1.
Debo reconocer que tengo algo parecido a una
debilidad por Mario Conde, el detectivesco
personaje creado por el escritor Leonardo Padura…
Tampoco es que en su conjunto la obra del
autor cubano sea de mis favoritas,
ni que lo lea de un jalón como hice
con los libros de Pedro Juan Gutiérrez: después de engullirme “Trilogía sucia
de la habana” regresé a la librería, compré todos sus textos disponibles y los devoré
uno tras otro… y si bien eso sucedió hace unos 5 años, esa fue la última vez
que un novelista me consumió, de corrido, una buena cantidad de neuronas…
Cuando un escritor me llama la atención leo
el libro en cuestión y posteriormente decido si buscaré alguno más, pero me
puede suceder como con la novela “American Gods” de Neil Gaiman: la leí cuando
me regalaron cierta tarde mientras comíamos en un restaurant con
un amigo y el tema era sobre el autor… esa misma noche lo comencé y tras terminarlo
una semana después no me dejó muy impresionado y por ello no he buscado más
títulos suyos… tampoco es un mal texto, pero no me pareció lo extraordinario
que muchos lo han reseñado...
Con el cubano Leonardo Padura también me lo
he tomado calma: su personaje de Mario Conde (un atormentado investigador, amante
de los libros y escritor frustrado que aclara extraños asesinatos en la ciudad
de la Habana), sirve siempre de pretexto para hacer de lo cotidiano y lo trivial
el sentido de la existencia de aquellas personas cuyas sub-tramas personales giran
alrededor del ex policía…
Guardando toda proporción, no sólo por la
situación socio-política, sino también por el contexto geográfico que separa al
cubano Leonardo Padura y al inglés Nick Hornby, un factor común entre los
dos escritores es la intención de reconciliar a los lectores con ellos mismos y
su existencia a través de los llamados pequeños
detalles de la vida…
2.
Hace unas semanas estaba totalmente
atrapado por la trama de “Vientos de cuaresma”, la segunda entrega sobre el detective
Mario Conde, publicada en 1994, y que por azares de las re-ediciones apenas
había conseguido… era un martes y al momento de salir de la oficina decidí
tomar un taxi para llegar rápido a casa…
Apenas y me detuve en una esquina apareció
un auto último modelo, le hice la parada y solícito me atendió… di la dirección
e inocentemente me llené de gusto cuando descubrí que llevaba la radio apagada*,
pues ello implicaba una media hora de silenciosa lectura hasta mi lugar de
destino, más apenas y abrí mi libro el taxista me interrumpió:
- le gusta leer?
- a veces – mentí con remordimiento, esperando que mis
palabras lo llevaran a desechar un intento de conversación…
- yo tenía un primo que leía mucho y de
todos modos se murió - soltó…
- qué pena – dije aguantándome las ganas de
aclararle que en términos de estadísticas, la muerte y la lectura no tienen
nada que ver entre ellas…
- yo siempre le dije a mi pariente que la
vida se entiende viviéndola, no leyendo libros... ni viajando por el mundo, ni estudiando hasta la madrugada, ni
yendo al cine a ver pura basura – siguió con sus incoherencias…
- cada historia tiene dos versiones – dije
cerrando mi libro para poner atención al físico del taxista: a través del
espejo retrovisor calculé que rondaba los 60 años, la expresión de su rostro
era seria y la mirada dura… mmm... no: reflejaba franca amargura… coloqué el texto
de Padura sobre el asiento para tener ambas manos libres por si las cosas se
tornaban violentas…
- véame a mí - presumió - soy una buena persona y
Dios me lo demuestra todos los días con lo que me da a manos llenas…
- me da mucho gusto que usted sea de los consentidos de su Dios – me
burlé aunque él no se dio cuenta…
- así es… vea: yo tengo 5 taxis, todos último
modelo y estoy por sacar el sexto de
la agencia automotriz… me va muy bien, tengo mi dinerito, vivo relajado y la gente
que trabaja para mí debe entregarme la
cuenta completa todos los días porque sabe que los trato bien…
- lo felicito – dije reprimiendo un bostezo
mientras miraba de nuevo su rostro a través del espejo: era increíble que el
tipo presumiera de todo lo que su Dios
le daba y no manifestara algún signo de felicidad o mínimo de satisfacción…
- ... y soy tan buena persona que si no
completan la cuota el día, les doy el resto de la semana para que a más tardar
el domingo me paguen todo – se jactó…
- bastante considerado de su parte –
comenté mientras recordaba a mi amigo Fernando Madina, bajista de Reincidentes,
cuando se refería a este tipo de tipejos como “cerdos explotadores”…
- ... y de los hijos de puta Dios también se
encarga – alardeó nuevamente – por ejemplo, el jefe de mi esposa es un maldito
negrero: no les paga aguinaldo ni horas extras ni les da seguro médico, es un
majadero, prepotente y con tal de no gastar dinero en chofer o en guardaespaldas,
prefiere manejar un auto viejo y maltratado para que los delincuentes no descubran
que el cabrón se está pudriendo en dinero…
- mire qué cosas – agregué mientras veía de
reojo el libro de Padura y pensaba que era un desperdicio no leerlo por estar
escuchando tanta jactancia…
- pero ya le dije: Dios se encarga de los malditos,
los pone en su lugar – insistió con su perorata – así que aunque quisiera
ocultarlo algún listillo le secuestró a su hija y le sacó varios millones de
pesos a cambio de regresársela enterita… le tumbó los millones, joven!! –
agregó con un tono de voz que no ocultaba el placer que le daba burlarse de las
desgracias del prójimo…
- vaya que es justo su Dios – reconocí
mientras percibía que el tráfico a nuestro alrededor comenzaba alentarse…
- mientras que a mí… vaya que Dios me trata
bien: tengo todo lo que necesito y nadie se mete conmigo - y en el colmo del
reciclaje repitió - es que soy muy buena persona… trabajo mucho, trato bien al
pasaje, pago mis impuestos y hasta mis ahorritos tengo…
- lo felicito…
- ... por eso le digo que no vale la pena leer
– reanudó su andanada – de qué trata su libro?…
- es de superación personal – mentí por
segunda vez ya con cinismo…
- quizá le sirva de algo, pero con todo y
el tema del que trate lo dudo: leer no sirve de nada…
En ese momento el tránsito vehicular se
detuvo totalmente, el taxista golpeó el volante, repartió una maldición seguida
de una breve pero contundente lista de insultos a los automovilistas que nos
rodeaban y volteó a verme recargándose sobre el respaldo de su asiento:
- no me voy a ir
derecho – amenazó - porque si me sigo por ahí para llevarlo a donde va yo perdería mucho tiempo…
No dije nada: de hacerlo sería para
reclamarle su falta de seriedad al cumplir con su trabajo, así que decidí
quedarme callado mientras volteaba a ver hacia el cielo a través de la
ventanilla… arrancó de nuevo…
- hay demasiados carros y yo tengo un compromiso a las 7 de la
noche… precisamente al mismo lugar donde lo levanté – se quejó…
- cárguese completamente hacia su derecha, tome
la avenida y dos calles más adelante, llegando a la estación del metro, se mete
a la izquierda – le indiqué mientras mi paciencia comenzaba agotarse, aunque decidí
seguir optando por la prudencia…
- yo soy muy buena persona – regresó a la
cantaleta – por eso me va bien en la vida… y Dios me va a seguir dando lo que
me merezco… todo – sin embargo, apenas y entró a la avenida se volvió a quejar
sobre el exceso de autos – es que si me meto por donde usted dice yo voy a perder mucho el tiempo…
Seguí callado aunque por dentro me
consumían las ganas de tomar el libro de Leonardo Padura, azotarlo contra su
bocota y darle una lección sobre ética, moral, espiritualidad, respeto y civilidad, pero era de tapa
blanda y algo pequeño, así que en ese momento me entró una gran nostalgia por
la dureza y el tamaño de la edición de “American Gods”…
- usted me dice – repitió deteniendo de
nuevo el coche…
- olvídese de meterse por donde le dije –
señalé ya sin poder ocultar mi molestia - sígase derecho…
- yo soy una buena persona – repitió varias
veces mientras avanzaba sobre la avenida – mis vecinos y familiares me tienen
gran estima y respeto, sabe?…
- me deja en la siguiente esquina – le
avisé mientras sacaba dinero de mi cartera…
- está seguro?... porque por aquí no es a
donde me dijo que yo lo llevara
–contradijo su actitud – lo estoy dejando a unas 4 calles de su destino…
- en la esquina – solté a manera de amenaza…
el tipo detuvo el taxi, le entregué un billete y me regresó el cambio… tomé mi
portafolio, mi libro y me bajé sin decir nada…
3.
Entré a mi casa al mismo tiempo en que
sonaba el teléfono, respondí y era mi amiga V…
- hola… cómo te va? – me preguntó…
- pues - dudé - alguien me acaba de demostrar que
Dios no existe… o que al menos está casi ciego y bastante sordo…
- no te entiendo – dijo consternada…
- cualquiera que sea el Dios que nos haya
creado para divertirse a costa de nuestras desgracias, sólo recompensa a la
gente mala – me quejé…
- eso no es novedad - comentó entre risas antes
de presumir – te llamo para decirte que ya terminé de leer “American Gods”: un
poco largo pero excelente…
- te gustó?
- bastante… muy buena tu recomendación - agradeció…
- qué bien!! – exclamé y después le sugerí –
tenlo siempre a la mano: no sabes cuándo puedes darle otro tipo de uso…
* en mexiquito el servicio público y
privado de transporte se caracteriza por la crueldad y el desprecio con los que
sus operadores tratan a sus usuarios:
camión, taxi, colectivo o el medio que sea siempre llevan la radio a todo
volumen escuchando anacrónicas baladas lastimeras, violenta música grupera o
insulsas canciones tropicales… por cierto, estos servidores también son responsables de la mayor parte de muertes por
accidentes de tránsito en todo el país…
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