12.
Llegué un viernes por la tarde a
la casa del Curandero Felipe, encontrándome con que tenía a seis personas
aguardando su turno para que las atendiera*... sabiendo que no podía
interrumpirlo mientras hacía sus limpias espirituales, me quedé parado entre la
reja que separaba su oratorio y el patio donde tenía varias sillas para que a
sus clientes la espera se les hiciera menos agotadora; unos 10 minutos después
la puerta donde trabajaba se abrió y de ella salió una anciana con paso lento;
Felipe asomó su cabeza para llamar al turno siguiente, más apenas y me vio
sonrió y pidió que pasara…
- llegas como caído del cielo
– comentó con cierto alivio…
- no creo: desde el edén sólo llegan los ángeles y yo de angelito no tengo nada… ni siquiera alas
– respondí entre risas…
- necesito que me hagas un gran
favor – pidió – el tipo que trabajaba mi taxi acaba de renunciar… de hecho vino
en la mañana para dejarme las llaves y decirme que no piensa trabajar más para
mi…
- y eso? – pregunté extrañado,
pues de sobra sabía que Felipe era un patrón
por demás justo a la hora de pagar salarios…
- no entró en muchos detalles –
dijo escuetamente el Curandero, dando a entender que él tampoco los daría – el
asunto es que tengo una clienta a la
cual no puedo quedarle mal, por lo que quiero pedirte el favor de que cojas el
taxi y vayas a recogerla…
- yo? de taxista? – exclamé a
manera de queja – se te zafó un tornillo de tu cabeza?…
- vas en el taxi porque es el
único auto que tengo para atender a esta dama,
además de que el asunto es sencillo: la recoges en al Mercado de Jamaica,
concretamente en el cruce que forman las calles Congreso de la Unión y Morelos,
ella se sube, te dirá a dónde va, la llevas y listo, te regresas…
- no me convences – dudé – no
conozco ese oficio de ser ruletero…
- iría yo, pero ya has visto que
tengo varios pacientes, además no necesitas conocer nada, prácticamente será
como manejar cualquier auto particular – señaló – no te vas a
tardar mucho: es un trayecto bastante corto…
- de acuerdo – acepté no muy
convencido - pero dime cómo es la señora para saber a quién debo recoger…
- a la dama la identificas fácil – dijo mientras me entregaba las llaves
- lleva un vestido negro y tiene un sombrero con velo, de esos elegantes que se
usaban hace unos 50 años, además lleva un gran ramo de rosas blancas… pero lo
importante es que no la hagas esperar, ella va a llegar a las cinco y media en
punto – agregó viendo su reloj de pulsera – así que tienes bastante tiempo para
llegar sin complicaciones…
Salí de su oratorio no muy
convencido, sin embargo, el favor que mi amigo me pidió tampoco era nada del
otro mundo, así que me subí al vehículo de alquiler y enfilé rumbo a la cita…
Llegué con anticipación, así que
tuve que dar un par de vueltas alrededor antes de que la mujer se apareciera en
la esquina señalada: la identifiqué por la descripción que me dio Felipe… me
detuve frente a ella, me bajé, la saludé al tiempo que le informé que iba de
parte de Felipe, abrí la portezuela y entró sin decir nada… una vez que me puse
frente al volante, le pregunté por el destino…
- llévame al Panteón
Español – indicó sin dar más detalles…
Activé el taxímetro con cierta
pena y enfilé rumbo al cementerio ubicado sobre la transitada calzada
México-Tacuba, al poniente de la ciudad, lejanía que de alguna manera me hizo
temer que el tiempo a invertir en ese viaje sería mucho más largo de lo que pensaba...
Durante el trayecto la mujer permaneció en silencio, lo que si bien en un principio me incomodó, el posterior frío que comenzó a invadirme hizo que dejara de tomarle importancia: por descuido dejé mi chamarra en casa de Felipe, más tampoco es que el clima insinuara de bajas temperaturas pues estábamos por entrar al otoño...
Mientras avanzábamos más frío
sentía, aunque curiosamente el tránsito era fluido… yo conocía de sobra el
Panteón Español, ya que ahí descansaban los restos de mi bisabuelo, mi abuelo y
mi hermano, motivo por el cual desde niño había estado ahí acompañando a mis
padres, y mientras ellos solicitaban a los panteoneros realizaran la limpia de
la cripta familiar, yo solía vagar entre tumbas y mausoleos de exagerado estilo
gótico…. varias veces me perdí sin que me diera miedo andar entre
tanta tumba, lo que provocaba en mis padres terribles sustos por lo difícil que era localizarme…
Recuerdo que en varias ocasiones
fui regañado y castigado por mi progenitor debido a mi manía de caminar por los
pasillos del inmenso cementerio, más lo peor era que durante sus sermones
recriminatorios y cuestionamientos sobre “en dónde me metía?”, él nunca
entendió cuando yo le respondía: “papá, me gusta estar en los panteones”…
Así que con mis recuerdos sobre
cómo jugaba entre piletas, huesos y sepulturas, al tiempo que llenaba mis bolsillos con los
pétalos de las flores secas llevadas como ofrendas familiares a los desencarnados, la exagerada
distancia dejó de molestarme, aunque el frío me mantuvo un poco irritado…
Todo el trayecto la mujer estuvo
en silencio, jamás soltó las flores y de las pocas veces que usé el espejo
retrovisor para observarla, nunca pude ver su rostro por el cerrado tejido de velo…
por lo demás parecía que en realidad no había nadie ocupando el asiento
trasero…
Llegamos minutos antes de las
siete, cuando la luz de la tarde ya estaba dando paso a la oscuridad de la
noche, me estacioné frente al panteón, me bajé, abrí la portezuela del auto y
la mujer descendió con extraña agilidad tomando en cuenta el tamaño del lote de
flores que llevaba…
- no me tardo – dijo escuetamente
y se introdujo al cementerio…
Me recargué en una de las
salpicaderas del coche, disfrutando del agradable clima que se sentía en la
calle y sintiendo como la temperatura de mi cuerpo subía lentamente…
El reloj marcó las siete, uno de
los cuidadores del panteón asomó su cabeza por la gran puerta de entrada,
volteó hacia ambos sentidos de la calle y la cerró… alarmado corrí hacia la
verja y le avisé que antes de cerrar tomara en cuenta que aún quedaba una mujer
dentro…
- una mujer? – me preguntó mirándome con desconfianza…
- sí, una dama a la que traje en ese taxi - le advertí al tiempo que señalaba
el auto – me pidió que la esperara…
- cómo iba vestida? – me
cuestionó…
- con un vestido negro y un
sombrero con velo – la describí, pero la descripción que le dí extrañamente le provocó una carcajada…
- anda usted extraviado, joven,
esa señora siempre hace lo mismo: llega, se mete cargando sus
flores, pero nunca sale… es una muertita
que lleva muchos años haciendo lo mismo – y casi ahogándose con su propia risa
agregó – así que si no le pagó, me
temo que ya se lo chingó – dicho lo
cual dio media vuelta y se alejó carcajeándose…
Me sentí la persona más ridícula
del mundo por no haber puesto atención a los detalles de la mujer (claro que en
aquella época yo aún no era muertero, ni palero ni santero, así que tampoco
sabía demasiado sobre eso de fijarse en los pormenores), pero además sentí que
había sido objeto de una broma… me subí al auto y partí rumbo a casa de Felipe…
curiosamente el frío dentro del auto despareció…
Llegué cerca de las nueve, en el
instante en que mi amigo despedía al último paciente… estacioné el auto, le
entregué las llaves y entré a su casa en silencio, él me alcanzó en la sala, sacó
una botella de brandy, puso dos vasos en la mesa, les sirvió con generosidad y
después los mezcló con refresco de cola… me entregó el mío y preguntó…
- cómo te fue con la dama?
- aparte de ser bastante seria,
no me pagó…
- pero si no debiste haberle cobrado!
– se quejó Felipe…
- supuse que parte de tu encargo
era cobrarle, así que activé el taxímetro, me pidió que la llevara al Panteón
Español y al llegar me dijo que no tardaría y se metió, por lo que entendí que
debía esperarla, después cerraron la reja y nunca salió – le di un sorbo a mi
trago y dije a manera de reclamo - no me dijiste que era una muerta…
- pensé que la reconocerías – se
justificó – es de las damas vestidas de negro que a veces salen de la habitación de
allá al fondo…
- con ese velo que le tapaba el
rostro era obvio que no podría reconocerla – seguí quejándome…
- te dijo algo? – me preguntó…
- nada: se subió, activé el
taxímetro e hicimos el viaje en silencio…
- ese fue tu error: haberlo encendido
– señaló - quizá si no lo hubieras hecho podrías haber tenido una interesante conversación con ella…
- no me dijiste nada de NO cobrarle – hice hincapié…
- tampoco te dije que lo hicieras
- cruzamos miradas, le di otro trago a mi vaso y después solté una risotada a
manera de resignación - la próxima vez que ella pase por ese pasillo te la
presento – prometió mientras señalaba el largo corredor que atraviesa su casa y
después él también comenzó a reír…
13.
Sucedió en el colonial estado de
Querétaro, ciudad a la que viajamos mi esposa y yo para saludar a un viejo amigo
mío (él mismo autodeclara ser un recalcitrante agnóstico), y quien llevaba bastantes meses insistiendo en que nos
pasáramos un fin de semana por su casa…
Su impaciente nieto, quien apenas
acaba de cumplir los 6 años, se puso a necear a la hora de la sobremesa con el
antojo de un helado: dado el aletargante efecto de las cervezas y tequila entre
los comensales (aparte de mi esposa estaba la conyugue de mi conocido, sus dos
hijas –una de ellas madre del inquieto chiquillo- y un matrimonio que
hizo su inesperada aparición), me
ofrecí a llevarlo a saciar su antojo y la familia estuvo de acuerdo…
Salimos de la amplia casa ubicada
en un semipoblado barrio en el cual había algunas viviendas abandonadas, con
las indicaciones de la distancia y rumbo que debíamos recorrer hasta donde
estaba la heladería, ruta a través de la cual debíamos cruzar varias calles un
tanto largas…
En el trayecto descubrí que el inconfundible
y característico otoño invadía suavemente con su luz y su agradable temperatura
las aceras, jardines y paredes de las casas de la colonia… mientras caminábamos
en algún punto el pequeño se detuvo y señalando un terreno baldío soltó una
escalofriante pero ingenua frase:
- deja de llorar…
Me quedé viendo al pequeño,
después dirigí mi mirada hacia el desolado paraje… decidí
ignorar el suceso, sin embargo metros más adelante contuvo de nuevo sus pasos y
sin más comenzó agitar su mano hacia lo que era una solitaria esquina… no dije
nada y quedé en espera de descubrir a uno de sus vecinos que mi cansada vista (por tantos años de lecturas) no
hubiera notado, pero la extensa avenida seguía silenciosa y vacía… más lo que
dijo a partir de ese momento me impresionó escalofriantemente…
- tu abuelita te manda saludar… la mamá de tu mamá…
- cómo sabes que está por aquí? –
le cuestioné mientras agudizaba mis “sentidos” muerteros…
- porque ahí está – aclaró
mientras señalaba una vez más hacia la desolada esquina - es una mujer
“chiquita”, muy elegante y dice que te sigue por todos lados…
En ese momento recordé las terribles
pesadillas que había tenido con ella (me acosaba entre sueños), a partir de que
falleció y desde hacía bastantes años, pero también hice una especie de
recapitulación de algunos de los tantos y ridículos obstáculos que desde
entonces se me han presentado en mi vida y que ningún sabiondo Babalowo ha logrado entender…
- dile que por favor deje de molestarme – solicité al pequeño – y que mejor se vaya a fastidiar a otros, al que se lo merezca… recuérdale que en nuestra familia hay bastante gente malosa que bien se merece un jalón de orejas… y que si no le es suficiente con ellos, el mundo está lleno de millones de personas bastante desconsideradas que se han ganado una llamada de atención…
El niño me sonrío, clavó su
mirada en algún punto de la acera de enfrente y permaneció callado largo rato…
me abstuve de “tratar de verla” ya que siempre tuvimos una pésima relación cuando
ella estaba viva… instantes después reanudamos el camino mientras yo descubría
en el pequeño una expresión de satisfacción por lo sucedido…
- qué te dijo “la viejita”? - lo
interrogué…
- está muy aburrida – me confesó
- y su hijo está siempre detrás de ella (en ese momento todo me pareció lógico,
pues sólo uno de los cinco hermanos de mi madre había fallecido hasta entonces)…
Seguimos caminado hasta que
llegamos a la heladería, donde una coqueta joven (o quizá es que estaba
bastante aburrida por la falta de clientes), le sirvió un bien surtido helado
de chocolate al pequeño… pagué con un billete, me regresó el cambio, salimos y
emprendimos el regreso, más curiosamente el niño decidió hacerlo en la acera
contraria a la que habíamos caminado…
Avanzamos varias calles hasta que
se detuvo ante una extraña propiedad: su construcción me recordó el proyecto
fotográfico que hizo el creativo Kevin Bauman en el célebre y
a su vez triste, vapuleado y finalmente abandonado Detroit, más lo peor fue
cuando el niño se dirigió hacia la desolada casa y sin más me confió…
- ahí está un señor colgado… tiene una gruesa cuerda
amarrada al cuello… lo hizo por estar muy triste…
- vámonos – le apresuré en el
momento en el que reafirmaba que estaba ante un potencial muertero y frente a una
escena que quizá podría asustarle…
- nooo – se quejó alargando
exageradamente la palabra - el muertito dice que tiene algo que decirnos…
- a qué te refieres? – lo
interrogué con cierta preocupación…
- vamos a entrar – avisó y sin
más se encaminó hacia la puerta… una vez frente a ella trató de abrirla, pero
la chapa le quedaba demasiado incómoda por su pequeña estatura y la poca fuerza
de sus manitas… volteé hacia todos
lados, previniendo el reclamo de algún vecino, antes de abrirla… ante mis ojos
se presentó la típica dejadez y suciedad de una casa deshabitada… opté por quedarnos
en la estancia…
- ahí – señaló con su pequeño e
ingenuo dedo índice hacia una habitación a la cual concluí que no debería entrar
acompañado del muerterito – ahí está ese señor - recalcó…
Mi videncia confirmó que las palabras del chiquillo eran verdad… le
pedí que se quedara en el lugar en el que estaba parado y me encaminé hacia la
habitación… una vez ahí me paré en medio y clavando mi mirada en el techo
descubrí una gran viga que la cruzaba a todo lo largo… no sé por qué, pero en
ese momento recordé la canción “The Thrill Is Gone” del viejo pero sabio
blusman BB King, más al instante la voz lejana del niño me aclaró todo…
- ese señor se sentía muy triste
– escuché su voz con un extraño eco – su esposa se fue muy lejos…
Usé mi videncia y reconstruí la fatal historia en la que un hombre se ve
abandonado por su mujer debido a la pasión que un oportunista tipejo despertó en medio de sus olvidadas
piernas… por una incomprensible razón pregunté al pequeño por la apariencia del
“colgado”…
- es un tipo muy parecido a ti –
dijo sin más explicaciones, lo cual provocó en mí una desafortunada risilla… con
mi clarividencia crucé ese espacio llamado tiempo y tuve que ver, colgando de
una soga y balanceándose, el cuerpo de un hombre que no tuvo el valor de
entender que su mujer no merecía más importancia de la que otro mítico bluesman
del viejo río Misisipi, el cínico Elmore James, proponía al cantar “Dust my
broom”…
- y qué quiere decirnos? –
pregunté dejando confiadamente en el niño toda la comunicación con el muerto…
- dice que ya no le gusta estar así… que quiere estar vivo…
- eso debió pensar antes de hacerlo
– comenté al tiempo que descubrí con
videncia su alma sentada en un rincón, observando hacia la viga de donde él mismo colgaba - de todos modos murió hace poco y no tardan en llevarse su alma para que aprenda... por la mala - agregué, levanté los hombros, a
manera de resignación, ante el ahorcado y regresé sobre mis pasos hasta a
estancia, tomé al niño de la mano y lo saqué de aquella lúgubre y desolada casa…
El resto del trayecto lo hicimos ambos
en silencio: yo a la expectativa de que a cada paso surgiera alguna nueva
historia sobre algún muerto en la que el niño quisiera involucrarme una vez
más, pero él permaneció ingenuamente, como debe hacer todo chiquillo de su
edad, disfrutando placenteramente de su helado…
Cuando finalmente regresamos a la
casa de mi amigo, el niño se lanzó sobre su mamá, le embarró las mejillas con
besos llenos de chocolate, le entregó el poco helado que le quedaba y salió
presuroso al patio para patear una gran pelota de colores chillantes… yo me
acomodé de nuevo sobre mi silla y no conté nada de lo sucedido…
Mi esposa, como gran observadora que
es, se me quedó viendo con curiosidad… sentí su mirada, le dediqué una sonrisa,
levanté los hombros a manera de “ya sabes cómo son estas cosas”, y en clara
señal que conmigo siempre se presentarán situaciones
impredecibles, asintió dejando para después el relato de lo que nos hubo
sucedido…
Para conocer
el origen de esta serie de textos, dar click en la siguiente dirección:
http://basurerodealmas.blogspot.mx/2014/07/como-viven-los-muertos-1.html
Si desean
saber sobre la extraña vida de este personaje y algunos detalles que aquí se
mencionan, se recomienda leer el siguiente texto: http://basurerodealmas.blogspot.mx/2014/01/el-curandero-felipe.html...
1 comentario:
Impresionantes vivencias!. Muchas Gracias por sus maravillosos relatos.
Atentamente,
Jesús
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