6 de octubre de 2023

Reencarnaciones del Curandero Felipe

 


para breiz, la bruja eterna en los eclipses

 
1.
Desde que mi padre me puso bajo su tutela espiritual, el Curandero Felipe me ilustró sobre obras para ayudar a toda persona que era objeto de brujería o acoso de desencarnados, pero también me compartió extraños rituales de los que tardaba en explicarme su significado completo, ya que dependía de que yo acumulara edad para entenderlos.
 
Siendo aún niño, una fría mañana sabatina de diciembre mi padre pasó a dejarme a casa de Felipe, quien me recibió en la puerta, más una vez que mi padre se fue, en lugar de hacerme pasar me señaló su taxi, subí y a partir de ese día comenzamos un peregrinar, cada año, al Panteón Civil del Tepeyac, ubicado en la Basílica de Guadalupe, al norte de la ciudad.
 
Me cansó subir las inmensas escalinatas para llegar a la cima del cerro donde se localiza uno de los cementerios más antiguos de México. Una vez que traspasamos su lúgubre puerta de acceso, Felipe (cargando un gran ramo de flores blancas y una bolsa de yute), me llevó a través de pasillos donde había desde sencillas tumbas al ras del suelo hasta ostentosas capillas y bellos mausoleos.
 
Debo destacar el ritual que Felipe ahí realizaba: llegábamos hasta el extremo poniente del cementerio, me señalaba siempre la misma tumba sobre la que yo debía sentarme a esperar mientras él depositaba las flores, de la bolsa sacaba un incienso de copal, un tabaco y una vela, los encendía sobre el altar de una viejísima cripta (nunca la abrió, siempre lo hacía a través de la reja), y esperaba paciente a que se consumieran.
 
Aquello lo hizo una y otra vez mientras yo brincaba de la niñez a la pubertad, hasta que un día, al llegar como cada primer sábado de diciembre al mausoleo, resultó que estaba sucio. Felipe se enojó y echó a andar rumbo a la administración del cementerio.
 
Tras quedarme a solas, viendo que tardaba en volver, aburrido, me puse de pie, me paré frente a la cripta y leí el nombre del difunto en la lápida: Felipe Monroy Blanco, provocándome calosfríos, más la sensación duró poco pues mi tío puso su mano sobre mi hombro, con delicadeza me hizo a un lado y reclamó al sepulturero el estado de abandono de la tumba.
 
—¿Es tu abuelo? — interrogué con ingenuidad mientras observábamos al tipo realizar con esmero la limpieza — se llama casi igual que tú.
 
Mi tío sonrió, me palmeó la espalda y siguió supervisando que todo quedara barrido, baldeado y cepillado. Lo miré y me guiño el ojo dejando claro que habría una explicación en cuanto quedáramos solos.
 
—Debes ser más observador… lee de nuevo el nombre y la fecha — pidió.
—“Felipe Monroy Blanco, 1719-1783” — dije en voz alta.
—Aplica las matemáticas que prometiste a tu papá aprender — pidió con paciencia — no puede ser mi abuelo ni mucho menos bisabuelo.
—Entonces es como si fueras tú, pero el nombre está mal escrito — dije en plan de broma — debería decir Felipe Monroy Bablot — más lejos de reírse me miró con curiosidad y asintió con la cabeza — ¡eres tú! — exclamé — ¡¿cómo te encontraste?!… no entiendo.
—Tengo una tumba más vieja que esta, pero en aquella vida yo aún no era Curandero — comenzó su explicación — y está localizada en un lugar imposible de acceder.
—¿Dónde, doooónde? — interrogué impaciente.
—Bajo el atrio de la Catedral metropolitana. ¿Recuerdas que hace tiempo entramos para hacer una obra espiritual que ayudara a una mujer a evitar que sus embarazos siempre terminaran en abortos? Esa vez también te revelé que algunos de los primeros habitantes de la ciudad fuimos enterrados ahí, por eso está considerada el primer cementerio católico que hubo en el país.
—Entonces eres un alma muuuy viejita — bromeé, pero luego me puse serio — ¿por qué te visitas cada año?
—¿Recuerdas las enseñanzas que te di hace unos días sobre vidas pasadas y reencarnación?
—Sí…
—Esto podría servirte de ejemplo para ampliarte el tema: podemos reencarnar como hombres, en el mismo linaje familiar, país y hasta ciudad, aunque también podríamos ser mujeres y nacer al otro lado del planeta.
—Vaya… pero no me has respondido: ¿por qué te visitas, ¿es tu primera reencarnación en esta familia o en el país… en el planeta?
—No me estás poniendo atención, te lo dije hace unos instantes — dijo señalando la capilla — en esa reencarnación fui Curandero por primera vez…
—Tienes entonces muchas vidas como “Brujo” — bromeé de nuevo.
—Sí, muchas y algunas más, personajes históricos que ni te imaginas: hay en la ciudad algunas lápidas más con mi nombre, urnas que guardan mis cenizas y tierra que se ha encargado de limpiar mis restos hasta dejar solo los huesos, pero por el momento los detalles de ellas no te incumben… ya te las describiré y te diré en cuáles cementerios están, pero lo importante es que te quede claro que todo este ritual, y algunas cosas más, en su momento, también los harás.
—…
—Sí, cuando recibas tus iniciaciones como Brujo — se desquitó de mi broma — pero… ya tendremos esa conversación más adelante — Felipe, se puso frente a su sepulcro, colocó las flores, encendió el incienso, el tabaco y la vela.
—¿Por qué venimos en esta fecha? — insistí — tu cumpleaños es en el mes de septiembre — más no me respondió, esperamos en silencio hasta que se consumió todo y luego me hizo un ademán: era el momento de irnos.
 
No me tomó de la mano, ya era casi un adolescente, pero cumplió con la última parte de aquellos rituales: al llegar a la entrada del panteón sacó de la bolsa un bolillo, lo pasó por toda mi cabeza, lo arrojó hacía atrás, sin voltear, dejó tres monedas en el piso y comenzamos el descenso por las que aún me parecían interminables escaleras.
 
Subimos a su taxi y emprendimos el regreso en silencio hasta que llegamos a su casa, frente a la cual había ya varios pacientes haciendo fila para ser atendidos. Entramos, hicimos los preparativos y la jornada de limpias espirituales transcurrió sin mencionar al Panteón Civil del Tepeyac.
 
2.
Ni los días subsiguientes, incluyendo los viernes por la tarde, cuando acompañaba a tomar a mi tío sus infaltables tragos de brandy con refresco de cola, se retomó el tema hasta un año después, el mismo primer sábado de diciembre, luego de que mi padre me dejara frente a la casa de mi tío, subimos a su taxi, pero se dirigió otro cementerio, uno que conocía desde niño porque ahí sepultaron a muchos familiares de mi linaje materno.
 
En ese panteón entramos con el auto, dejándolo en su gran calzada. Tras bajar me entregó un gran ramo de claveles blancos, una bolsa de yute y caminamos en silencio hasta que nos detuvimos frente a un grupo de tumbas abandonadas, al ras del suelo, me señaló una lápida y tras leer el nombre y la fecha comencé a vomitar.
 
—Suele suceder cuando adelantas confrontaciones con tu pasado espiritual, pero no me dará la vida para abrirte esta puerta hasta que te jures como Curandero: aún tardarás — insinuó, comprendí después, que su muerte no tardaría en llegar.
—Vaya… sí, pero aún no soy un Curandero como tú.
—Lo serás.
—¿Tú me vas a iniciar?
—No me alcanzaría el tiempo para hacer tantas cosas que necesita el planeta — dijo con vaguedad.
—No entiendo, tío, si dices que visitas la tumba de la vida en la que fuiste iniciado como Curandero, ¿por qué me has traído a una de las mías si aún no estoy iniciado?
—Insisto en que pongas atención — dijo armándose de paciencia — en esta vida aún no lo eres, pero ya lo fuiste antes — señaló endureciendo su tono.
—Vaya…
—Escucha bien esto: nunca regreses aquí sino hasta que te jures como Curandero — advirtió con firmeza — ¡jamás!
 
Luego me explicó el significado de esa fecha, señaló que era el momento de que yo acomodara las flores, el incienso, el tabaco y la vela, compartiéndome al mismo tiempo detalles que yo no había percibido cuando él lo hacía.
 
—Aunque suene contradictorio a lo que te advertí, ya que seas Curandero nunca dejes de venir a conversar contigo — advirtió — recibirás muchas iniciaciones a lo largo de tu vida, algunas las considerarás contrarias a lo que te he enseñado, pero Curandero nunca dejarás de ser.
—¿A platicar conmigo? — pregunté confundido, tras lo cual Felipe utilizó media hora más para exponer la diferencia entre alma y espíritu, el tiempo y el espacio… me compartió otros secretos del ritual y luego me apresuró a salir pues debíamos ir al Panteón del Tepeyac a que él realizara el suyo.
 
3.
Felipe no solo me dio los nombres de los panteones donde había lápidas mías después de haberme iniciado en mi primera reencarnación como Curandero, me advirtió, además, que no debía visitarlas salvo que tuviera algún problema de salud grave o amenaza de muerte, ante lo que debería hacer ciertas obras.
 
También me compartió más sepulcros donde él estaba, cuando su familia política comenzó a brujearlo para asesinarlo, cementerios de los que yo no sabía de su existencia en la Ciudad de México, pero a cada visita a sus tumbas, tratando de conservar su vida, su desánimo crecía, ante cuya elocuencia me limitaba a permanecer callado tragándome las lágrimas.

4 comentarios:

. dijo...

... en algun momento de estar juntos me dijiste, repetiste... esta religion no es de este mundo... claro que es de inmundo mundo...

https://www.cuevana3.eu/episodio/foundation-temporada-1-episodio-1

jajaja regocijate
cuidate...

. dijo...

son varios clicks por si no te la sabes, na mas cierra todas las ventanas y despues de unos click en las las pantallas se reprodece, sino instala un bloqueador como ADBlockplus
saludos

ketu dijo...

Buenas noches. Cómo está usted Sr. Ujule Rachid? Es tremendamente literario y sugerente la vivencia tan íntima que comparte.
Mi nombre completo me sale en Google de un oficial del ejército de Pancho Villa, jajajaja pero nunca he salido de mi pequeño país.
Un placer leerle. Muchas Gracias por compartir tan riquísimas vivencias.
Luz y Progreso para el Sr. Curandero Don Felipe.
Atentamente,
ketu

ujule rachid dijo...

hola ketu... es curioso, cada que me acuerdo de ti y me pregunto dónde andas, te apareces... te invocaré más seguido... un placer leerte... un abrazo, hermano...