¿Cuándo, dónde y cuánto? (1)

1.
¿Cuándo, dónde y cuánto?, leí en el asunto del correo electrónico. Aquello
sonaba a exigencia, como hacen muchos que me escriben. Pensaba marcarlo como spam,
pero me entró curiosidad y decidí abrirlo antes.
Instantes después
solté un “chingado” que llamó la atención de mi esposa.
—¿Qué pasa? —
preguntó pausando su relectura de “Mi vida con los muertos”.
—Fíjate en qué
términos me llegó una solicitud de consulta.
“No nos conocemos, obvio, pero me dirijo directamente
a ti y sin rodeos porque mi caso requiere atención inmediata. Quiero verte en calidad
de urgencia para solucionar un problema personal, así que dime ¿cuándo, dónde y
cuánto cobras?
Eso sí, debo advertir que el sitio que elijas deberá
ser discreto de manera que pueda conversar contigo sin interrupciones. Espero una
pronta respuesta y, sobre todo, positiva. Dado el actual empoderamiento femenino,
te sugiero que tomes este mensaje con la seriedad que las mujeres merecemos.”
—Además, el nombre
de su correo, piedra_de_limon@hotmail.com, se debate con las uñas entre la
amargura y el martirio. Esta mujer está más perdida que Adán el día de las
madres. La voy a bloquear.
—No, mejor respóndele
señalando el día, el lugar, la hora y cuánto le cobrarás, pero dile que te pague
por adelantado. Verás que al igual que muchas mujeres no te responderá.
—Tienes razón —
acepté y de inmediato respondí con ironía.
“Gran privilegio el mío recibir un mail tan conciso
de alguien que no tengo el susto de conocer. Me alegra saber que formaré parte de
los actores de tu drama emocional. Admiro tus oficios diplomáticos para contactarme.
Mi agenda está saturada de crisis peores que la tuya, de ahí que mi capacidad para
responder a exigencias como la tuya es limitada, mas haré un espacio para atenderte.
Nos vemos este sábado a las 9 de la mañana en la cafetería
“Casa di Mahia”, ubicada dentro de la “Casa de la Araucaria” (está en la Colonia
Mixcoac, en la calle Goya 54, colonia Insurgentes Mixcoac), previo depósito bancario
de mis honorarios. Saludos cordiales (menos de los que mereces, honestamente).
Lo envié y seguí
revisando mi bandeja de entrada, encontrándome con otro que me hizo reír.
“Buenas tardes. Vengo leyendo su blog desde años atrás
y quisiera saber si todavía ilustra, con su infinita sapiencia y altruismo, a personas
que se encuentran perdidas en este mundo tan mundano. Gracias de antemano, le envío
afectuosos saludos. Atentamente Yezzi”.
—Ese tipo de correos
son en los que menos confío. “Altruismo”, ¡jaja! — me burlé mientras lo marcaba
como spam. Volví a la bandeja de entrada y ya tenía la respuesta de Piedra_de_Limon.
“Dime el costo y compárteme tu número de cuenta para
hacerte en este instante la transferencia. Mientras tanto, para adelantarnos, deberás
ver el video que te estoy anexando, el cual corresponde a una presentación que hice
en “Neuhausen” hace tres meses. Dado que eres vidente, o al menos eso dices en tu
blog, debes poner atención a mi guitarrista.”
—¡Mierda! — grité,
—¿Ahora qué sucede?
– preguntó mi esposa.
—Contestó diciendo
que me va a depositar. Ni siquiera preguntó el costo, además de que ese tono
impositivo comienza a cagarme la paciencia.
—Escribe una cifra
alta, dale tu número y verás que se asustará.
Señalé la cantidad,
anoté la referencia bancaria, envié el mail e hice doble click en el archivo. El reproductor terminó de cargarlo y mostró a una
inconfundible cantante colocándose en el centro del escenario con una guitarra acústica
al ristre.
—¡Mierda! – me
quejé – de todas las maniquíes que aparecen cantando con pistas pregrabadas en la
tv mexicana, a ella en especial no la soporto, además de que sus canciones son taaan insulsas.
—¿La conoces? –
me interrogó.
—Digamos que sí
– respondí, mas por la manera en que me escudriñó entendí que mi respuesta era ambigua
– era novia y cantante de “Nunca al norte”, la banda de mi amigo Luis Rubioles.
—Me hablas de tantos
grupos de rock que ya no los ubico — reconoció.
—Tuvieron varios
éxitos en la radio, el más famoso fue un ska llamado “Me das lástima”. Pero eso
es lo de menos, Luis la definía como una trepadora, al grado de que cuando en alguna
plática salía a relucir su nombre, entonaba “La planta”, de sus compadres “Kaos”
— expliqué y mi esposa soltó una carcajada — no me extrañaría que estuviera cantándola
al momento de morir.
—¿Así que
tuvieron un romance mal viajado? —
aventuró.
—Fue
absolutamente lisérgico. Como sea, cada respuesta que le di salió contraproducente.
—Eso parece,
pero busca el lado positivo: te dará elementos para escribir un texto para tu blog.
—No, me dará pretexto
para que me acompañes a verla.
—Tendrás que ir
solo. Mi prima Susana regresa de Madrid y nos veremos precisamente el sábado para
desayunar.
—¡Mierda! – protesté
otra vez.
—Disfruta tu video
— bromeó y entró a la cocina.
2.
Vi el concierto
y como solía hacer en su vida, desde que la conocí, Piedra_de_Limon* demostró seguir
siendo obsesiva con tener todo bajo control. Alternaba canciones nuevas (así
las anunciaba), con temas viejos, combinando momentos relajados, donde el foco de
la atención era obviamente ella y su guitarra acústica, junto con otros de gran
energía cuando estaba completa la banda.
La cámara se centró
en filmar durante varios minutos su infinito, pero cuando su guitarrista fue enfocado
por primera vez, identifiqué a Juan Vendeta*, fundador de la banda “Sótano antibombas”*,
conocido mío de la época de gloria del Foro cultural Prancing rock*.
Decidí apagar las
bocinas de mi laptop (urgía poner a salvo mis oídos de tal basura), y concentrarme
en la banda, donde para mi sorpresa Juan se alternaba entre guitarras, sintetizadores
y coros: era figura clave en la textura sonora, a lo que se debía agregar un espectáculo
bien montado, con juego de luces, pantallas y algunos rayos láser.
Luego me fijé
en la interacción entre ellos, donde a veces se acercaba a él y lo abrazaba, en
algunas canciones volteaba a verlo y por la forma de cantar parecía era el destinatario
de la letra, aunque en una en especial se le acercó para clavar un par de veces
su dedo índice en su pecho (ahí me arrepentí de haber bajado el volumen, pues no
supe a qué tema hacía referencia ese desplante, pero no hice nada por enmendar el
silencio). Entonces comprendí todo.
Apagué el reproductor
de video, decidí olvidar el mal rato escuchando a Sharon Van Etten, seguí revisando
mis correos y marcando unos más como spam.
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