1.
Crecí en un inmenso caserón
propiedad de mi abuelo materno… era la extensión de un rancho lechero que entre
otras cosas, suministraba al actor y cantante Pedro Infante tres litros de
leche fresca todas las mañanas…
Esa casa se construyó sobre
terrenos que antiguamente comunicaban al señorío de Azcapotzalco con la
Basílica de Guadalupe, en la época en que los mestizos otorgaron a indígenas mezquinos
la encomienda de cobrar el diezmo a las dispersas comunidades que habitaban en la
capital del país… por ello es que muchos indios abusivos que exigían (para
robárselo), un pago mayor al estipulado por la Corona Española y la Iglesia
Católica, terminaban asesinados y sus cadáveres arrojados en las nopaleras y
milpas que rodeaban los incansables caminos de terracería que unían a las dos ciudades…
Así que cuando mi abuelo compró
aquellas tierras y comenzó a construir los cimientos de la gran casa–rancho
donde pasaría el resto de su vida, lo primero que desenterraron fueron
cadáveres…
En esa propiedad no sólo murió mi
abuelo, también mi bisabuelo y uno de mis hermanos, motivo por el cual si
agregamos a los desenterrados, permanentemente había presencia de muertos a
todas horas del día…
2.
A mi abuelo lo mató un médico por
negligencia: cuenta mi madre que a los pocos segundos de que falleció una
fuerte corriente de aire recorrió toda la casa, desde la planta alta hasta el
pasillo que comunicaba con una fuerte puerta de fierro que daba al patio
trasero, y que está se abrió sola y se azotó sin que nadie la tocara… mi
bisabuelo, voraz estudioso de la biblia murió anciano y de causas naturales… y mi
hermano falleció en un dramático incendio…
Así que en esa casa siempre hubo
pretextos para los fantasmas: ya fuera porque yo veía a mis muertos o porque
sin motivo aparentemente éstos “llegaban” de otros lados…
3.
Una noche regresamos de enterrar
a mi abuelo paterno… entré al pequeño departamento que ocupaba al fondo de
aquella casa: me recosté en mi cama, al instante un terrible frío se apoderó de
mí y sentí encima de mi "algo que con gran fuerza me dejó inmovilizado…
clavé la mirada en el techo y pregunté “eres tú el que está aquí abuelo?”, lo
que hizo apareciera una especie de gran bocanada de humo que se colocó cerca
del techo (en realidad mi abuelo era gran fumador de habanos), e instantes
después de formó sin más un remolino que se llevó la fumarola: en ese momento percibí
que la fuerza que me aprisionaba desaparecía y me quedé profundamente dormido…
4.
Me inquietaba ver por las noches que
en una de las puertas de la casa en donde murió mi hermano durante el incendio,
él se apareciera a eso de las tres* de la madrugada y en cuanto me viera se
introdujera en clara señal de que debía seguirlo… tardé varios años en hacerlo,
pero fue cierta madrugada en que la corriente eléctrica se había ido cuando decidí
ir tras él: lo seguí por toda la casa hasta llegar a la última habitación,
deteniéndose su figura donde había estado su cama y en la habitación donde precisamente
se originó el fuego… en ese momento el espectro de mi familiar me sonrió y
desapareció, yo salí a través de una ventana (la misma que utilicé para escapar
del feroz fuego años atrás)… no se me apareció de nuevo…
Debo reconocer que aquello me espantaba
bastante, pero había otras situaciones que me divertían, como cuando esos
muertos asustaban a las visitas que llegaban a saludar a mis padres o a la
abuela…
5.
Cierta tarde llegó una amiga de
mi madre (la cual había alcanzado un alto grado dentro de la secta Rosacruz) y mientras
se tomaba un café se puso de pie y comenzó a recorrer las habitaciones de la
casa, deteniéndose en los límites de la parte que correspondía a mi abuela, se
sentó frente a una silla vacía y se puso a llorar…
- aquí hay un hombre viejo –
comenzó su explicación – alto, blanco, con el pelo crespo, algo de sobrepeso…
es extranjero… y está llorando…
- debe ser mi padre – dijo mi
madre…
- llora – repitió la mujer – y
mucho… está triste porque entre ustedes los hermanos, los hijos que él procreó,
no se llevan bien…
- así es – reconoció mi madre
compungida…
- pero… - iba a decir algo cuando
abrió desmesuradamente los ojos, palideció, se puso de pie y sin despedirse
salió presurosa de la casa: nunca más regresó…
6.
Hubo situaciones desagradables
como cuando una amiga de la preparatoria llegó de visita: la hice pasar a la
sala y le pedí que me esperara mientras cerraba la llave del agua con la que
estaba regando los jardines…
Era la primera vez que ella se
aparecía por mi casa (lo cual me pareció un gran avance en eso de las ganas que
tenía de que fuera mi novia), por ello es que me sorprendió que cuando regresé
ya estaba fuera en uno de los patios y con el rostro pálido…
- por qué te saliste? – la
cuestioné…
- en tu casa espantan!– me gritó…
- te cae? – fingí demencia…
- claro: en cuanto me pediste que
me sentara en el sillón y te fuiste, un escalofrió me recorrió la espalda y en
menos de un minuto ya estaba escuchando una voz masculina que me llamaba por mi
nombre…
- en serio?…
- a no ser que fueras tú, lo cual
me parece una broma de mal gusto…
- no sé de qué hablas – dije
poniéndome serio…
- vete a la chingada con tus
guasas! – gritó al tiempo que se daba media vuelta y salía de la casa…
Me quedé boquiabierto: podría
entender que los muertos fastidiaran a cualquier visita, pero que me alejaran a
mi futura novia era demasiado, así que me encaminé hacia la sala, me planté en
medio de las dos grandes habitaciones que la conformaban y les reclamé…
- vamos a ver cabrones – grité –
una cosa es que se diviertan asustando a la gente y otra que con sus cosas intervengan en mi vida y
me echen a perder mis planes… así que dejen de joder!
La casa quedó en silencio: si yo
esperaba alguna señal positiva como respuesta a mi reclamo, me quedé con las
ganas de escucharla… con el paso de las semanas mi guapa amiga se negó a
tomarme las llamadas telefónicas, sin embargo, a las visitas siguieron
sucediéndoles cosas divertidamente extrañas…
7.
Otra noche, tras una reunión con
varios amigos en mi casa, a eso de las tres de la mañana, uno de ellos salió al
patio con el pretexto de tomar aire
fresco… a los pocos minutos regresó pálido y con dificultad para hablar…
- qué te pasa? – lo interrogué
mientras saboreaba una cuba…
- cabrón: vi a un niño como de 5
años en el fondo de tu patio, se me quedó viendo, me sonrió y echó a correr…
pensando que era un juego, lo seguí alrededor de toda tu casa hasta que
llegando a un rincón donde ya no podía caminar, me volteó a ver y sin más
desapareció…
- aaah – exclamé divertido –
seguramente era mi hermano… si dices que tenía cinco años fue a la edad que
murió… no le hagas caso…
- cómo que no le haga caso a un fantasma? – protestó…
- pues no – le aclaré – aunque
extrañamente ya tenía mucho de no aparecerse…
- de “aparecerse”? - se quejó de
nuevo…
- sí, seguramente quería jugar…
pero así es con las visitas: ignóralo…
- ni madres: esas cosas no se ignoran!
- gritó al tiempo que entró a la casa, tomó su chamarra y salió a la calle
saltando por encima de una de las rejas que circundaban la casa…
8.
También había muertos que
llegaban para asustar o nada más para dejarse ver, pero después no volvía a
saber de ellos: la madrugada de un viernes regresaba en mi auto de una fiesta,
para lo cual cumplí con el ritual de estacionarme frente a la casa, voltear
hacia todos lados para confirmar que no hubiera algún ladrón escondido entre
las sombras, bajarme una vez que confirmara la ausencia de peligro, abrir el
portón, meter mi auto, bajarme rápido y volver a cerrar la puerta…
Tras abrir la puerta tuve que
mover hacia adelante el auto de mi padre para que cupiera el mío, más al cruzar
el patio de regreso, en el asiento del piloto y aferrada con las dos manos al
volante descubrí mirándome con insistencia a una hermana de mi padre, la cual
tenía unos tres meses de haber fallecido…
En un principio dudé en acercarme,
pero:
a) no podía dejar el coche en la
calle,
b) no debía perder mucho tiempo
con la puerta abierta (por aquello de los delincuentes),
c) si ese fantasma era mi familiar seguramente no me haría nada…
Así que me encaminé hacia el auto
y conforme me acercaba la figura de mi tía se fue desvaneciendo… cuando
finalmente llegué y me subí, la temperatura por dentro había descendido
considerablemente, aunque ya no había rastro de mi familiar…
9.
Durante muchos años fui un
noctámbulo empedernido, así que cogí la costumbre de salir a la puerta de mi
casa, ya entrada la madrugada, para disfrutar de la quietud de la calle donde
vivíamos…
Aunque eso de la “quietud” era un
argumento ante el cuestionamiento de
mi padre sobre esa extraña costumbre que había yo adquirido: en realidad lo que
hacía era quedarme parado para observar el intenso transitar de muertos que se
daba entre una y otra de las antiguas casas (la mayoría bastante grandes y poco
iluminadas), mismas que se construyeron en la misma época en que mi abuelo
edificó la suya…
El número de mi casa era el 1121,
y a partir de esa secuencia hice algo parecido a un censo sobre los muertos que
habitaban no sólo en mi calle, sino también en alguna de las arterias aledañas…
Pude identificar que en el 1119 vivía el ánima de una vieja mujer
indígena que una vez a la semana iba rumbo
al mercado de la colonia ubicado a cuatro calles de distancia… en la casa de
mis vecinos, con el número 1123, habitaba un fantasma bastante alto, gordo y mal encarado que se asomaba con un machete en la mano en plan
retador… afuera del 1114 un par de desencarnados, ya de edad madura y que vestía ropas antiquísimas, salía
ocasionalmente a discutir…
Me llamaba mucho la atención la
casa con el número 1126, ubicada frente a la mía: entre la construcción de tres
pisos y la calle (separados por una barda relativamente baja aunque con altas
rejas), había un jardín de unos 12 metros que a saber hacía cuántos años estuvo
bien cuidado, pero que ya sólo contaba con cuatro pinos secos clavados en tierra
olvidada de algún tipo de cuidado…
Lo interesante es que todas las
noches se percibían dos cabecitas que correspondían a las almas de unas niñas que, impasibles, miraban siempre
hacia la calle… después de verlas ahí durante algunos años, me entró la
curiosidad sobre su origen, así que una madrugada en que una falla en la
corriente eléctrica nos había dejado sin alumbrado público, crucé la calle y me
encaminé hacia ellas…
Conforme me acercaba a la barda las
niñas caminaron hacia atrás, sin dejar de verme, hasta que llegaron a la puerta
de su casa, ahí se quedaron, sin entrar
y observándome al igual que yo a ellas… los tres permanecimos callados durante el tiempo que estuve ahí
parado… decidí regresar a mi casa, pero apenas y había avanzado un par de
metros, volteé y descubrí que las dos desencarnadas regresaban a la barda:
nunca volví a “molestarlas”…
* hay quienes señalan las 12:15 de la madrugada como
el inicio de la hora de los muertos, sin embargo, es a las 03:00 el momento en
el que se da la mayor circulación de energía muertera…
5 comentarios:
Invreible la.forma de escribir me clavo en tus lecturas, saludos
Como le hizo para comprender que estaba viendo?, nunca le dio miedo o fue molestado o sentirse observado por las madrugadas en su cama ?
hola anónimo... llega un punto en el que te da miedo, te asustas, entras en crisis y finalmente, hasta que alguien se toma la molestia de explicarte el don, aprendes a vivir con él... suerte...
wow,
a usted quien le explico ?, un curandero, santero, palero,espiritualista, epiritista,....
hola anónimo... no sé que dones tenía, pero era amigo de un tío que se dedicaba a investigar cuestiones paranormales... una persona ya mayor que tras darme una oración comencé a estar más tranquilo con lo que me sucedía... saludos...
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