22 de junio de 2020

Sin motivo de odio se acabó la inspiración



Agrigento, el filósofo griego, afirmó: “el odio es una fuerza cósmica opuesta al amor o amistad y es la causa de la separación, de la desagregación de los elementos agua, fuego, tierra y aire”.

 

Lo anterior aplica a Wendy Guerra y su libro*, “El mercenario que coleccionaba obras de arte”, un vano intento (lo reconoció al decir que “necesitaba reinventarse y buscar nuevos temas”), de justificar su vigencia tras la muerte de Fidel Castro: el origen de su odio e ideología reaccionaria que hizo de sus libros panfletos para criticar a la revolución cubana gracias a la ilusa fama de esa sirena llamada la España literaria.

 

La novela se centra en Adrián Falcón, un cubano que perteneció a La Hermandad, (famosos por sus atentados con explosivos en los 70s), para vengar el fusilamiento de su padre, hecho que hizo que él y su familia migraran a Florida. Wendy reconoce que la trama no es suya: "todo partió de una historia real. Solía encontrarme en exposiciones de arte a un hombre; un día me preguntó si me atrevería a escribir sobre la vida de un mercenario y dije aquí hay una novela".

 

“La Hermandad”, integrada por nicaragüenses y colombianos, se refugia en Miami para sabotear las economías socialistas de Fidel castro y Daniel Ortega, con atentados financiados por EU, vía el narcotráfico, y que salieron a la luz con el caso Irán-Contras, mientras el cubano Adrián Falcón, feliz, adivinó el lector, acumula valiosas obras de arte desviando parte del dinero que le pagaban los yankis.

 

Reconoce el extravío de su musa: “me llevó tiempo, después de mi novela “Domingo de revolución” empecé con esta historia. También miré un poco mi obra, lo encerrada que empezaba a estar en nivel tópico y lo necesario de salir de mí misma”. Y se justifica: "un escritor debe salir de su zona de confort y esta fue mi oportunidad de hacerlo”.

 

Wendy creyó que el tema generaría “un escándalo en izquierdas y derechas porque no hay mucha diferencia entre los guerrilleros y la contra, entre la contra y las revoluciones", pero sólo consiguió fracasar, entre otras cosas, por no entender la velocidad con la que cambió el planeta: tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 escribir novelas sobre ladrones dejó de ser divertido.

 

Además de abusar de wikipedia para argumentar los complots yanquis contra Castro, su trama se va a pique por Valentina (su el alter ego, como todos los personajes femeninos de su obra), amante de Falcón y cuya confusión ideológica los lleva a revolcarse una y otra, en un sexo tan aséptico como innecesario que hunde al lector en el sopor ante su narrativa plana, lenta e imposible.

 

Si lo anterior no es suficiente, el uso de la espía cubana, y del mercenario para plantear una (débil) confrontación ideológica, provoca que el libro llegue a ningún lado, un desperdicio, pues américa latina aún produce héroes y villanos, mientras sus problemas siguen sin respuestas, y con sus libros, la autora no ayuda a encontrarlas.

 

Como sea, si Wendy Guerra desea seguir viviendo de su verborrea y de las dádivas de los consorcios culturales españoles, deberá dejar de llamar la atención con sus ridículos sombreros y encontrar una nueva manera de prostituir su “literatura”, pues las bajas ventas de este libro la tienen en el camino del olvido. 

 

Wendy Guerra, El mercenario que coleccionaba obras de arte, 384 páginas, Alfaguara, 2018. * G, gracias por el regalo: era la única forma de leerlo.

1 comentario:

Yenyok dijo...

hola, cuando escuche lo del temblor hoy en Mexico me recordé de su predicción. espero estén bien allá y que las replicas no sean muy fuertes. por favor continue escribiendo de religion Ketu y yo lo leemos :)