22 de abril de 2013

Es lo malo de los libros (5)



16.
- …por cierto, también te andaba buscando para hacerte una invitación – suelta T cambiando radicalmente la conversación telefónica…
- esa seriedad de decir las cosas no es típica de ti – le digo a tono de broma…
- quiero que participes como ponente en una mesa redonda sobre el uso de drogas y cómo estás se están convirtiendo en una de las principales fuentes de contagio del sida…
- y yo qué diablos voy a saber de eso? – me quejo…
- no te hagas el extraterrestre que acaba de llegar a este planeta: hace poco diste una plática sobre la película Trainspotting de Danny Boyle – me ataja T – y es prácticamente lo mismo, sólo que esta vez quiero que lo enfoques a la novela de Irvine Welsh… 
- no jodas – me quejo…
- no seas cabrón – me reclama T – el evento es importante… el uso de algunas drogas y el contagio del sida se está expandiendo en forma terrible entre los jóvenes… de hecho está adquiriendo dimensiones tan preocupantes que es el propio gobierno quién está organizando el evento…
- eso no te lo discuto, pero…
- … y por eso la idea de organizar este evento – me interrumpe – en el que se espera que participe un representante de una organización no gubernamental, otro del sector salud por parte del gobierno, uno más de la comunidad gay, un músico aún por confirmar, alguien del medio cinematográfico: o sea yo – señala al tiempo que suelta una carcajada, pero de inmediato retoma la compostura - y me hace falta un escritor…
- puedes invitar a N – la interrumpo, pero ella continúa ignorándome…
- … esperamos la asistencia de unas mil personas, se hará la exhibición de una película del director Larry Clark, tocarán un par de grupos de ska, se regalarán miles de preservativos y además te van a pagar…
- te cae? – pregunto sorprendido de que alguna dependencia del gobierno decida retribuirme mi participación…
- no mucho – aclara – pero alcanzará para irnos a tomar unos tragos terminando el evento – agrega con malicia…
- de acuerdo – acepto finalmente - cuándo sería?…

Una semana después llegué un sábado por la tarde a un auditorio bastante amplio y cómodo, ubicado en la colonia San Rafael, en compañía de J, G y A (los dos primeros hermanos, integrantes de una contestataria banda de rock y recién desempacados de una exitosa gira que habían dado por Europa, el tercero un ingeniero de grabación con un prometedor futuro)…

El lugar estaba lleno… incluso podría decirse que rebasado, de ahí que la propia T se encontrara parada en la entrada principal, en espera de que se aparecieran los ponentes para pasarnos directamente a una pequeña oficina y evitarnos incomodidades, preferencia a la que obviamente me negué…

Una vez dentro del auditorio saludé a los conocidos con los que me crucé y anduve rondando por ahí para percibir el ambiente de los asistentes… a los pocos minutos los ponentes comenzaron a ocupar sus lugares y yo fui el último en incorporarse al pódium…

Las exposiciones transcurrieron sin mayores sobresaltos… en la mía no hice más que una referencia a la película Danny Boyle pues en realidad me concreté, como pidió T, a la novela Trainspotting de Irvine Welsh e incluí la lectura de un par de pasajes del libro que consideré adecuados para respaldar mi exposición… 

El problema empezó en el momento en que T dio inicio a la sesión de comentarios…


Apenas y T hizo el anuncio el representante de la comunidad gay, un joven regordete abiertamente homosexual (vestido de blanco, con diversos collares de plástico colgando al cuello y cargando en cada mano varias bolsas de plástico en las que se podían apreciar diversas piezas de pan a medio comer), se puso de pie y furioso me reclamó mi referencia a las personas enfermas de sida como “infectados”… lo peor de todo es que su enojado, nervioso y amanerado modo de gritar, lejos de molestarme, provocó una sonrisa burlona de mi parte, lo que exaltó más al reclamante…

Le pedí que me aclarara en dónde estaba la falta de respeto, cosa que según él hizo pero dejando la confusión en el mismo punto… ante un tenso silencio en el auditorio recordé otro pasaje escrito por Irvine Welsh, así que tomé el libro, busqué el párrafo y le di lectura para ejemplificar a través de palabras propias del autor que no había ninguna intención de descalificar a nadie, independientemente de su preferencia sexual… si bien varios de los asistentes estuvieron de acuerdo conmigo, el joven gay adoptó una actitud más beligerante y exigió que yo me disculpara ante todos los presentes por mis expresiones homofóbicas…

T ejerció sus funciones de moderadora, hizo la aclaración de que ella tampoco consideraba el uso de la palabra “infectados” como algo cercano a una actitud ni intolerante, ni burlona ni mucho menos homofóbica de mi parte y pidió en general objetividad al presídium para continuar con la sesión…

Después de algunos comentarios de parte de los demás ponentes la propia T dio por terminada la mesa redonda, pidiendo 10 minutos de receso para preparar la proyección del film Kids del director Larry Clark, sin embargo, en la pausa varios de los asistentes se acercaron hacia el presídium para platicar con los expositores, lo que fue aprovechado por el joven gay para acercarse a mi y sin más interrumpir una conversación que habían iniciado conmigo dos jovencitas, las cuales estaban interesadas seriamente en el tema por los riesgos de usar drogas vía intravenosa…

Al representante de la comunidad gay no le importó que la reiteración de sus reclamos, ahora ya en tono vociferante, asustaran a las jovencitas, las cuales finalmente se despidieron de mí con prisa…

- ese tipo de expresiones no se usa para referirse a un enfermo de sida – insistió ante mi impasible mirada…
- no lleva ninguna connotación – le dije al tiempo que me sentaba en mi silla, le daba un sorbo al vaso con agua que T me había acercado y veía de reojo mi ejemplar de la novela de Irvine Welsh colocada sobre un folder color azul que contenía lo que habría de ser mi exposición, pero que en realidad nunca consulté…

El representante de la comunidad gay se sentó a mi lado con intensión de continuar con sus reclamos, pero…
- ya córtale Rogelio – le dijo con firmeza T a sus espaldas – si ya se hicieron las aclaraciones pertinentes, para qué insistes con el tema?
- quiero una disculpa pública!!! – clamó el joven gay…
- y yo lo que quisiera es que dejaras de molestar – exclamó a su vez T…

En ese momento tres jovencitos se me acercaron y sin más preguntaron si era posible contagiarse de sida por inyectarse heroína, por lo que procedí a explicarles que la infección no sucedía por consumir la droga, sino por compartir la aguja con la que la administraran… más dada la posición en la que me encontraba sentado, para hablar con ellos tuve que darle un poco la espalda – sin pretenderlo - al joven gay…

Al escuchar mi respuesta los adolescentes sonrieron y se alejaron cuchicheando, lo que me permitió regresar a mi posición original sólo para descubrir que el joven gay había desaparecido al mismo tiempo que mi ejemplar de Irvine Welsh y mi inmaculado folder color azul…

Vamos: tampoco es que yo pueda afirmar que el representante de la comunidad gay haya sido el ladrón, pero al quejarme con T ella concluyó que él había sido el responsable… quedó de cuestionarlo para la próxima vez que lo viera, mientras yo daba el libro por perdido…

Me rencontré con J, G y A, los cuales no estaba interesados en quedarse a la proyección de la película, así que tomamos el camino fácil: ir a buscar una cantina para tomarnos unas cervezas… dejamos a T fuera de la parranda…


17.
A LL le gusta leer… y tiene buenos y variados gustos literarios, aunque he de reconocer que para mi tipo de lecturas las suyas parecerían un tanto conservadoras… pero ojo: parecerían… lo mejor de este asunto de los libros es que resulta bastante abierta cuando se le proponen autores que desconoce, no obstante esto tampoco quiere decir que todos los que se le sugieran terminen por gustarle…


Por esa misma versatilidad de consumo de literatura que posee, su conversación resulta agradable e interesante ya que puede transitar con gran facilidad de una detallada explicación sobre el significado de las ironías de German Dehesa, a diferenciar a un Jorge Ibargüengoitia cuando se ponía en plan humorístico o en uno sarcástico… pero por si fuera poco tiene la virtud de hipnotizar con sus palabras, lo que hace que irremediablemente la gente le ponga atención a todo lo que dice…

“Hipnotizar con sus palabras”, sí, porque entre muchas de sus actitudes bastante bien medidas, cuando habla no dice ni más ni menos de lo que hace falta… expresa sólo lo necesario para seguir manteniendo ese tipo de personalidad enigmática que a la mayoría de la gente siempre deja con ganas de saber más sobre lo que piensa, siente o hace… pero tampoco es que lo haga con alguna mala intención: es simplemente que la gente que siempre exige de más no entiende que se trata de un instinto básico de supervivencia para proteger su intimidad…

Más como a veces sucede con todos aquellos que hacemos de la lectura un cuasi-modo de vida, tiene un gran problema: su ritmo de lectura es intermitente… debido a razones que sólo quien la conoce llega a saberlo, LL es capaz de pasar varias semanas sin leer una página, aunque cuando decide consumir literatura puede llegar hacerlo de una manera que sólo podría definirse voraz

También suele pertenecer a ese ya cada vez más escaso círculo de personas que regala libros o simplemente los presta… pero también puede convertirse en ocasional retenedora de esos textos que llegan a sus manos, ya sea porque los compró o simplemente no los pidió pero le fueron ofrecidos por otros lectores que le prometen sensaciones desconocidas por su inigualable contenido…

Por ello no es de extrañar que en los acomodos y reacomodos que hace en su casa, descubra libros que compró pero que nunca abrió… o textos que le prestaron y nunca leyó por falta de tiempo, pues sus horas-minutos-segundos suele dividirlos en otras responsabilidades… o simplemente que en ese ir y venir o subir y bajar de su vida suceda que se pierdan aquellas obras que estaban esperando su turno… y que lo seguirán aguardando en un impreciso futuro mientras termina el texto en turno y que por azares del destino tiene en sus manos…

Eso sí: hay autores con los que LL termina entablando una especie de polémica, porque la manera en la que plasman la vida a través de sus argumentos difiere mucho de lo que a ella el destino se ha empeñado a entregarle con creces… tal es el caso del escritor inglés Nick Hornby…

En diversas ocasiones y dependiendo principalmente de su estado anímico, LL me ha preguntado si tengo libros que versen sobre X o Y tema… y dado que los argumentos sobre los que me cuestiona suelen estar basados en la conflictiva naturaleza humana, la he remitido a la amable y optimista visión que Nick Hornby tiene sobre la existencia… sin embargo, en cuestiones de la vida creo que su óptica y la mía difieren radicalmente, así que el escritor inglés nunca ha conseguido saciar sus inquietudes…

Me sucedió primero con la novela “Alta fidelidad”, la cual no terminó de cumplirle a LL las perspectivas que le prometí… y la razonable justificación que me expuso en algún momento fue que no podía involucrarse de lleno en la trama porque para ella eran totalmente desconocidos todos los grupos y las canciones de las que el protagonista (dueño de una tienda de discos antiguos) presume… y LL tenía toda la razón… así que le compartí el soundtrack de la película que se filmó basada en la novela y finalmente pudo ambientarse en ese Londres tan irreconocible que Hornby describe.. aunque debo reconocer que tampoco supe a ciencia cierta su opinión final sobre el texto…

Después me sucedió de nuevo cuando a otra petición suya la remití de nuevo a Hornby, esta vez a su novela “Juliet, desnuda”, la cual al prestarle entre otras cosas le aseguré destilaba pasión por todos lados… pero la reacción de LL fue más drástica ante este libro: simplemente no lo leyó…

Quiero pensar que la razón es el nuevo contexto en el que se está desarrollando su vida, sin embargo, en ese pensamiento quizá yo solito me engaño pues en este momento sí está leyendo y su lectura está centrada en el primer volumen de “Nocturna”, esa saga literaria iniciada por Guillermo del Toro y que muchas sorpresas sigue generando en el medio literario de los best-sellers…

Así que supongo que no podré convencerla de que los libros de Nick Hornby tienen “algo” que los hace disfrutables, pero quizá algún día sí pueda persuadirla de que me explique sus razones…

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