19 de octubre de 2016

Reflexión tras terminar de escribir mi nuevo libro

1.
He terminado de escribir mi quinto libro (estaba finalizado dos meses atrás, pero de última hora incluí otro capítulo): los 4 anteriores (2 novelas y 2 de relatos), se publicaron de manera independiente y no se han reeditado; este último se llama “Mi vida con los muertos” y por el título podrán hacerse una idea sobre su temática.

Escribir una obra no es fácil: se puede llevar un año o más dedicándole 5 horas diarias en las que la inspiración, investigación y paciencia son básicas; terminado el borrador sigue la corrección de estilo, se propone a la editorial (o se opta por la autoedición), se negocian cambios, el diseño y la portada, se cubren las cuestiones legales y otros detalles que hacen que la publicación, desde que se plasma la primera palabra hasta que llegue a una librería, se lleve hasta dos años.

Lo anterior me lo recordó el Premio Nobel de Literatura 2016, otorgado al músico Bob Dylan, por “haber creado nuevas expresiones poéticas en el marco de la gran tradición musical estadunidense”, justificó el jurado. Mucha tinta ha corrido sobre el tema, así que en esta reflexión no avivaré la polémica, pero sí haré una lectura de lo que entre líneas significa ese galardón.

2.
Acabo de recibir una herencia, una biblioteca, con el argumento de que sólo yo podía valorarla: son libros editados hace más de un siglo (el más viejo es de 1880), todos en perfecto estado. En cuanto llegaron a mi casa, me puse a clasificarlos encontrando la “Oeuvres de Cuvier Et Lacepede” (1883) o el “Diccionario de Geografía, Historia y Biografías mexicanas” de Alberto Leduc (1910), entre muchas rarezas.

Ya catalogados tuve curiosidad por su precio: “Oeuvres…” (2,100 euros en Amazon), el “Diccionario…” (2,500 pesos en Librerías de ocasión), más al proponer su hipotética venta en Librero en andanzas, no les interesaron. Esa noche leí un artículo sobre el mercadeo de libros antiguos, donde un experto se quejaba que su valor está bajando por la oferta excesiva, ¿la razón?, la gente se deshace de ellos por falta de espacio o los malbarata por apuros económicos.


Los libros ya no son objeto de interés salvo para lucrar con ellos entre los coleccionistas, sí, pero esto qué tiene que ver con el Nobel a Bob Dylan? sencillo: la Academia Sueca acaba de menoscabar la importancia de la literatura y los autores en la cultura universal, y en breve, con sus nuevos criterios, quien sepa sumar 2+2 ganará el premio de economía‎, quien descongele agua se llevará el de física, quien destace pollos obtendrá el de medicina, quien no le meta un tiro a un violador conseguirá el de la paz y el que consiga piratear un perfume obtendrá el de química‎, pero…

3.
No es sorpresa que la intención de masificar a la humanidad y erradicar al individuo es un proyecto global que avanza a pasos seguros y ello lo vemos en “la moda”: ya no se trata solo de estrenar una película o lanzar a la venta un teléfono celular a nivel mundial, sino que gracias a ello se alinea a millones de personas alrededor de una banalidad.

Se avecinan cosas peores, por ejemplo: a solicitud de la ONU, el dinero en moneda dejaría de existir para el año 2021, y el primer paso lo dio Dinamarca al anunciar que en 2016 sacará de circulación billetes y monedas para que toda transacción sea electrónica: eso es masificar.

Privatizar los servicios de salud, transporte, agua, electricidad, gas, educación, seguridad, limpieza y vivienda forman parte de un plan para vendernos caro la atención a nuestras necesidades: eso es masificar.

Otorgar un Premio Nobel a un canta-autor, cuyo par de libros son sus memorias (incompletas: falta el volumen dos), y una compilación de letras de sus canciones, es masificar la ignorancia y forma parte de “El Plan” en el que los libros se excluyen gradualmente de nuestras vidas, pues la cultura (al ser subversiva), es el enemigo a erradicar, y eso nos están insinuando con el “reconocimiento” a Bob Dylan: sobre lo innecesario que son los libros para el nuevo proyecto mundial.

3 comentarios:

Cesar dijo...

Buscando en Amazon...

Lou Rambler dijo...

Hola Ujule, dado que es la primera vez que comento me vas a disculpar que me extienda un poco, aunque sólo sea para compensar las veces que tú comentas en mi blog…
Ante todo mis felicitaciones por haber terminado tu quinto libro. Yo también voy por el quinto (tres novelas y dos poemarios) aunque aún no he publicado ninguno.
En cuanto a lo que comentas debo decir que estoy en desacuerdo contigo. Por lo que entiendo de tu artículo basas tu crítica al Nobel de Dylan en que éste no ha escrito libros, lo que es cierto (evidentemente no le han premiado por su autobiografía), pero lo que se reconoce en un premio literario no es el formato físico en el que se halla la literatura, sino el contenido, el texto, es decir la propia creación literaria. El trabajo de imprenta, de edición, maquetación, publicación… etc es largo y tedioso… pero eso no entra dentro de la literatura sino que es parte de todo lo que la rodea. Es cierto Dylan no tiene sus textos en libros, sino en el interior de fundas de discos… Pero sus creaciones están ahí, y es eso lo que, con tino o sin él, premia la academia sueca. Puedo entender una crítica que diga: “Vale, Dylan escribe, pero lo que escribe es una mediocridad que no merece ser considerada buena literatura y mucho menos un premio Nobel”, puedo compartirlo o no, pero ya entramos en el plano de la crítica literaria. Sin embargo la mayoría de críticas al premio que he leído simplemente hacen lo mismo que tú: niegan que Dylan escriba porque sus textos no están en libros. Y eso en mi opinión es un error.
Tampoco creo que haya un plan maligno global para terminar con los libros, ni que la academia sueca sea parte de él. El año pasado y todos los anteriores premiaron a autores con libros, el próximo premiarán a Murakami y todos los siguientes seguirán premiando a gente que escribe libros… No sé si los libros en formato físico llegarán a desaparecer, quizá suceda como con los vinilos, que acabarán teniendo su cuota de mercado entre los verdaderos apasionados mientras que el resto se decantarán por los soportes digitales… Pero eso no tiene que ver con un plan para controlar a las masas sino con el avance de las nuevas tecnologías y los usos y costumbres cambiantes de una sociedad en constante evolución.
Por cierto, no hay nada más masificador que una educación, una sanidad y unos medios de comunicación públicos controlados por políticos. Es la mejor receta para crear sociedades sumisas. La privatización al contrario significa individualización y libertad de pensamiento y de elección.
Saludos y disculpa el tocho.

ujule-rachid dijo...

Hola Lou, gracias por escribir: un honor para este blog que lo visites...

Voy a disentir de tu comentario por una sencilla razón: Bob Dylan no es literato, nunca lo ha sido... es un artista, un músico, un canta-autor, un compositor, aunque ahora le quieran colgar el calificativo de “poeta” (de ser así, al rato, a esa vacilada llamada Arjona, también lo van a considerar poeta: jajejijojuuuu)... por lo demás, soy un lector empedernido y por ello tengo claro que hay una tendencia a ir eliminando los libros de nuestra vida cotidiana… podría darte la razón con respecto a las nuevas tecnologías, pero en general hay una clara predisposición, ya sea en papel o en electrónico, a que la gente cada lea menos a nivel mundial…

un abrazo