25 de mayo de 2022

Brujas y más brujas

 


1.
La primera vez que supe de la existencia de “Historia nocturna: Un desciframiento del aquelarre”, escrito por el historiador italiano Carlo Ginzburg, fue en mi participación en un congreso sobre “Antropología rural” celebrado en la Universidad Nacional Autónoma de México.
 
En el pódium nos encontrábamos cinco conferencistas, entre ellos el reconocido sociólogo y antropólogo Rodolfo Stavenhagen, quien citó textual y largamente a Ginzburg durante su disertación.
 
Al término de las exposiciones me acerqué a saludarlo (en realidad a conocerlo: había leído varios de sus libros y no pensaba desaprovechar la ocasión), en cuya conversación salió a relucir, de nuevo, Carlo y su libro, mismo que Stavenhagen me permitió hojear (sin prisas, mientras él conversaba con la organizadora), y tomar nota de los datos de la edición: quedé más que intrigado y decidido a conseguirlo.
 
2.
La siguiente ocasión que vi un ejemplar lo narro en el siguiente texto: https://basurerodealmas.blogspot.com/2012/10/la-fiesta-del-fin-del-milenio.html, concretamente en el párrafo:
 
Pero en el camino me interceptó nuevamente Gustavo para llevarme a un rincón y presentarme no sólo a su bellísima acompañante francesa (quien ostentaba en la mano izquierda "Historia nocturna", del italiano Carlo Ginzburg), sino para abrir también una maleta que tenía tirada sobre el piso llena de los más increíbles libros: me olvidé de la chica-preparadora-de-mis-cubas y del posible jam con el grupo”.
 
Sí, su novia presumía “Historia nocturna”, anécdota de la que acorté un enunciado por razones de espacio: “cruzamos miradas luego de que yo abriera los ojos, asombrado, ante preciada joya, pero precisamente mi sorpresa fue a la vez mi error: ya fuera porque ella lo tuviera para tentar a posibles compradores, asistentes a la fiesta del Fin del milenio, o porque lo tenía apartado y no estaba en venta, pero mi posible interés, para ella y Gustavo (vendedor de exquisitos libros robados en las más finas librerías de la Ciudad de méxico), podrían significarles mucho dinero, así que como decimos en estos llanos repletos de nopales y traiciones: tragué gordo y adquirí una dudosa versión de “Vargsmal”, del músico y asesino noruego Varg Vikernes, que luego resultó de lo más satisfactoria”.
 
3.
La tercera vez que el libro de Ginzburg apareció ante mis ojos fue en casa de Gadit, amiga de origen judío, cuya anécdota apareció en mi más reciente libro, Muertero, donde narro:
 
Terminé mi cerveza de un trago y ella me imitó, se puso de pie, tomó los envases vacíos y se fue con ellos rumbo a la cocina, después caminó hacia el reproductor de música y puso un disco de “Golem” (banda israelí, que aunque de obvio nombre, hacía una curiosa mezcla de klezmer con rock), lo que aproveché para revisar, una vez más, su mural de diplomas y constancias de todos los reconocimientos recibidos por su labor literaria”.
 
Al ver que volvía a la cocina entré a su biblioteca, una habitación llena de libros que generaban envidia en más de uno de los visitantes que dejaba entrar a su casa, e hice lo de siempre: revisé su vasta obra y descubrí un par de textos recién publicados que aún no me había regalado, mas por mi decaído ánimo opté por posponer el reclamo (debí haber entendido que aquella falta en mi librero era una señal)”.
 
Luego me acerqué a su escritorio, herencia de su admirable padre, para curiosear sobre su siguiente investigación (entiéndase: ello no era violación a su privacidad, pues cada que salíamos del Multiforo Alicia, en la madrugada, a continuar la parranda con su intención de acostarse con quien se descuidara, ella ofrecía su casa a todos sin recato, a lo que debo agregar sus palabras, repetidas hasta el cansancio, cada que la visitaba, ajenos a una borrachera: “estás en tu hogar, libérate”), ya que el montón de tratados apilados, rodeando su laptop, avisaban la futura publicación de un texto en alguna revista cultural, libros de consulta entre los que descubrí a Carlo Ginzburg”.
 
Regresé a la sala al mismo tiempo que Gadit lo hacía con otro par de cervezas y sambusaks. Nos sentamos uno frente a otro al tiempo que Golem seguía sonando, reanudamos la conversación sobre W mientras me mordía la lengua para no pedirle prestado “Historia nocturna”.
 
4.
Dice el refrán (en mi versión): “uno propone, Dios dispone, pero llega el Diablo, se burla de ambos y hace lo que se le da su gana”, y en su búsqueda descubrí que “Historia nocturna” pasó desapercibido en américa y por ello dejó de reeditarse; así que pasaron 20 años desde que Rodolfo Stavenhagen me compartió su existencia, y la búsqueda se fue espaciando al grado de que en algún punto confundí el título, olvidé al autor y solo recordaba la portada: el grabado de un demonio alado, montado sobre un gato, molestando a una persona sobre un fondo azul pistache.
 
5.
Cierto día un amigo antropólogo me recordó los detalles del libro, así que reanudé su búsqueda en la web solo para encontrarme con que los pocos ejemplares disponibles (en español) estaban tan caros que me hicieron desistir de comprarlo: si bien he pagado precios altos por algunos, “Historia nocturna” estaba en manos de mercenarios españoles cuya importancia radica en tenerlo para especular, no para leerlo.
 
Por si no fuera suficiente, comprar un libro usado en Europa conlleva pagar el envío, cuyo costo suele duplicar el precio del texto, lo que lo hace prácticamente imposible de sufragar si no se quiere vivir un mes en ayuno tras invertir un mes de salario íntegro.
 
Más hay citas ineludibles: intercambiando mails con Lisa (inglesa pero radicada desde años en Tenerife), la consulté sobre la manera más barata de un envío por servicio postal, surgió el tema de libro, y agradecida como siempre ha sido con nosotros, ofreció regalármelo.
 
Me contó luego Lisa que lo compró vía internet en enero de 2020, y ya que lo tuvo estaba por enviarlo cuando se travesó la reclusión en España por el COVID19, luego, entre el día que ella pudo llegar a la oficina de correos, tras el regreso a la famosa nueva normalidad, y la noche en que llegó a mi casa, pasaron dos meses más, así que arribó a mis manos a principios de septiembre del 2021.
 
6.
Así, “Historia nocturna”, junto con “Malleus Maleficarum” (un tratado sobre la cacería de brujas durante el Renacimiento), y “El gran libro de las brujas” (una diccionario sobre las hechiceras más famosas de Europa a lo largo de varios siglos), son el trinomio perfecto para aquellos que buscan entender la verdadera personalidad de estos personajes, pero también las atrocidades cometidas principalmente por la infame Iglesia católica y su Inquisición en contra de ellas.
 
Ahora bien, para los interesados en el tema, pero que no son muy pacientes con los libros de historia, recomiendo “El códice de las brujas” (que bien la pena hacerle una reseña por separado), del escritor español Víctor Conde, el cual desarrolla una interesante trama en la ciudad de Los Ángeles, misma que incluye apuntes para comprender cómo con el paso de los siglos las antiguas brujas siguen vivas y activas hasta nuestros días.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

Hace poco descubrí su blog. Antes se nada mi más sincera enhorabuena por que lo que leo me parece de lo más sensato y además lo explica de una manera muy acertada.
He leído una publicación del año pasado que se titula "sí se puede dejar la santería".
Tengo algunas dudas al respecto, pero no se si podría ayudarme a resolverlas...

Muchas gracias de antemano.

Anónimo dijo...

hola , interesa hacerle una preguntas acerca de como de dejar la santeria me podria dar su email

Anónimo dijo...

hola , interesa hacerle una preguntas acerca de como de dejar la santeria me podria dar su email

ujule rachid dijo...

ujule.rachid@gmail.com