1.
Mi amiga E vivía en Puerto Escondido, ubicado
en el enigmático estado de Oaxaca: fue durante muchos años mi cómplice de
interminables parrandas, constantes lecturas de los más variados escritores y motivo
de un sinfín de anécdotas en el medio artístico, la pintura, la literatura y la
música…
En eso de los libros teníamos un pacto: ella
me conseguía libros usados que los turistas desechaban cuando llegaba el
momento de retornar a sus países de origen, vendiéndomelos a bajo precio… a
cambio yo le llevaba varios textos en calidad de préstamo con la condición de
que debía leerlos durante el tiempo que yo estuviera en su casa, pues llegado
el momento de mi retorno estos viajaban conmigo de nuevo…
Por aquellos años yo escribía exageradamente,
leía bastante, daba conferencias por todo el país y escuchaba mucho reggae: las
reuniones en mi casa eran largas sesiones de música jamaiquina a ritmo de Bob
Marley, Black Huru, Chalice, Third World y UB40 hasta el amanecer… al mismo
tiempo estaba enganchado al world beat, por lo que también figuraban en mi
discoteca African Head Charge, Toure Kunda, Alpha Blondy y los obligados Peter
Gabriel y Paul Simon…
Obviamente en mis visitas a Oaxaca el soundtrack permanente eran esos géneros
musicales, mientras cerveza en mano, pasaba largas horas frente al mar leyendo,
escribiendo o simplemente dejando que mi mirada y pensamientos se perdieran en
el infinito… guardo muy buenos recuerdos de aquella época, en especial porque
conocí a mucha gente que me marcó para siempre en eso de las relaciones humanas…
uno de ellos fue un norteamericano de inagotables anécdotas llamado Henry…
2.
Lo conocí a través de E: ella se había hecho
cargo de un restaurant con alberca al que solían llegar turistas europeos y
algún yanqui despistado… en una de esas travesías Kevin y Henry llegaron en
búsqueda de mi amiga y ahí fue donde entablamos amistad…
Con Kevin la relación fue a secas: consumía
mezcal y cocaína en exceso, lo que provocaba que nuestras conversaciones fueran
de alguna manera tensas, mientras que Henry solía alternarse apaciblemente entre
la marihuana y la cerveza… en varias ocasiones estuve a punto de liarme a
golpes con Kevin por su carácter violento e hiperactivo, pero era el novio en
turno de E y ella siempre intervenía por él… sin embargo el hiperactivo yanqui tenía
un punto a su favor: cuando estaba sobrio era muy divertido…
Henry por su parte era un veterano de la guerra
de Vietnam, pensionado y con una esposa y dos hijas que vivían apaciblemente en
California en una preciosa casa con gran jardín (por aquel entonces yo estaba
aún fresco de mis vivencias en Los Ángeles), por lo que su plática relacionada
con los rumbos angelinos me era más que familiar…
En Oaxaca él vivía en un camper, mismo que limpiaba afanosamente
todas las mañanas antes de tomar su desayuno: una cerveza en la que vertía dos
blanquillos… colocaba un par de sillas fuera de su pequeño tráiler, montaba una
pequeña lona y ahí me esperaba hasta que yo, resaca en mano por las aventuras
nocturnas del día anterior, llegaba y conversaba con él de interminables temas…
Henry no hablaba bien nuestro idioma, pero
hacía el esfuerzo por hilar ideas con él, así que nuestras pláticas
siempre fueron una curiosa mezcla en inglés y español hasta que decidí
enseñarle hablarlo un poco, el cual aprendió con sorprendente facilidad…
Para mi lo enriquecedor de nuestras
conversaciones era escuchar sus anécdotas relacionadas con la guerra de
Vietnam, la descripción de la increíble selva del país asiático, pero lo mejor:
las incontables veces que salvó la vida en una guerra que él mismo definía como
incomprensible… a su regreso del
conflicto bélico Henry se volvió hippie y vio transcurrir su vida entre Canadá
y Estados Unidos de manera intermitente…
A cambio de sus historias yo le explicaba
del injustificado horror que solía inspirar Oaxaca a los extranjeros, sobre
todo por las imprecisas leyendas que rodeaban a los aztecas y los mayas (aunque en realidad esas tierras fueron habitadas desde siempre por mixtecos, zapotecos, triquis y demás etnias)…
Siempre respetuoso, jamás olvidaré aquella
vez en que al calor de las cervezas le pregunté:
- alguna vez mataste a alguien cuando
estuviste en Vietnam? - a lo cual abrió exageradamente sus ojos, clavó la
mirada en el suelo y guardó silencio durante un rato hasta que me respondió en
su relajado inglés…
- no lo sé… yo tomaba mi arma, apuntaba,
cerraba los ojos y apretaba el gatillo: nunca investigué que había pasado
después del disparo…
Cierta mañana llegué al tráiler de Henry y
le di dos regalos: una excelente traducción del libro “Las venas abiertas de
América Latina”, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, junto con una
recopilación de exponentes de música africana llamada “The Indestructible
Beat Of Soweto”… dispuesto siempre a conocer cualquier manifestación cultural ajena a los yankis,
los recibió con mucho agrado prometiendo que me daría su opinión sobre ambos…
El norteamericano no sabía de carencias,
aunque en su modo de vivir no había la jactancia de ser una persona rica… él me
confío el origen de su patrimonio: había encontrado petróleo en uno de los
terrenos que el propio gobierno yanqui le facilitó comprar cuando regresó de la
guerra… de lo que obtenía por la extracción del hidrocarburo obtenía lo
necesario para que él y su hija vivieran cómodamente en una gran casa ubicada
en Los Ángeles y de paso para que a él tampoco no le faltara nada…
Su relación con Kevin era por demás
extraña: si bien los dos eran yankis, no se llevaban bien precisamente por el
carácter explosivo del primero… recuerdo bien una anécdota en la que una noche de
copas propusimos una excursión al siguiente día a X Lagunas bellísimas: todo iba
bien salvo que Kevin estaba demasiado borracho por lo que yo le dije a Henry:
- este tipo no va a dejar de tomar en toda
la noche: mejor nos olvidamos del paseo - a lo que el exmilitar estuvo de
acuerdo…
Llegada la madrugada todos nos despedimos,
pero Kevin cuestionó la hora de partida al siguiente día, a lo que Henry le
explicó que lo posponíamos pues calculaba que la borrachera no se le bajaría
pronto, palabras que provocaron una airada discusión que terminó con el joven
Kevin (cruzado con mezcal y cocaína) soltándole a su compatriota un “fuck you”, quien se puso de pie
encarándolo y exigiéndole un: “no, fuck
you NO”… todos nos fuimos a dormir, pero antes de irme Kevin me soltó un “fuck you, cobard”, lo que provocó que
yo me regresara, lo mirara fijamente y le dijera: ”fuck you too, ass hole”, más no me sostuvo la mirada y se fue… al
siguiente día Henry no se dejó ver, mientras que Kevin llegó al medio día al
restaurant de mi amiga y me saludó como si nada hubiera sucedido…
3.
Una tarde, mientras el sol se escondía y
Henry y yo disfrutábamos de unas cervezas, lo interrogué:
- tengo una pregunta – le dije – aunque aclaro
que tienes el derecho a no responderla porque quizá sea algo muy personal… sin
embargo, te la quiero plantear porque me tiene intrigado…
- pregúntame lo que gustes…
- cómo es que tú vives acá en Oaxaca y tu
esposa y tus hijas en Estados Unidos? – mi amigo soltó una carcajada sincera,
pero se sumió en un largo silencio antes de responderme…
- ellas viven tranquilas allá – explicó – y
yo soy feliz aquí: así estamos todos contentos…
Se me quedó viendo y tras darse ánimo
soltó…
- yo también te quiero cuestionar algo…
- adelante – lo animé…
- por qué no fumas marihuana?
Ahora fui yo el que soltó una carcajada…
destapé otra cerveza, le di un trago y le expliqué…
- odio la marihuana: me pone histérico… la
única vez que la fumé no me gustó…
- la vida es para disfrutarse – aseveró como
si estuviera develándome un gran secreto…
- lo sé, por ello prefiero la cerveza…
- sí, es muy rica… aunque en realidad el
efecto de todo lo que consume cada ser humano depende del estado de su alma…
4.
La partida de Henry fue un tanto extraña:
en uno de mi viajes a Oaxaca apenas llegué y E me dio la noticia de que había desaparecido y en su explicación
se limitó a decir que de un día para otro su camper amaneció cerrado… pasaron varios días y nadie sabía nada,
por lo que decidieron pedir a un cerrajero lo abriera, preocupados que por su
edad hubiera sufrido algún infarto o algo parecido, más resultó que el pequeño
tráiler estaba vacío: días después alguien presumió que Henry le había vendido
todas sus pertenencias en una cantidad ridícula antes de irse con rumbo
desconocido:
- seguramente a Canadá – expliqué a E –
pues él siempre me decía que quería comprar una casa con un gran jardín para
cultivar hortalizas…
- igual y después lo vemos de regreso por
estas tierras – se esperanzó ella…
- quizá: ya sabes que con los yanquis
todo puede suceder…
- por cierto – comentó mientras buscaba en
su bolso de mano – te conseguí este libro, quizá te interese…
- déjame verlo – avisé al tiempo que lo
tomaba y al ver la portada descubrí que era el de “Las venas abiertas de
América Latina” de Eduardo Galeano… en algún momento el perverso pensamiento de
que fuera el ejemplar que le había regalado a Henry cruzó por mi cabeza, pero
al revisarlo descubrí que estaba bastante maltratado y era una edición más
antigua auqnue tuviera la misa portada… le sonreí a mi amiga y le pregunté cuánto dinero pedía por él…
5.
Durante mucho años Henry fue tema de
conversaciones entre quienes lo conocimos, hasta que sucedió lo obvio y pasó casi al olvido… y digo casi porque fue
tan agradable conocerlo que con el tiempo, y tras mucho insistir por parte de mis amigos de una segunda parte de mi primera novela, la escribí
transportando su divertidísima trama a Oaxaca a ritmo de blues, reggae y world beat,
haciendo que mi amigo Henry apareciera como uno de los personajes que más
diversión me provocó al desarrollar…
1 comentario:
Me encantan sus historias existencialistas hermano, pues siempre hay en ellas una enseñanza, la cual y por supuesto está oculta entre las líneas de lo que pudiera parecer a otros solo un relato anecdótico. Un abrazo desde Venezuela.
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