4 de septiembre de 2020

Textos triunfador y con mención honorífica

 Me llamo Raquel, y soy una muerta

Por Manely Hernández Valdez
(Texto ganador del concurso)

Desde que tengo uso de razón, siempre he podido ver, e incluso, hablar con muertos y espíritus de toda índole: desde niños pequeños en un drenaje de mi antigua casa pidiéndome ayuda para buscar a sus padres, personas accidentadas, personas llorando en las escaleras de los hospitales, hasta un muerto llamado Ndoki que me manoseaba y golpeaba, pero en sí, quien más tiempo ha estado conmigo y quien de alguna manera se volvió parte de mí, fue una mujer que me encontró en una estación de autobuses en la ciudad de México… que al día de hoy está a mi derecha leyendo como les contaré esta historia…

Era el año 2012, yo estaba recién graduada de la secundaria y contaba con 15 años de edad, era una tarde del mes de junio; me encontraba en la ciudad de México por motivos muy fuertes ya que mi padre (Q.E.P.D) estaba muy grave de salud. literalmente al borde de la muerte. y ese día tenía que regresar a mi ciudad de origen para presentar examen en la facultad de enfermería.

Estaba en la Central esperando con mi hermano el autobús pero antes de abordar noté que mi maleta se había abierto, así que me agaché para cerrarla de nuevo y de la nada escuché una voz femenina que decía mi nombre.

-Manely, debes dejar descansar a tu papá, ya no hay nada que hacer.
Levanté la mirada cuando de repente veo a una mujer de pie, con una falda blanca y una blusa azul, no pasaba de 42 años, con piel morena y cabello negro.
-Mira Manely, se te vendrá un dolor inmenso en el alma, pero no debes llorar pues él está sufriendo mucho, dile a tu mamá que deben dejarlo ir, y por tu examen no te preocupes pues serás una de las primeras de esa dichosa lista - exclamó la mujer en un tono que parecía que ella era cubana y pude sentir como sostuvo mi mano.

Me asusté y me hice hacia atrás, se me asomaron las lágrimas por los ojos y el corazón se me aceleró de una manera más de sorpresa que de miedo.

-¿Quién eres y cómo es que sabes eso de mí?
-Me presento, me llamo Raquel y sí, soy una muerta… no estás pensando mal. Quiero ayudarte, y de alguna manera orientarte en el camino que te espera. No me tengas miedo, si quisiera hacerte daño desde que te vi te hubiera atormentado ¿no crees?
Literalmente sentí como mi estómago se hacía nudo.
-¿Por qué me quieres ayudar?
-Con el tiempo te lo diré, por ahora pídele ayuda y sabiduría a los Orishas para sobrellevar todo lo que se viene, tienes un carácter terrible y debes aprender a manejarlo, pero tomará mucho tiempo.
-¿ori..qué?- respondí. En esa época yo era católica y no conocía nada sobre los Orishas ni sobre la Regla de osha.
-Con el tiempo aprenderás, por ahora súbete al autobús y si aceptas mi ayuda, solo di mi nombre en voz baja y descuida, solo tú puedes verme y oírme.

Después de decirme eso volteé para tomar mi autobús y ella ya no estaba, mi cabeza dio vueltas y varias noches no podía dormir pensando qué carajo pasó. 

Una semana después decidí llamarla como me dijo y ahí estaba, podía verla como si viera a una persona normal: su falda larga y blanca, su camisa azul mezclilla, su cabello largo y lacio en color negro, podía sentir sus uñas largas en color blanco y escuchaba el sonido de sus sandalias blancas, podía notar que algo le había pasado y estaba decidida a averiguar.

-Creo que seremos buenas amigas. Mira yo no quiero dañarte, yo en vida fui una santera, prometí en vida a mi madre Yemaya ayudar a una persona quien lo necesitará de verdad, tú eres muy ingenua y a la vez muy sensible, pero muy buena, y aunque no sea de mucho mi ayuda siempre estará para ti.
-Ok, acepto Raquel- le respondí- pero cuéntame de ti y de tu hijo.
Ella suspiro, sus ojos se nublaron y comenzó a hablar con su voz chillona y costeña.
-Yo vengo de La Habana, soy la mediana de 7 hijos, comencé a trabajar desde los 9 años y a la edad de 13 años me casé con un hombre que prometió sacarme de la miseria a mí y a mis hermanos, pero solo abusaba de mí y me daba golpes, cuando cumplí 16 años decidí huir pues estaba embarazada de ese hombre y quería salvar a mi bebe de ese infierno, tomé el poco dinero que tenía y me largué de ahí, pocos meses después en la ciudad donde me escondí y conocí a quien sería mi esposo y padre de corazón de mi hijo. Pero 3 años después de que mi hijo nació fuimos a un mercado en la ciudad de México y me lo robaron de mis brazos… me volví loca y por años busque a mi hijo por medio de santeros y consultando, sin embargo, un día por fin logré encontrarlo después de 20 años de búsqueda, es un muchacho tan idéntico a mí-carraspeó y sollozó- pero él vivía en una casa demasiado lujosa con unos padres que lo amaban, no podía hacerle daño diciéndole que ellos no eran sus papás, lo bendije a lo lejos y me di la vuelta…

A ese punto yo estaba tan sorprendida y conmovida que no sabía que decir.

-Vaya, si que has sufrido…
-Sí- contestó ella- este es el trato Manely: yo te ayudaré y estaré años hasta que un día una persona que te amé mucho llegue, y cuando conozcas a un buen religioso que te oriente, pues una muerta como yo no podrá coronarte, jajajaja -rió de manera sarcástica- cuando llegue ese día partiré. Estaremos un largo rato juntas, pues pasaran mil cosas en tu vida: creerás conocer al amor de tu vida, creerás saber qué es lo que quieres y creerás que quieres morir, sé que puedes ver quién se morirá y quién se casará, quién se embarazará y que pasará en 10 años, eres una bruja natural. Te ayudaré a desarrollar esos dones que tu ángel de la guarda te dio.
-Veremos qué pasa, por ahora si necesitas algo solo dime ¿ok?
-Gracias, por ahora solo necesito que seas fuerte. Tu papá se irá muy pronto y no quiere que llores. Ah y otra cosa, debes cuidarte mucho la mano derecha siempre.

Desde esa fecha al día de hoy mi padre murió como ella me dijo, al día de hoy conocí a un hombre que me golpeaba, trate de matarme varias veces y me dejaron plantada una semana antes de mi boda, como ella me dijo que pasaría… sin embargo, también apareció en mi vida ese religioso que me ha orientado y otro religioso que como ella me dijo un día, sería un gran amigo y un segundo padrino para mí.

Muchos muertos me han seguido, me han pedido ayuda e incluso me han atormentado, pero de todos, Raquel fue el parteaguas de mi vida. Hoy en día con 23 años siendo una aleya y esperando recibir mano de Orunla he terminado esta anécdota, donde narro como un muerto puede convertirse en un guardián, como un muerto puede ayudarte y también donde no todos los muertos son malos y por algo se cruzan en nuestro camino, como Raquel, quien me encontró en una central camionera y hoy 13 de agosto del 2020 está aquí, a mi derecha, burlándose de cómo no puedo teclear con mi meñique derecho roto…

Entre el Muerto y los Sueños
por Francisco Alzamora
(Texto con mención honorífica)
  
Tengo un muerto que me dice las cosas. Bueno, no me lo dice todo, pero sí me dice cosas que han de venir y me guía en cuanto a los acontecimientos de importancia en mi vida. Y cuando no me dice nada, siempre me quedan los sueños, que con particularidades dictadas como si por acceso al inconsciente colectivo de Jung, me convencen cada día que existe para todos un enchufe a la corriente de la vida espiritual sea cual sea.

Desde niño me crié con el ámbito de los espíritus a mi alrededor. Esto no es decir que mi familia estaba inmiscuida en cosas ocultas. Es más bien decir que no falta el latino que no haya vivido en el realismo mágico de Márquez o Allende como si no fuera el pan de cada día. Los cuentos de brujas, duendes (casi siempre descritos como blancos con ojos azules y dentadura afilada) y de espíritus que rondaban por doquier, me intrigaban al mismo son que me asustaban. Quizá por eso me mantuve a distancia de todo aquello, aunque admito que la intriga me impulsó a palpar las aguas espirituales con el tarot cuando cursaba estudios en la universidad. Para todas las apariencias aquellas excursiones no eran más que un relajo, un vacilón juvenil bajo la excusa de "party trick." Pero los sueños nunca faltaron.

A fin de cuentas, y luego de un trámite circundante (después se los cuento), terminé reconociendo aquel enchufe espiritual que llevaba por dentro y que había evadido por tantos años. Todo empezó con el planteamiento de los temas de sueños cuando como niño me arraigaba a las faldas de mi mamá mientras ella y las tías comentaban de esto y lo otro.

"Imagínate," decía una, "Anoche soñé con fulana de tal, y la vi vestida de novia en blanco."

"¿Como vá hacer?" pregunta mi madre, "Eso de soñar con novia dicen que es muerte."

Y después de los predecibles "Ay oyes" y los "Vea Usted", el hilo de la conversación se deshacía en bochinches cotidianos. Pero siempre surgía. Una y otra vez, entre la interpretación del dormir imaginando, entre cifras de lotería ---el muerto en vida es 90--- y el no sé qué es 43, siempre, siempre se reiteraba escurridiza pero implacable: Novia en blanco es muerte.

Y nada pues. Otro cuento más entre señoras de su casa los sábados por la tarde mientras los maridos se tomaban sus escoceses y sus Cuba libre entre trancazos de ficha sobre la mesa de dominó. Así crecí hasta que un día soñé con una novia en blanco.

No fue nada del otro mundo. Soñé que estaba parado afuera de la puerta de una iglesia. Aún la veo clarita. La iglesia blanca con dos escalones de cemento a la entrada. El césped verde. El sol brillante. Todos están dentro de la capilla menos yo, que por equis motivo estaba como estatua al lado de entrada. Y de no sé dónde se aparece la novia vestida de blanco de pie a cabeza. La veo y no la conozco. Se las puedo describir con su cabello castaño oscuro como si fuera mi amiga del alma. Pero no lo es. Es una extraña. Y a pesar de eso en su camino hacia dentro se detiene justo en frente de mí. Y con su ramillete de flores blancas pausa y me mira detenidamente. La mirada me sujeta diciéndome sin palabras: veme. Hasta que la veo y la reconozco por quien es. Y así como si nada prosigue su camino nupcial.

A los dos días mi pareja me llama por teléfono desde otra ciudad para contarme la noticia. Mi suegra había fallecido a tempranas horas de la madrugada.

A través de los años he concretado que la novia en blanco suele aparecerse en mis sueños cuando la muerte está próxima. Es decir que alguien en mí alrededor está por fallecer en pocos días. Y me lo explico así: no es que la novia en blanco significa muerte universalmente. Es que el sueño me llega de donde sea y el idioma que aprendí sin darme cuenta relaciona la novia con la muerte. No lo he confirmado, pero tengo el presentimiento que cada uno comprende sus visiones a su manera.

Pero sea como sea, hay veces que el anuncio de una muerte repentina no nos sirve de mucho. Hay veces es mejor prepararse para el golpe. Y es aquí donde entra mi muerto. Le digo muerto por enseñanza, pero igual podría decirle espíritu, guía, maestro. No sé. Todos serían propios. Pero me gusta muerto porque es una forma de recordarme que sí existió de carne y hueso aunque haya sido hace cientos de años. (Este tema para otro día).

Para ir al grano, mi muerto me dice cosas con las que mejor puedo navegar la vida. Creo que mejor me anuncia que me dice. Ese fue el caso con mi papá. Por los últimos años de su vida, tuvimos que tomar la decisión de ubicar a mi padre en un asilo de ancianos ya que no podía valerse por si mismo. Todo proseguía bien hasta que tuvo un par de caídas de los cuales nunca se recuperó. La pandemia nos hacia las visitas imposibles, y el único que podía verlo (aunque siempre a distancia) era mi hermano. Y a pesar de las caídas y la pandemia, mi hermano nos reportaba el mejoramiento de mi papá casi semanalmente. Todo parecía ir de bueno en mejor. Y yo contento con las buenas noticias a pesar de que mi muerto me había dicho clarito, "Tu papá no pasa de dos meses."

Enojado por el atrevimiento, lo cuestioné, "¿Y tú quién eres para decir quien se muere o no? Tú no eres Dios."

"No. Dios es uno,” me contestó. “Yo solo te digo lo que se me permite."

Y con eso, desconecté. No quise saber más de muertes anunciadas hasta que una noche soñé con una amiga mía que no me dejaba evadirla. Es más, vestida con un traje sucio de seda y tul, se balanceaba sentada inexplicablemente sobre el manubrio de una antigua bicicleta que yo pedaleaba esforzado cuesta arriba mientras ella se fumaba un cigarrillo tranquilamente como para decirme: veme.

La mañana siguiente desperté desconcertado. Como de costumbre me preparé para otro día de trabajo pandémico desde la mesa del comedor repleto de papeles, bolígrafos y restos de dulces. Me serví mi taza de café y me senté ante la computadora. Pero no me acordé hasta que me llamó mi hermano para avisarme que mi papá acababa de fallecer: aquel traje sucio de seda y tul era un traje de novia.

2 comentarios:

Beth dijo...

No había leído está entrada hasta hoy, aveces siento que tengo guías y que se comunican conmigo pero siempre me queda la duda de si se trata de muertos también, ya que mi comunicación no todo el tiempo es muy clara o es inconsciente, pero la verdad es que esos los que parecen guías y hablan sobre arreglar mi vida solo me han ayudado

ujule rachid dijo...

hola beth, precisamente el incremento de la vibración espiritual a través de prácticas como la meditación te ayudará a saber diferenciar si son muertos o tus guías... saludos...