rivales previamente capturados, torturados y “preparados” con anticipación para tal fin (como ya vimos también sucedía en la cultura mexica con los sacrificios del Templo Mayor y la ingesta ritual de carne humana en Tenochtitlán).
Irónicamente, en vida Nazario llegó a proclamarse “Santo” y en la actualidad cuenta con numerosas iglesias y templos donde miles de feligreses le rinden incomprensible culto, al igual que a Jesús Juárez Malverde, más conocido como “San Malverde” en Sinaloa, el Santo protector de narcos y sicarios, culto que combina creencias, usos y costumbres del catolicismo.
8.
En numerosos artículos de la prensa se ha destacado el vínculo entre cárteles y la práctica de ciertos cultos religiosos, sobre todo dentro de las cárceles del país, donde líderes del narcotráfico han montado templos, tronos y altares consagrados, entre otros, a la Santa muerte y San judas Tadeo, al mismo tiempo que a los Orishas, los Mpungos congos e incluso a Loas vudú.
En el penal de Topo Chico, ubicado en la ciudad de Monterrey, la prensa consignó que tras su cierre se localizó un altar, del tamaño de una cancha basquetbol, dedicado a la Santa Muerte, donde se encontraron cuchillos, machetes, juguetes, pistolas, drogas, figuras de la deidad de más de 3 metros de altura, huesos, cráneos y restos de sangre. Ahí, representaciones del Santo Niño de Atocha y Elegua se mezclaban con Ixtab, Horus y Huitzilopochtli, haciendo un extraño sincretismo entre el pasado y el presente.
Existen más similitudes, al mismo tiempo que diferencias, sobre los orígenes, la intención y la manera de llevar a la práctica ciertas creencias religiosas, pero un factor común entre todos es que el comportamiento humano, sin importar la época, está caracterizado por el vínculo con el poder, el sacrificio, la dominación, el miedo y sobre todo la violencia, que en ambos grupos minimizan el valor de la vida de las personas sin importar raza, sexo ni edad, generando así mismo fragmentación social, desestabilización falta de solidaridad, dolor, desplazamientos masivos y desconfianza.
Una última similitud a destacar entre los sacrificios aztecas y mayas y las masacres de los cárteles de la droga: si bien los sacrificios de las tribus prehispánicas formaban parte de un sistema de creencias espirituales, mientras que el asesinato de los narcos crea aparentemente una distorsión de la espiritualidad, que, sin embargo, se convierte en un sistema de creencias.
En el extremo, quizá la diferencia más importante entre mayas y aztecas con respecto a los narcos, es que los primeros hacían sacrificios humanos como un ejercicio de poder, mientras estos últimos, bajo una visión absolutamente pragmática, los incluyen a la par de la producción y el tráfico de drogas, lavado de dinero, prostitución y trata de blancas, extorsión, venta de armas, secuestro y trata de personas, como parte de todo ello y a través de un perverso empoderamiento ritualístico que incluye un culto diferente a los dioses de siempre o a nuevas deidades.
Claro que los testigos también colaboraban en esas diferencias: las sociedades prehispánicas celebraban esos sacrificios (cual vil circo romano), en tanto que nosotros, mientras desayunamos, lo hacemos mirando el noticiero o la primera plana del diario donde nos informan, entre bocado y bocado, el descubrimiento de una fosa clandestina con más de 200 cadáveres.
Indiferencia total.
9.
Así, tanto las tribus prehispánicas y los cárteles encontraron en los sacrificios humanos un mecanismo con el que están seguros que podían manipular las fuerzas que controlan la vida, como el karma o el destino, aunque sean términos occidentales, los aztecas tenían un refrán que advertía “Resbaladiza, escurridiza es la tierra”, los mayas también: “Mira primero lo que haces, para que no te arrepientas después”; los narcos también tienen su filosofía: “El problema de pedir favores, es cuando llega el momento de pagarlos”.
Si se analiza lo que conlleva una búsqueda de poder, comprensión del entorno, manipulación del miedo, control social y significado de qué hacen en este plano terrenal, entonces tienen más argumentos para justificar su comportamiento.
No obstante, los sacrificios humanos entre las culturas maya y azteca y los asesinatos de los cárteles del narcotráfico en México tienen motivaciones y contextos diferentes, existen paralelismos en los métodos de violencia utilizados y en su función simbólica dentro de la sociedad.
Así, los indígenas (empleaban) y los narcos (emplean) la violencia extrema como herramienta de control y comunicación, aunque con propósitos distintos y disfrazada con diferentes matices pata justificarla. Sin embargo, en este sentido destaca la complejidad de la violencia en diferentes contextos históricos y culturales, y la importancia de comprender sus raíces, motivos y funciones para entender por qué los sacrificios/asesinatos siguen vigentes en nuestro país.
* Esto me recuerda la Religión Bakongo, conocida como Palo Monte y el culto al Nfumbi, la cual surge de la idea de que “existe vida” después de la muerte, por lo que es necesario proteger el cuerpo para que esa nueva forma de vivir sea agradable para la conciencia superior, el alma, creencia que tiene una historia por demás interesante y que quizá desarrolle en otra entrada.
** Para aquellos devotos del catolicismo, les invito a que reflexionen sobre lo siguiente: si la mal llamada pasión de Cristo y su posterior crucifixión trajo como consecuencia una carga karmática a la humanidad, ¿por qué en cada misa, durante la eucaristía, el padrecito reitera ese karma haciéndoles tragar el “cuerpo de Cristo”?... ¿será que los feligreses se creen ese cuento de que comiéndose a Jesús obtendrán la salvación de su trasero?
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