1.
Felipe estaba casado con una
mujer inconforme con la vida y tenía una hija con aires de millonaria…
A él le gustaba tomarse sus tragos
todos los viernes por la tarde… no era una mala persona estando en su juicio ni
cuando el alcohol ya lo había mareado… para costeárselos y cumplir como esposo
y padre trabajaba afanosamente en una oficina del gobierno… sin embargo, a su familia no les gustaba que bebiera, por
lo que las mañanas de cada sábado los reclamos de las dos mujeres eran ya parte
de sus resacas…
2.
Felipe era reconocido como una
persona amable y simpática entre su familia y sus amigos… sólo bebía brandy
jamás gastó una sola moneda para tener otro tipo de placer… se limitaba a tomar
y sonreír hasta el día en que su esposa le puso un ultimátum: o dejaba de tomar
o se atendría a las consecuencias… él la ignoró y la amenaza se cumplió…
Un fin de año después del brindis
navideño con sus compañeros de trabajo, el propio Felipe me contó que siguió la
juerga hasta cercana la media noche y posteriormente se dirigió a su casa, sólo
que al llegar descubrió a su esposa y a su hija esperándolo en la puerta…
cuando estuvo frente a ellas la mujer le exigió su aguinaldo, mismo que él
entregó completa en un sobre sellado…
Ella lo abrió, contó los billetes
y confirmó que no faltaba nada, lo guardó en uno de los bolsillos de su bata,
se quitó un zapato y sin más lo estrelló en la cabeza de Felipe, lo que le
llevó a tambalearse hasta que cayó al suelo sangrando, su hija a su vez tomó una
escoba y se dedicó a golpear a su padre, después lo patearon hasta cansarse y
finalmente entraron a la casa dejándolo inconsciente en la acera…
Horas después el frio decembrino
de la madrugada lo despertó, se puso de pie, arregló sus maltrechas ropas lo
mejor que pudo, se paró frente a su casa, la observó detenidamente para memorizar
los detalles de la fachada, se dio media vuelta y se alejó para nunca volver…
3.
Felipe siempre fue un hombre
trabajador, por lo que solo y sin pareja sentimental fija, ahorró parte de su
sueldo para comprar una casa de tres pisos en el norte de la ciudad en la añeja
Colonia Industrial…
Con el tiempo se hizo acompañar
de dos grandes perros y varios cotorros australianos… para no sentir la soledad
primero rentó dos cuartos que tenía en la azotea y permitió que Juan, su mejor
amigo y caído en desgracia, ocupara una de las recámaras de su casa…
A partir de que se mudó a su
nuevo hogar, me dijo, su vida tuvo pequeñas variaciones: si bien continuó
tomándose sus tragos cada viernes, también se hizo de la costumbre de ir a
rezar todas las tardes a un Convento de monjas franciscanas ubicado cerca de su
casa… con el tiempo se fue involucrando en las actividades del recinto… sin
embargo, lo que le daba paz a su alma era hacer oración en una pequeña Capilla
del Claustro, frente a un Cristo bellamente labrado en madera y pintado de
color negro…
Cierta tarde tocaron el timbre y
cuando se asomó por la puerta se encontró cara a cara con su esposa e hija… no
las invitó a entrar… de lo que conversaron entre los tres él nunca dio mucho
detalle, salvo que le pidieron regresara con ellas, demanda que él rechazó y
que acompañó con la amable solicitud de que no lo molestaran más…
4.
De acuerdo a lo que me confió
Felipe, un sábado en la madrugada un fuerte temblor sacudió la capital, más los
tragos que había ingerido la noche anterior hicieron que no percibiera el
movimiento… fue hasta que su amigo Juan entró a su recámara para despertarlo y
avisarle no sólo del sismo, sino también que a consecuencia de este parte del Convento
se había derrumbado…
Dejando de lado la resaca salió
rumbo al Monasterio franciscano… una vez que estuvo ahí buscó a la madre
superiora, quien le informó que las monjas y los huérfanos que albergaban estaban
bien… pese a todo Felipe dio un precavido paseo entre los escombros hasta que
en cierto momento se acordó de la Capilla y el Cristo negro…
Regresó hasta donde estaban las religiosas y preguntó por el oratorio, a lo que le informaron que no sabían de su daño, pues para poder llegar a ahí se debía atravesar la mayor parte del Convento…
Sin decir nada Felipe se encaminó
hacia la Capilla, seguido a prudente distancia de una religiosa, en algún punto
ésta se detuvo y vio como el hombre entraba en la Capilla y tras largos minutos
salía de ella llevando sobre su espalda la gran figura del Cristo negro… irónicamente
apenas y salió, el maltrecho oratorio se derrumbó estrepitosamente…
Una vez en la calle, llegó hasta
donde estaba la madre superiora, recargó la cruz en la pared y le dijo:
- aquí tiene a su Cristo negro…
- se arriesgó usted mucho – dijo
la religiosa conmovida…
- demasiado – terció la monja que
le había acompañado – apenas y lo sacó todo se derrumbó…
- en verdad? – exclamó la abadesa
mientras se santiguaba…
- no pasó nada – aclaró Felipe…
- casi… – insistió la monja…
- ya no pude entrar a la iglesia
– explicó él – sé que habrán perdido muchas cosas valiosas, pero estoy seguro
que el Cristo negro será la base para que levanten de nuevo el Convento…
- el nuevo Convento ya tiene sus
cimientos don Felipe – dijo la religiosa conmovida – y es la fe que acaba usted
de demostrar…
- gracias – aclaró Felipe…
- así que tome el Cristo negro y
lléveselo – dijo la madre superiora…
- no puedo aceptarlo – dijo
Felipe entre sorprendido y emocionado…
- es suyo – insistió – por la
razón que sólo Dios sabe usted lo rescató…
5.
Felipe hizo algunas adecuaciones
y finalmente construyó una pequeña Capilla en su amplio patio, en donde colocó
un altar al Cristo negro, frente al que todas las tardes se postraba a rezar…
eso sí: los tragos de cada viernes siguieron formando parte de su vida…
Una mañana salió rumbo al mercado
para realizar sus compras y de regreso se encontró con una compungida vecina…
se acercó a ella, la saludó y tras escuchar sus problemas la invitó a su casa
para que rezara frente al Cristo negro y pidiera su ayuda…
Se encaminaron hacia la casa… una
vez dentro Felipe abrió la reja de barrotes rojos de su Sagrario y entró junto
con la mujer, sin embargo, por alguna extraña razón tuvo la certeza de que
podía hacer algo por ella, así que antes de señalarle el reclinatorio la cuestionó:
- usted cree en Dios?
- claro que sí – dijo la mujer
extrañada…
- y confía en mí? – insistió…
- por supuesto Don Felipe – respondió
– aquí en el barrio todos lo queremos mucho y reconocemos su honorabilidad…
- bien… antes de que se ponga a
rezar voy a limpiarla – y tras decir esto él sacó 7 limones y 2 blanquillos de sus
compras… tomó agua bendita, una vela y procedió hacerle un despojo a la mujer frente
al Cristo negro al tiempo que rezaba… una vez que terminó el despojo, encendió
la vela y la invitó a que realizara sus plegarias…
Cuando la mujer se disponía a
irse, preguntó cuánto le debía por la limpia: él contestó que nada…
6.
- no me preguntes por qué hice
aquella limpia – me confió cierta tarde Felipe muchos años después, mientras
apuraba el contenido de un vaso con brandy y refresco de cola – tampoco me
cuestiones cómo supe que debía usar los limones, los blanquillos, el agua
bendita y la vela… es más: ni yo mismo recuerdo de dónde saqué las oraciones
que recé…
- en serio? – le interrogué…
- jamás en mi vida había hecho
algo parecido – insistió - ni siquiera sabía que así se realizaban…
- vaya! – exclamé y agregué – qué
pasó con la mujer?…
- a los 3 días vino a buscarme… estaba
contenta pues su problema se había resuelto…
le expliqué que habían sido sus plegarias, pero ella aseguró que fue mi limpia…
finalmente nos pusimos de acuerdo: una parte fueron sus oraciones, otra mi
limpia pero lo principal fue la intervención del Cristo negro…
- vaya! - repetí…
- quiso darme dinero pero no lo recibí…
fue tanta su insistencia que sin más me pidió la esperara unos minutos, entró a
la panadería de la esquina, regresó con una bolsa llena de pan dulce y me la
entregó: “algo” me dijo que la aceptara…
7.
Felipe me confesó que partir de
ese día su fama de Curandero en la colonia se divulgó… posteriormente sus
prodigios rebasaron fronteras al grado de que de vez en cuando gente de otros
países solicitaba sus servicios, sin embargo, él siempre evitó los tumultos en
su casa…
Nunca cobró por hacer sus limpias, sólo pedía a la gente que le entregara alimentos que quisieran darle, por lo que en su casa siempre había huevo, leche, carne, pan, pollo y fruta que solía compartir con los indigentes que merodeaban por el mercado… cuando gente adinerada insistía en pagarle, él los enviaba con las franciscanas para que les hicieran un donativo por la cantidad que consideraran prudente…
Los años pasaron y Felipe siguió con
sus limpias espirituales hasta que cierto día decidió jubilarse en su empleo,
recibió una jugosa compensación, aseguró su pensión y decidió disfrutar su
vejez…
Su nueva vida le llevó a olvidarse
de los bares cuando decidió que su casa era un buen lugar para que las parrandas
se convirtieran en grandes comilonas los domingos, donde agasajaba con barbacoa,
carnitas, mole, pulque, cerveza y el infaltable brandy a sus invitados son de
mariachis… entrada la tarde sonaban discos de melancólicos boleros o si estaba
de buen humor se sentaba frente a su pianola para tocar y cantar viejas
canciones de la época del porfiriato…
8.
Fui a visitar a Felipe un sábado cercana
la noche, toqué el timbre de su casa y no obtuve respuesta, pero vi que tenía
las luces de su sala encendidas, así que esperé: a toda persona que se dedica a
las limpias espirituales no hay que presionarlo, pues nunca se sabe cuándo
estará ocupado haciendo qué…
Cuando finalmente abrió la puerta
me recibió con su amable sonrisa de siempre, sin embargo, estaba un poco
agitado… me invitó a pasar y me encaminó hacia la sala, hizo un ademán para que
me sentara en uno de sus viejos sillones forrados de terciopelo verde y
pidiéndome lo esperara unos momentos, subió al segundo piso de su casa…
Me encantaba ver las viejas
fotografías de color sepia perfectamente enmarcadas que colgaban de las paredes
de la sala, cosa que hice mientras… en algún momento dirigí mi mirada hacia el
fondo de la casa (a través de la cual se contemplaba en perfecta perspectiva
tres habitaciones más) y vi que en ellas todas las luces estaban encendidas…
Estuve unos minutos más viendo
las imágenes y me disponía regresar al sillón cuando percibí que se apagaba la
luz de la habitación del fondo (a la cual Felipe no dejaba entrar a nadie) y de
ella emergían tres personas vestidas de negro… al pasar frente al baño esa
parte del pasillo se oscureció… en la cocina (contigua a la sala), sucedió lo
mismo…
Un tanto avergonzado por
comprobar que mi visita quizá pudo ser inoportuna, regresé al sillón y al
entrar a la sala las tres personas (dos mujeres y un hombre), descubrí que sus
ropas eran muy antiguas… en ese momento la luz en la sala parpadeó los
instantes necesarios para que la mujer que iba delante abriera la puerta que
daba al patio y todos salieran sin voltearme a ver… el último fue el hombre, quien
cerró la puerta… entonces la corriente eléctrica se normalizó…
Minutos después el Curandero bajó
a rencontrase conmigo…
- me hubieras dicho que tenías
visitas para no interrumpir – le dije…
- estoy solo – aclaró – bueno,
Juan está dormido desde hace rato porque le dolía la cabeza…
- vamos, Felipe, ya sabes que nos
tenemos confianza – le solté…
- de qué hablas? – me dijo
mostrando seriedad en su rostro…
- de tu tres invitados que acaban
de salir…
- cuáles? – preguntó intrigado…
- dos mujeres y un hombre vestidos
de negro vinieron desde del cuarto del fondo y acaban de salir rumbo a tu Capilla…
- tres? – exclamó al tiempo que
abría exageradamente los ojos, dio media vuelta y se encaminó hacia la
habitación…
Me puse de pie para ver a
distancia lo que sucedía y sólo alcancé a percibir que recorrió el largo
pasillo hasta llegar a la última habitación… una vez que ahí y sin asomarse al
interior se limitó a cerrar la puerta… de regreso cerró la del sanitario,
después la de la cocina y finalmente comprobó que aquella que daba a su Capilla
tuviera puesto el seguro…
Cuando se reunió conmigo sonreía
de una manera extraña, me hizo un ademán para que me sentara y sin mediar
explicación alguna dijo:
- cómo has estado?
- ... bien – le respondí confundido…
- y tus padres? – me cuestionó
mientras esbozaba una traviesa sonrisa…
9.
Varias veces lo vi haciendo
limpias… era impresionante: una suave luz emanaba de su cuerpo mientras sus
manos se cubrían de un extraño brillo dorado: jamás he visto que a otro Curandero
le suceda lo mismo… con el tiempo incorporó en su oratorio representaciones de
algunos Ángeles y una figura de la Virgen de Dolores de tamaño natural, la cual
adquirió gran fama por “milagrosa”… permanentemente los tenía rodeados de
flores y exquisitos inciensos…
Esporádicamente yo permanecía a
solas en la pequeña Capilla y sentado ante la milagrosa figura femenina…
realmente nunca supe entender por qué me atraía tanto, ya que sólo me imitaba a
contemplarla enfundada en impecables vestidos de diversos tonos azul…
curiosamente nunca le recé ni le pedí que me concediera algo…
10.
La oscura habitación que estaba
al fondo de su casa con el tiempo me inspiró miedo, sin embargo, nunca abordé
el tema con él hasta que una mañana, sin que hubiera nada planeado, me pidió
que lo siguiera por el pasillo que recorría la planta baja de la casa para
buscar unos recibos del pago de predial de su casa…
Entramos, encendió una muy tenue
luz y la descubrí bastante amplia, pero me dio la sensación de que retrocedí
100 años en el tiempo: las ventanas estaban totalmente clausuradas, en el suelo
había un desgastado tapete de indefinible color, tenía un desvencijado escritorio,
un antiquísimo sillón y exactamente frente a él una arruinada silla de madera (colocadas
a manera de que dos personas pudieran conversar cara a cara) y en las descascaradas
paredes había varias cajas cubiertas de polvo que contenían rollos de música
que supuse tenían muchos años de no ser colocados sobre el tablero de su
pianola…
En ese momento sentí el ligero
roce de una delicada mano que recorría mi espalda… por la delicadeza concluí
que había sido una mujer quien lo hizo, pero sabiendo que estábamos solos me
negué a voltear hacia atrás… Felipe abrió uno de los cajones del escritorio y
sacó sus recibos y no lo cerró… al darse media vuelta entendí que era hora de salir:
fui el primero en hacerlo antes de que él apagara la luz… más ya que estábamos
dando los primeros pasos sobre el largo pasillo, claramente escuché que “alguien”
cerraba el cajón del escritorio con fuerza…
11.
A Felipe lo mataron tras varios
intentos de hacerle daño… fue en una guerra de brujos y no lo asesinaron porque
sus enemigos (contra los que peleaba por defender la herencia de un sobrino),
fueran más poderosos… a veces creo que por su avanzada edad lo agarraron
cansado: a pesar de su vejez me tocó presenciar que hizo lo posible por sacar
adelante a su familiar de la infamia (que tras su muerte) los cabrones terminaron cometiendo…
Cuando entré a su casa su cuerpo
ya estaba amortajado sobre la gran cama en la que solía dormir… también lo vi llegar
al velatorio y presencié las negociaciones que su amigo Juan hizo al momento de
pedir la mejor ceremonia fúnebre que le pudieran ofrecer…
Durante su entierro me indignó
ver algunos de los que quisieron matarlo: ya fuera poniéndole brebajes en sus
tragos de brandy o tratando de pasar la mano húmeda con algún mortal ungüento
sobre su cabeza… sin embargo, opté por la prudencia… recuerdo que uno de ellos se
acercó y tratando de abrazarme dijo:
- se nos fue…
- lo consiguieron – respondí rechazando
su abrazo y recordando que Felipe me confesó que él fue uno de los que trató de
asesinarlo…
- nos dejó Felipe – dijo mientras
lloraba… le di la espalda y me alejé…
12.
Tres meses después su amigo Juan también
falleció: la última vez que conversé con él fue un 24 de diciembre y padecía
una especie de paranoia, pues afirmaba que todo el vecindario pretendía
despojarlo de las pertenencias de Felipe…
Cuando los familiares de Felipe
trataron de investigar cuál había sido su última voluntad, se encontraron con
que una sobrina de Juan ya se había
adueñado de sus bienes, argumentaron un testamento que nunca mostraron y se atrincheraron
en casa del Curandero… desconozco el destino que tuvo el Cristo negro…
Años después y mientras me
fundamentaban mi “Palo de Muerto” de Curandero, pregunté al espíritu de Felipe
si quería trabajar conmigo… aceptó…
4 comentarios:
Esos fantasmas eran buenos o malos?
hola anónimo... no hay desencarnados buenos y malos... siguen siendo lo que fueron en vida... de cualquier manera, si tu haces uh pacto con un muerto, por ejemplo, para ayudar o joder a alguien, esa parte no se juzga, pues a cambio recibirán luz para poder continuar su camino... no podemos juzgar a los desencarnados con las leyes humanas, sino con las divinas, las espirituales, llámalo como quieras, porque para realizar ese juicio necesitarías estar en la situación de un desencarnado y darte cuenta que lo que buscas en ese plano son exclusivamente oportunidades... saludos...
Muy interesante lo que comenta.., me sorpende saber que reciben luz al perjudicar.
En este caso estaban para ayudarlo o perjudicarlo?
hola anónimo, estaban ahí para ayudarlo... suerte...
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